Ya está entrada la noche. Puedo escuchar gente deambulando por el lugar desde la oficina donde me encuentro. El dueño del boliche, Gustavo, resultó ser una persona amable. Especialmente después de que le expliqué que lo estaban estafando.
Miro la hora una vez más. Son las doce y media. Pasaron cinco minutos desde la última vez que me fijé. Ya falta poco para que todo se resuelva. O me maten. Como sea, todo termina en unos minutos.
La puerta se abre y me tenso en la silla. Gustavo entra seguido por Ramirez y uno de sus hombres. El abogado, al verme, se sorprende.
-Buenas noches -me saluda, haciendo notar que no me conoce.
-Buenas noches -respondo e intento ponerme de pie, pero el dolor en la pierna y torso ya son insoportables.
El dueño del lugar se sienta en su sillón, mientras el invitado se acomoda en la silla que está junto a la mía.
-Ramirez, me conoces hace años, así que voy a ser rápido y directo, como siempre. -dice Gustavo con seriedad, apoyado sobre su escritorio- Este pibe dice que me estas cagando.
-¿Quién es este pibe?¿Vas a confiar en un desconocido en lugar de confiar en mí, después de todos estos años?
-Soy Ángel Parodi, beneficiario del seguro de Sergio Álvarez. -respondo con mi mejor cara de poker.
La tensión me provoca un profundo dolor de cabeza. Busco mis pastillas en el bolsillo de la campera. Ya me gasté el adelanto reponiendo las que me robó la piba. Estas últimas estuvieron más difíciles porque, sin la prescripción, el farmacéutico no me las quería vender, pero finalmente se compadeció de mí.
-Eso es imposible. -responde Ramirez indignado- Yo era su abogado. Yo hice los arreglos de su seguro.
-¿Entonces quién es Parodi? -pregunta Gustavo mientras yo me tomo mi pastilla.
-Es un fantasma. Una tramoya que Sergio quería hacer.
-Pero ahora Sergio está muerto. -concluyo retomando.
-Sí. Supuestamente. No sé. -responde cada vez más nervioso.
-¿Cuál era la tramoya?¿Cómo fue exactamente el pedido?
-¡Esto es ridículo! -dice molesto poniéndose de pie.
-Sentate -reacciona inmediatamente Gustavo, con una calma que asusta. Sus palabras son interpretadas por el hombre que tiene atrás, que saca un arma que tenía en la parte trasera del pantalón.
El abogado no puede hacer más que obedecer y sudar profusamente.
-¿Te acordas que vos nos presentaste? -dice nervioso mirando al dueño del local- ¿Te acordas? Era por que él quería hacer un negocio. Bueno, la idea era sacar un seguro de vida a nombre de un fantasma. Simulaba su muerte y cobraba el seguro.
-Pero murió de verdad ¿En que parte el plan salió mal? -pregunto altanero, como si tuviera todas las respuestas.
Ramirez no sabe qué decir. Mira a su jefe nervioso y este asiente, pero responde antes de que pudiera emitir palabra.
-Te dije que quería despedirlo por robarme. En eso no te mentí. -me dice con una sonrisa pícara.
Intento disimular mi sorpresa. Estaba seguro que lo había matado Aldana, pero no era momento de dar a conocer mi falta de información. Tenía que mantener mi postura.
-Entonces, ¿quién va a cobrar el seguro ahora?¿Dónde está la plata que robó Sergio todo este tiempo?
-No se donde está la plata, pero el seguro lo va a cobrar él, como un resarcimiento -responde señalando a su jefe.
-Veo que vas entendiendo hacia dónde va esto -dice Gustavo con una sonrisa.
-¿En qué momento se te ocurrió meter a tu hija en este embrollo?
Su mirada de pánico ahora se convierte en una expresión de odio visceral.
-Ya sé quien sos. ¿Vos sos el enfermito?¿No?
-Eso suena algo despectivo -respondo manteniendo la calma. Quiere hacerme enojar para intentar que cometa un furcio.
-Respondele -le indica Gustavo ya impaciente.
-La nena no tiene nada que ver. Te juro que esto es entre nosotros.
En ese momento suena mi celular. Lo saco, lo leo y me sonrio.
-La policía acaba de detenerla. La encontraron con documentos falsos y un bolso con guita.
-¡Sos un hijo de puta! -me grita mientras salta de su silla hacia mí. Me paro para eludirlo pero me agarra de la campera y me tironea mientras el hombre que estaba detrás lo agarra del hombro para frenarlo sin mucho esfuerzo. -¡Te voy a matar!¡Te voy a matar hijo de puta!
-Yo no haría amenazas que no podes cumplir -dice Gustavo que parece entretenido con la pelea.
Ramirez se calma, lo mira, me mira de nuevo y vuelve a mirar a su jefe.
-Todo esto es un malentendido.
-Podes irte pibe. -me dice el dueño del local- ¿Hace falta que te diga que no tenes que hablar de esto con nadie?
-Por supuesto que no -respondo aliviado mientras me apuro a alcanzar la puerta.
El dolor de cabeza vuelve y me meto otra pastilla mientras bajo la escalera. No quiero pasar un segundo más ahí. No quiero saber que le va a pasar a los Ramirez. Solo me alegra que Urrutia haya cumplido con su parte y haya hablado con sus amigos de la policía para dar con Aldana.
Me quedo sin paga, con una costilla rota y varios moretones, pero me alegra que este caso termine. Un caso de mierda.
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Editado: 13.01.2020