Inolvidable Amor

CAPÍTULO III

—¿Me acompañas? —preguntó Lucas con cierta timidez en la voz.

¿Desde cuándo él era una persona tímida?

—¿A dónde? —replicó ella.

Él hizo una leve inclinación a los ventanales que dirigen los jardines. Rosalie miró su puesto de trabajo con duda. Claro que le gustaría irse de ahí, pero está trabajando y no es una chica que le guste ser irresponsable, pero la tentación es muy grande…

Mira a su alrededor para ver si hay alguno de sus superiores rondando cerca y al no ver a nadie, tomó la mano que Lucas le ofrece y ambos jóvenes salieron corriendo hacia el exterior.

Al encontrarse al abrigo de la soledad y las sombras se sienten reconfortados. Los reconforta la compañía del otro sin la intromisión del mundo.

—No puedo quedarme mucho tiempo —dijo ella.

Lucas la miró sin comprender.

—Estoy trabajando, ¿recuerdas? —explicó Rosalie con paciencia.

Él asintió.

—Al menos hazme compañía unos minutos.

Ella sonrió en respuesta y ambos se pierden entre los senderos del jardín.

La conversación fluye con naturalidad, cambian de temas de conversación con la misma facilidad que conectaron en su primer encuentro. Todo es mágico y algo demencial, piensa Lucas, pues nunca le había pasado una cosa similar.

Rosalie era un año menor que él y se encontraba en Alejandría trabajando para costear sus viajes. Si no lo hiciera así, nunca hubiera podido pagar sus deseos de conocer el mundo. Su familia, que vivía en Londres, no tenía el dinero suficiente para esos lujos, pero ella había deseado, con todo su ser desde muy joven, conocer lugares exóticos. Había pospuesto su ingreso a la universidad por un año, para hacer ese recorrido del mundo y no le pesaba. Y aunque ya se encontraba próximo su regreso, no cambiaría nada de aquel maravilloso viaje que estaba realizando.

Ella era una joven sencilla, soñadora, inteligente y alegre. Con el cabello rubio que brillaba al menor contacto con el sol. Sus ojos verdes tenían una tonalidad fuera de lo común, tan claros y nítidos como perlas preciosas que reflejaban todas las emociones de su dueña. Nariz pequeña y labios delgados, pero definidos que daban cobijo a unos dientes pequeños y blancos. Los cuales al curvarse en una sonrisa iluminaban el mundo de Lucas, con esa calidez que lo llenaba y sentía que no le faltaba ya nada. 

Los minutos van pasando rápidamente, como siempre que estás feliz. Y cuando se animan a regresar ya han pasado casi dos horas. 

Rosalie debe regresar a su puesto de trabajo con la seguridad de que recibirá una reprimenda por faltar a sus labores, pero feliz por el tiempo compartido con su nuevo amigo y también por la promesa que se hicieron de encontrarse en Londres, cuando ambos regresen a su país natal. 

Lucas, por su parte, siente que ha sido una salida demasiado corta, pero la promesa del reencuentro es suficiente para que pueda seguir adelante con la aburrida fiesta. 

Cuando se encuentra con sus padres, la sonrisa que tiene estampada en el rostro no pasa desapercibida por ellos. 

—¿Te divertiste? —indagó su madre. 

—Más que eso —respondió Lucas soltando un ligero suspiro. 

Ambos padres lo miran con interés. 

—¿Conociste a alguien interesante? —pregunta ahora el padre. 

Lucas asiente y suelta otro suspiro. Ajeno los pensamientos de sus padres, sigue flotando en la nube de ilusión y enamoramiento que lo persigue cada que piensa en Rosalie. 

Mientras tanto, sus padres se preguntan en quién se habrá interesado su siempre distante hijo, y lo más importante, si esa persona será digna de un buen negocio. 




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