El aire pesaba, las voces se silenciaron un momento. Todos esperando el estallido que se desataría. En todo Midyat no había nadie que no supiera lo mocho que se odiaban los herederos de ambas familias. No se podían ver, ni respirar el mismo aire.
Ambos se acercaron a sus respectivas familias sin perder la mirada del otro.
—¡Que atrevimiento! Como se atreve la familia Özdemir ha entrar a nuestra casa con tanta autoridad. Sera mejor que se marchen.
—¿Atrevimiento? Que ironcio considerando que tu hermano disparo al mio, debe salir y pagar por lo que hizo. O acaso es que en su familia no hay un solo hombre con honor.
Esas palabras elevaron más la tención de todos. De repente y sin previo aviso el señor Mustafa apunto con su arma en dirección a Serkan, dispuesto a apretar el gatillo, y asi lo hizo sin embargo el pronto accionar de su propio hijo que con sus brazos lo hizo desviar la dirección del arma hizo que fallara.
—¡Sueltame! Sueltame Cemal, debemos acabar con estos malditos. Siguen insultando a nuestra familia.
—Padre porfavor calmese, debemos esperar a que lleguen los ancianos. No debemos perder nuestro honor.
Pronto todos en el patio se vieron inmiscuidos en un intento de parar y calmar a los suyos, unos queriendo esperar reticentes a tacar primero y otros empecinados en que esta era la única solución para poner fin a esa venganza de sangre.
Pronto llegaron cinco ancianos, hombres mayores de aspecto bastante reflexivo, el hombre con la barba más espesa se abrió paso entre ambas familias. Su voz segura y calmada tratando de negociar lo inegociable. Y asi pasaron los minutos, a pesar de la intersección del grupo de ancianos, solo hubo una conclusión final.
La deuda de sangre debia ser pagada.
El pueblo no podía estar dividido por más tiempo, los rencores debian ser disipados.
No importaban los desacuerdos, y a pesar de las objeciones de algunos buscaban una manera más pacifica de resolver todo, años y años de rencor y tradiciones no pudieron contra la postura de los más tradicionales.
Ojos temerosos miraban desde las habitaciones superiores todo lo que ocurria, las mujeres y niños de la familia Korkmaz estaban escuchando preocupadamente mientras todo el acto se desarrollaba.
La orgullosa mirada de la señora Adalet no se despegaba de los enemigos de su familia, en silencio pronunciba oraciones que fluían al igual que el paso del misbaha en su mano. Suplicas y ruego al creador, que lejos de ser oraciones acerca de la protección y la piedad, eran invocaciones llenas de amargura.
¡Señor, termina con esto y acaba con esa sucia familia que perturba mi prospero hogar! Acaba con cada hombre, mujer y niño que pueda ser una mala semilla.
Lo único que la retenia encerrada, eran las tradiciones que dictaban obediencia a su marido.
—Ambas familias deben traer a los hombres de su hogar, será un enfrentamiento uno contra uno, al atardecer se encontrarán en las afueras de Midyat. Es la única solución que puede dar el consejo, envirtud de nuestras costumbres que han mantenido nuestro honor intacto.
El señor Haşim aun con el ceño fruncido, y con una mirada resignada saco un pañuelo blanco de su saco, pidiendo prestado una navaja se acerco hacia el señor Cemal quien ofrecio su mao dando permiso a que le realizara un corte, pronto la sangre empapo el pañuelo antes de un blanco impoluto. Completamente en silencio hizo lo propio con el señor Eymen, quien con asco miraba aquel pañuelo que ahora estaba manchada con su sangre y la de su enemigo.
Kerem que durante todo el proceso había permanecido callado fingiendo intranquilidad, de repente tomo la palabra.
—Esa no es la única solución.
Como un guión bien preparado, Kerem se mostro dubitativo. Sin mirar a nadie más que a el señor Haşim se acerco lentamente.
—Existe otra alternativa, una manera que evite el baño de sangre en Midyat y permitiría acabar con toda esta enemistad.
—¿De qué hablas hijo? Explicate.
El señor Haşim no daba crédito a sus palabras, le sono como un disparate. despues de tantos años, bien sabia que no había otra solución, hubo una tregua y no funciono, un compromiso concertado y no funcinó. El inevitable final que tanto temian había llegado. Un final que, por la mirada de todos los presentes, esperabn ansiosos.
—Un matrimonio, un compromiso entre las dos familias, que haga de nosotros uno solo y nos regrese…
—Pero ¿cómo se atreven? ¿¡Con que cara se atreve ha hacer tal proposición!? Acaso es una burla. No tuvimos suficiente con la burla y la vergüenza que nos trajo esa amada hija suya.
Tal y como si le hubiera dado una bofetada el señor Eymen salto hirviendo en colera. Hace años fueron la burla del pueblo, no lo permitirían.
—Cuidado con tus palabras Eymen, no ensucias con tu boca la memoria de mi nieta—. El señor Mustafa jamás permitiria que le faltaran el respeto a alguien de su familia, hacerlo seria como faltarle el espeto a el mismo, y eso no lo permitiría—. Kerem habla claro, no vamos a exponernos a la deshonra de intentar emparentar otra vez con esta familia.
—¿Por qué una vergüenza? No hay nada deshonroso en un matrimonio, además este compromiso ya fue decidido varios siete años, los dos jefes hicieron un pacto de sangre. Lo deshonroso seria que no se cumpliera.