—Debemos hacer algo al respecto —comentó la madre de Lucas con tono de preocupación.
Su esposo asiente. Ambos saben que la relación que mantiene su hijo con aquella muchacha no es un buen negocio. Al principio no le tomaron mucha importancia, porque pensaron que sería solo un capricho pasajero, pero los meses fueron pasando y ahora tienen que ponerle un alto a esa situación.
—Hablaré con sus padres —decidió el padre de Lucas.
Ahora le toca a su esposa asentir.
—Ofrécele un buen trato al padre, estoy segura de que no podrán resistir al monto adecuado.
Su marido asintió y salió de la oficina para dirigirse a buscar al padre de Rosalie. Al cual no le fue difícil de ubicar, pues ni bien se enteraron de quién era la joven que había encandilado a su hijo, mandaron a investigar a toda su familia.
Una vez que ambos hombres se retiran a un lugar solitario para conversar, el padre de Lucas va directo al asunto.
—¿Cuánto quiere por alejar a su hija de mi hijo? —pregunta sin dar rodeos.
El padre de Rosalie finge sorpresa de una manera poco convincente. Sabe desde hace un tiempo que el joven que ronda a su hija es nada más y nada menos uno de los más ricos herederos del país.
Es una persona inteligente y al inicio pensó que podría alentar el romance de los muchachos para así ascender en la sociedad, pero ahora con esta visita, tal vez sea mejor cambiar de estrategia.
—No entiendo... —intenta decir a pesar de todo.
—No se haga el tonto conmigo, señor Harper —dictaminó con voz gélida el padre de Lucas.
Está en medio de un negocio y no va a permitir que no salga como le conviene a él. Siempre se había vanagloriado de su capacidad para hacer los mejores tratos, pero ahora solo tiene una opción, es ganar o ganar. No dejará el futuro prometedor de su hijo en manos de una chica de baja sociedad, sería imperdonable.
—No lo hago —respondí el padre de Rosalie.
—Bien, entonces dígame ¿cuál es su precio? —cuestionó el señor Moreau.
Sin otra opción, el señor Harper menciona una cifra exorbitante. El padre de Lucas asiente, para él es una nimiedad si con eso asegurará el futuro de su hijo.
—¿Y me asegura que su hija nunca más volverá a buscar a mi hijo?
Harper asintió, pensando que ya se las arreglaría para cumplir con su parte del trato.
—Pierda cuidado —dijo con seguridad.
El padre de Lucas asiente.
—Bien, mañana se le entregará el dinero y espero que hoy sea la última vez que sé algo de usted.
Harper asiente, sabiendo que debe cumplir eso si no quiere que le vaya mal. Pues es de dominio público que el señor Moreau, siendo de descendencia francesa, parte de su patrimonio lo tienen gracias a negocios ilegales y vale no meterse con gente peligrosa.
—Pierda cuidado.
Con esas palabras ambos hombres se despiden y mientras el señor Harper se va pensando en qué hacer con su hija, el otro va feliz de saber que ha hecho otro excelente negocio.
En realidad, a Harper no le preocupa la felicidad de su hija, por eso cuando en su camino se cruza con un grupo de religiosas, una idea se enciende en su mente.
Y mientras todo esto ocurre, Rosalie y Lucas disfrutan del último día de ese amor puro e inocente que está floreciendo entre ellos. Poco a poco se han ido conociendo, describiendo sus sentimientos, aceptándolos y manifestándolos.
Solo son un par de jóvenes que viven su amor, pero quizás el destino que se les depara no es terminar juntos...