Inocente Mentira

Capítulo 12

La tensión seguía en el aire, nadie se movia sabiendo que un solo paso, un pequeño movimiento sería el desencadenante para que esta guerra comenzara. Mustafa Özdemir miro furioso los ojos de su oponente, Eymen Korkmaz cuya mirada era igual de feroz. El odio en sus ojos era palpable, en cualquier minuto alguna de las partes dipararia el arma, pero, ahora el duelo era por ver quien tenia el valor para hacerlo primero. No hubo saludos ni cortesias, ambas partes sabían porque están allí, todo el odio, todo el rencor y dolor que llevaban años acumulando. Tantas verdades a medias y mentiras bien dichas.

—Eymen Korkmaz, hoy tendrás que entregarnos a ese bastardo que se atrevio a dispararle a mi nieto. Cobardemente lo hirió a traición y deberá pagar por ello.

— Mustafa, tu eres quien ha venido a nuestra casa a buscarnos, pues bien, nos has encontrado. La familia Korkmaz no le tiene miedo a nadie y por eso no les hemos cerrado las puertas, de todas maneras, esta será la ultima vez que nos veamos las caras.

Ambos se pararon cara a cara, sus miradas en una feroz batalla de voluntades.

—Hoy arreglaremos esto de una vez por todas, hace años que debimos haberle puesto punto final a este asunto. El pueblo se ha quedado pequeño para nuestras dos familias, Eymen Korkmaz, no permitire que me quites otro nieto.

—Lo mismo pienso Mustafa Özdemir, debimos haber terminado con esto hace siete años cuando tu indecente nieta deshonro a nuestra familia. Yo no te quite nada.

—¡Como es que te atrevez! Infeliz. No manches con tu sucia boca la memoria de mi nieta—dijo enfurecido el señor Mustafa, no podía permitir que hablaran de su nieta de esa manera.

El ambiente se agito aun mas si eso se podía, y era evidente que Cemal Özdemir estaba haciendo uso de toda su voluntad para no perder la compostura ante la mención de su hija. Su hija, su única hija que pronto cumpliría siete años desde que ya no estaba.

—¿Acaso miento? Tu y tu familia no tienen honor, no fuiste capaz de educar a tu nieta y dejar que se casara obedientemente con mi familia. Ella busco su muerte cuando iba a quien sabe donde.

—Mi nieta no busco nada, se muy bien que nunca quisiste esta tregua ni que nuestras familias se unieran. Estoy seguro que tuviste que ver con su muerte, ella estaba con uno de tus protegidos. Ustedes me quitaron a una nieta y no contento con ello, ahora me quieren quitar a mi nieto, pero eso ya no lo permitire.

En ese momento todos sin excepción sacaron sus armas, el señor Özdemir había perdido este duelo de paciencia y basto tan sola meterla mano en su saco para que automáticamente todos se alzaran en armas y se apuntaran los unos a los otros.

Frente a frente y al mismo tiempo los mayores de ambas familias presionaron suavenmente el gatillo de sus armas.

De la nada y cortando la asfixiante atmosfera, tres disparos hicieron que todos voltearan a ver hacia la dirección de los mismos. Era el señor Haşim, uno de los ancianos del pueblo.

—¿Qué es lo que sucede aquí? ¿¡Acaso ninguno tiene honor!? Deberia darles vergüenza sacar ssu armas en un lugar donde hay mujeres y niños.

—Si hay alguien aquí sin dignidad son ellos. La familia Korkmaz no tiene honor, cada miembro de su familia debería desaparecer para que no broten malas semillas.

—Cuida tu boca Mustafa, la familia Korkmaz nace y crece en tierra fértil, nunca podrán acabar con nosotros. Ahora mismo te quiero fuera de mi casa, o tendre que ponerte una bala entre las cejas y darle un punto final a esta situación.

—¿Cree que soy como tu? Que me voy a ir después de lo que tu nieto le hizo al mío. Todos en el pueblo lo vieron dispararle a mi nieto y luego huir como una vil rata de alcantarilla. Tienes que entregarlo, para que se haga justicia.

Antes de que alguien pudiera replicar más el señor Haşim volvió a tomar la palabra.

—Parece que mis palabras caen en oidos sordos, al parecer no tienen el mínimo respeto por las tradiciones. Pues bien, me vere en la necesidad de llamar a la policía, para que acaben con esto, así que, si no quieren despertar todos en la comisaria y hacer un circo frente al pueblo, bajen las armas si aun me tienen algo de respeto.

El sol abrazador quemaba su piel de trigo, el viento jugaba caprichoso con su cabello tan negro como el ebano que subia y bajaba al ritmo de su cabalgata. Montado sobre su caballo lo único que podía escuchar Serkan eran los tormentosos latidos del corazón que zumbaban en su oído, ni siquiera fue conciente de su pesada respiración.

Solo Dios sabia el sentimiento tan sobrecogedor que inundaba su ser, su porte siempre orgulloso y altivo le impedía hacer cualquier gesto de deseperación. Como jefe de familia, no debia mostrar debilidad, no podía.

Furiosamente cabalgo a más no poder, con furia, con rabia, queriendo llegar de inmediato a casa.

¡Señor del Cielo! No debió salir a cabalgar en la mañana y mucho menos alejarse tanto.

Ayaz, Ayaz, ¡Ayaz!

Sabia que ese niño se meteria en problemas tarde o temprano, pero nunca espero que fuera ser la razón por la que se destara el infierno, tantos años tratando de no remover esa frágil cuerda que era su tregua, para que todo acabara así.

En cuanto llego al establo y sin siquiera detenerse bien salto de su caballo y arrojo las riendas hacia el mozo que apresuradamente las tomo con manos torpes.



#13571 en Novela romántica

En el texto hay: turquia, amor, usurpacion

Editado: 28.05.2025

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