Estoy despierto. Creo. Veo a mi alrededor e intento reconocer el lugar dónde me encuentro. Está todo bastante desordenado, pero parece mi departamento. Gradualmente recupero la sensibilidad del cuerpo y un punzante dolor en la espalda acapara mi atención. Lentamente me incorporo en el sillón de una plaza. No es un buen lugar para dormir, especialmente teniendo una cama a mi entera disposición unos centímetros más allá, pero uno no elige donde dormir la mona.
Puedo atribuir la falta de recuerdos de la noche anterior a mi condición, pero no sería enteramente cierto, especialmente con las botellas vacías que hay dispersas por el suelo.
Con pasos pesados, entre un bostezo que nunca termina, intento dar con mi teléfono. Tenía una cita esta mañana, pero no recuerdo bien a qué hora. Tampoco se bien qué hora es ahora.
Cómo respondiendo a mi infructuosa búsqueda el aparatejo comenzó a sonar. Sigo el timbre tanteando todo lo que tengo a mano, como un ciego que se guía por la intensidad de un sonido. Finalmente doy con él. Atiendo rápido, sin fijarme quien es, después de todo ya sonó demasiado y debe estar por cortarse la llamada.
-¿Hola? –pregunto con voz pastosa y carraspeo. – ¿Hola?
-Hola Pablo, soy Aldana.
Mi mente hace un rápido recorrido por cientos de rostros, la mayoría tienen una pequeña etiqueta debajo con el nombre, pero ninguno de ellos es Aldana.
-¿Aldana?
-Nos conocimos anoche, ¿te acordás? –dice molesta.
-Perdón, no. Pasa que tengo una condición…
-Sí. Ya me explicaste –me interrumpe hastiada- Tenés ataques y te olvidas lo haces.
-Epilepsia amnésica –complemento, intentando darle importancia a algo que ella cree que es trivial o inventado.
-No importa. Te llamo porque me dijiste que me podías ayudar.
En mi condición aprendes a llenar los vacíos con rápidas deducciones. Reviso mis bolsillos y encuentro mi billetera más flaca de lo que estaba ayer y algunas de mis tarjetas de detective privado. Supongo que le di una a ella. Volteo la que tengo a mano y busco una lapicera en la mesa de luz.
-Tengo una reunión esta mañana, pero déjame tu dirección y paso a verte a la tarde.
-¿No te vas a olvidar?
- No es así como funciona mi problema. No te preocupes.
Medita un instante y finalmente, medio desconfiada recita su dirección como una regla nemotécnica aprendida.
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Editado: 13.01.2020