La media hora que me dejó solo se me hizo eterna, pero por fin estaba entrando Urrutia al bar nuevamente. Viene caminando rápido pero no se lo ve demasiado preocupado. O no le importa mucho mi situación o recibió buenas noticias.
-Bueno pibe, ya averigüé. -me dice mientras se sienta frente mío.
-¿Qué se sabe?
-No mucho, pero ahora te creo.
“¿Ahora?” pienso. “¿Cómo que ahora?¿Antes no me creía?¿Si le decían algo que no le cerraba, en lugar de volver él iba a tener a toda la policía federal en la puerta del café?”
-Escuchame. -me dice acercándose, como si fuera a confesarme un secreto- ¿Vos estás seguro que la piba estaba muerta?
-¡Sí! -respondo rápido, sin pensar. - Bah. No sé. No soy médico. Había mucha sangre… -me justifico frente a su mirada inquisidora.- ¿Por qué?
-La policía sabe que pasó algo por un vecino que llamó. Dijo que un hombre extraño había estado deambulando por el edificio. Cuando llegaron encontraron un charco de sangre en el comedor y un cuchillo ensangrentado, pero no encontraron el cadáver.
-¿¡Cómo!?
-El fiambre de la piba. No está. Alguién lo hizo desaparecer. Y, por lo que me habías contado, no fuiste vos.
-No, no… -respondo asombrado. -Pero no había nadie en el departamento.
-Se me ocurren dos posibilidades. O alguien te quiere incriminar o te fuiste justo.
-¿Justo?¿Justo para qué?
-Capaz el asesino no sabía que estabas en el baño. La mató y se fue a buscar algo para llevarse el cuerpo. Si hubiera vuelto cuando estabas ahí parado como un boludo seguro terminabas en la bolsa con la piba.
Puedo hacerme una idea de la situación. Despertarme del ataque con un cuchillo en la espalda o con un tipo esperando que reaccionara. El cuadro es tan vívido, tan real, que comienzo a inquietarme. El sudor profuso en la frente, la falta de aire, el dolor de cabeza que comenzaba a volverse intenso. Se que viene un ataque. Busco en el bolsillo el frasco de pastillas y mientras rompo el sello de seguridad, puesto que es un frasco nuevo, tengo un pensamiento muy pesimista.
-Mierda -digo en voz alta y me quedo congelado.
-Tomate la pastilla y despues me decis boludo, que no quiero que llamen a la ambulancia con los dos acá. -interrumpe mi pensamiento con rudeza mi compañero.
Tiene razón. Ordeno las ideas y recupero la compostura. Primero lo primero. Me tiro la pastilla a la boca y la trago con la poca agua que quedó en el pequeño vaso de vidrio que me habían traído junto al café.
-Ahora sí. ¿De qué te acordaste?
-En la casa de la piba, antes de que me diera el ataque, me quise tomar una pastilla pero no encontré el frasco.
-No me digas que lo perdiste ahí -me dice con preocupación.
-No sé, puede ser. -respondo asustado.
Pastillas de prescripción con número de lote. Me pueden ubicar en menos de 24 horas.
-Mierda -repito, y esta vez Urrutia, que llegó a la misma conclusión que yo no hace más que asentir.
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Editado: 13.01.2020