Inocentes

Prologo

Respira.

Uno, dos, tres conté en mi mente con lentitud.

Mis manos sudaban al igual que mi nuca. Sentía las pequeñas gotas descender por mi espalda, dándome la impresión que manchaba mi blusa blanca, lo cual no sucedía, solo eran imaginaciones mías.

Levante la vista de mis manos encontrándome con los ojos cafés del juez, este me miraba expectante, atento, aunque de mi parte no mostraba ningún rastro de nerviosismo, me mantenía sentada cruzada de piernas acompañada de un semblante serio, cuando realmente trataba de calmar el desespero que cada vez incrementaba.

—Eider Dankworth es llamada al estrado. —hablo fuerte y claro el abogado que se situaba en la otra mesa, a lado suyo sentada permanecía mi sustituta madre.

Mi madrastra, esa es la palabra correcta. 

Observe de reojo a mi abogado con algo de duda, él asintió conforme, gentilmente hizo un además para que pasara al estrado.

Suspire antes de ponerme de pie.

Con pasos lentos y decidida camine hasta aquel mueble, detrás de este se hallaba una silla. A su derecha se encontraba el juez sentado en lo alto, aportando una toga color negro sosteniendo un mazo.

Sentí todas las miradas caer sobre mí, algunos juzgándome y otros teniendo compasión sobre mi situación. Entre ellos estaba mi hermana, quien sentada en lo fondo se encontraba con los ojos llorosos observándome tristemente, supongo que ya había comenzado con sus oraciones a Dios. Podía acertar que suplicaba al cielo para que no me culparan, sin embargo ya era demasiado tarde, esta gente no iba a creerme.

Por otro lado, no tenían las pruebas suficientes para inculparme por completo del asesinato. Lo único que era, son palabras y acusaciones falsas por parte de mi madrasta.

Su mirada que derrochaba amor, su sonrisa cálida y el cariño que brindo a lo largo de estos años era mentira. Una gran actuación por parte de ella, todo lo fingió y mantuvo su farsa durante mucho tiempo. Logro engañarnos, a mi familia y a mi. 

Al tomar lugar, acomodo mi blusa con cuidado, dejo caer mis manos sobre mi regazo, levanto el mentón a lo alto con firmeza, manteniendo un gesto neutro en mi rostro, observo directamente los ojos acusantes del abogado. El hombre toma varias respiraciones, jalando hacia abajo su saco dejado relucir su brillante reloj, antes de comenzar con el interrogatorio trono sus dedos de ambas manos por unos escasos segundos.

—¿Jura solemnemente decir la verdad? —preguntó en voz alta.

Levante mi mano derecha en lo alto para posteriormente dejarla caer en el gran libro negro que llevaba como portada una cruz plateada, aquello me causo cierta gracia que tuve que reprimir una sonrisa burlona.

—Toda la verdad y nada más que la verdad. —pronuncie

Asintió el abogado conforme. —Dígame señorita Dankworth, ¿Qué hacía exactamente esa noche del sábado 18 de marzo del 2020?

Tarde unos segundos en responder, pensaba a toda velocidad, podía responder correctamente ya que no había necesidad de mentir.

—En una fiesta.

El hombre de traje gris continuo caminando de un lado a otro, coloco una mano en su corbata y con la otra libre la introdujo en la bolsillo de su pantalón. Sabía perfectamente que él estaba jugando conmigo, tratando en ponerme nerviosa, lo cual lograba con su propósito, pase mis ojos por toda la sala. Era una audiencia pequeña, tuve suerte que no pasara a mayores, si hubiera sucedido ya estuviera acabada, agradecía a los contactos que tenía  y con éxito conseguí que no fuera de mal en peor.

Contuve las ganas de girar los ojos con fastidio, apreté mis puños disimuladamente tratando en disminuir mi enfado.

—¿Puede explicar con detalle a qué hora llego, cuál era la dirección y quienes eran su compañía? —cuestiono, más que una pregunta se escuchaba a una orden.

Respondí dando la dirección del lugar en donde se realizó la fiesta, los nombres de las personas de las cuales fueron mi compañía  y a qué hora fue mi llegada a la mansión.

Después de decirlo en voz alta, me convencí a mí misma que eso es lo que había hecho durante esa noche.

— ¿Y a qué hora llego a su hogar?

—Ya le dije. —hice una pausa, tomando una respiración — Una y media de la madrugada.

— ¡Mentirosa! —grito mi madrasta estérica, lagrimas rodando por sus mejillas. — ¡Eso es mentira!

— ¡Silencio, señora Dankworth! —reprendió el juez haciendo sonar su mazo. Cerré los ojos por el impacto que hacia el martillo.

— ¡No! —negándose a quedarse callada la mujer volvió a hablar —¡Está mintiendo! ¡Ella llego antes! ¡Yo la vi!

Vete a la mierda.

El juez la ignoro por completo e hizo sonar nuevamente el mazo con más fuerza.

— ¡Orden por favor! —elevo su voz con evidente enojo, miro al abogado y después a mí. —Continúe con el interrogatorio.

El abogado asintió algo apenado por el comportamiento de su cliente.

— ¿Podría decirme algo respecto a lo que dijo su madre?

—Madrasta —corregí entre dientes molesta. —Ella no es mi madre.

—Tienes suerte de que no lo sea.

— ¡He dicho que orden! —y otra vez ese molesto mazo, joder me dejara sorda. —Continúen y esta vez sin interrupciones. —dijo esto último observando a la mujer que se limpiaba las lágrimas con un pañuelo, dejando escapar uno que otro sollozo.

Oh por favor, deja tus actuaciones para otro momento.

—Eso no es del todo mentira... —murmure pasando mi semblante a uno culpable. —Yo fui a la mansión unas horas atrás, tuve que regresar para recoger algo importante. No la vi a ella, ni a mi padre por ningún lado, supuse que salieron ya que es costumbre entre ellos hacerlo cada sábado.

El silencio reino por todo el lugar, los presentes comenzaron a murmurar entre ellos, trague saliva disimuladamente al notar la mirada acusadora que lanzaba el abogado.



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En el texto hay: misterio, asesinos, suspenso

Editado: 23.09.2020

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