Inolvidable Amor

CAPÍTULO I

Se había pasado casi todo el día recorriendo la ciudad y ahora Lucas se encontraba bordeando la playa. Siempre le había gustado el mar, el suave sonido de las olas era relajante, era una de las cosas de las que siempre había disfrutado.

El sol pronto se iba a ocultar y se acercaba la hora en la que debería estar de regreso al hotel. Se paró frente al mar y cerró los ojos disfrutando los últimos minutos de esa libertad que tanto le gustaba. Respiró profundamente sintiendo el olor del mar.

Luego de unos minutos empezó a abrir los ojos con resignación, pues debía volver. Pero a medida que los abría pensó que tal vez había sido transportado a algún lugar mágico, porque delante de él tenía una aparición… ¿Un ángel? ¿Un hada? ¿Una sirena?

Parpadeó repetidamente para cerciorarse de que estaba despierto y en la playa de Alejandría. ¿Quién era esa joven que caminaba a la par de las olas confundiéndose su cuerpo con el mar?

No, seguro estaba soñando.

Él había estado en cientos de países y había conocido miles de chicas, todas diferentes de altura, de color de cabello, de ojos y de piel, y ninguna le había llamado la atención hasta ahora.

—¿Puedes tomarme una foto? —la pregunta lo sacó de su ensimismamiento.

La joven se había acercado a él y le extendía una cámara fotográfica. Como un autómata tomó el aparato y asintió.

Ella sonrió y se alejó para que él pudiera tomar la foto.

Lucas tenía unas ideas muy firmes sobre lo que es el amor. Además de que no existe, sabía que eso del amor a primera vista tampoco existía. Era lógico, si el amor no existe, tampoco existe el amor a primera vista.

—¿Salió bien? —interrogó la desconocida a la distancia.

Lucas asintió.

Ella se acercó con una sonrisa en el rostro.

—Gracias —dijo extendiendo su mano para tomar la cámara.

Lucas no era capaz de articular palabra y solo devolvió el aparato a su dueña.

—En serio, muchas gracias —siguió ella.

—No fue nada —al fin pudo responder.

¿Dónde diablos estaba su habitual aplomo?

—No eres de aquí, ¿cierto? —preguntó ella.

—Estoy de vacaciones, con mis padres… Vinieron por unos negocios —comentó atropelladamente.

Ella sonrió.

—Tienes el acento inglés —dijo entre risas.

No debía ser mucho menor que él y cada que sonreía mostrando sus blancos dientes, Lucas quedad un poco más embobado que al inicio.

Cuando ella mencionó lo del acento se dio cuenta de que ella también lo tenía.

—¿Tú eres de Londres? —preguntó, pidiendo de forma inconsciente que dijera que sí.

—Sí, vine a trabajar —contó.

Lucas la miró interrogante, ¿trabajar?

—¿Trabajas aquí?

Ella se empezó a reír de su pregunta.

—Sí, es una buena forma de hacer turismo. Por cierto, ya me tengo que ir —manifestó haciendo un ademán de despedida.

—Espera, no me dijiste tu nombre —la atajó Lucas.

—Rosalie. Mi nombre es Rosalie —respondió la joven alejándose apresuradamente.

Lucas no tuvo oportunidad de darle su nombre, pero sabía que nunca la olvidaría ni a ella, ni ese día.

Lucas nunca olvidaría ese día, porque aquel día muchas de sus creencias se fueron abajo. Desde aquel día en adelante muchas otras de sus creencias se irían desvaneciendo, muriendo, aniquilando.

Lucas nunca olvidaría ese día porque ese día se enamoró por primera vez y a primera vista…




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