La medicación había hecho efecto y había reprimido el ataque pero, de todas maneras, seguía algo perturbado por la situación. Sin embargo, algo bueno había salido de la experiencia traumática. Si la novia era hija de un abogado, no me sería difícil dar con el padre.
Poniendo en riesgo mi economía, activé los datos de mi celular en cuanto salí de ese tugurio. Busqué el artículo en los sitios de noticias y encontré el nombre completo: Aldana Ramírez. Me sonó conocido, seguramente lo había escuchado antes pero lo había olvidado. Después entré en la página del Colegio de Abogados de Mar del Plata y busqué todos los Ramírez matriculados en la zona. Sólo había cuatro. Me senté en un café y comencé a llamarlos. A todos les pregunté si conocían a Aldana Ramirez o a Sergio Álvarez o a Ángel Parodi. El tercero afirmó ser el padre de Aldana pero negó conocer a los otros dos. Le pedí una cita pero me dijo que no tenía tiempo de atenderme, así que estoy esperando en la cuadra de enfrente a su despacho.
“El trabajo de detective no es tan divertido como quieren hacerles creer en las películas” fue lo primero que dijo Urrutia en su curso. Tenía razón. Hay que ir por ahí preguntando, sí, pero también hay que vigilar y esperar. No estás seguro que, solo esperar.
Tengo mis sospechas de la identidad del abogado. Hay dos hombres que entraron al despacho después del horario del almuerzo que cuadran con la posible descripción de un profesional, padre de una muchacha de al menos veinte años. Aunque puedo estar equivocado. Ramírez puede haber llegado temprano y no salió a comer, o tal vez se fue antes de que yo llegara. El estudio no es tan grande, así que no creo que tenga tanto personal trabajando. Lo más probable es que sea uno de ellos. Podría entrar y preguntar por él pero, después de la llamada de la mañana, no quería llamar más la atención.
Es una cuestión de vigilar y esperar. Entra una persona, se queda unos minutos y sale. No pasa mucho. Ahora llega una muchacha de baja estatura, pelo castaño y grandes anteojos que tapan buena parte de su rostro. Tiene cierto atractivo. Tal vez estoy demasiado aburrido, pero no dejo de escudriñarla. Se me hace conocida. Hay algo en su rostro que me recuerda a alguien. Un recuerdo borroso.
Entra, se queda unos minutos y sale con uno de mis sospechosos. Tengo una corazonada y los sigo de lejos. Caminan lento, conversando animosamente. Tal vez sea una novia, o una amante. Es un poco joven para él, pero quien sabe. Doblan en la esquina, espero un instante para que no me vean y los sigo. Entraron a un café. Me quedo en la cuadra de enfrente sin perderlos de vista. Se sentaron cerca de la ventana. La chica se saca los lentes. Ahora que puedo ver bien su rostro, el parecido es inconfundible. Tiene que ser ella, o ¿tal vez tenía una hermana? No lo creo. Esa es Aldana.
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Editado: 13.01.2020