Epílogo

Londres, 20 años después…

“El amor no existe”.

Había pensado Lucas una y mil veces en su juventud. Ahora que habían pasado más casi veinte años pensaba diferente: el amor romántico no existe, tampoco el amor a primera vista, ni el amor idealista, esas son cosas para personas soñadoras.

Sin embargo, ahora que podía apreciar a la feliz pareja de recién casados en medio de la pista de baile, afirmaba que el amor verdadero sí existe, ese amor era único y eterno.

El tiempo y la distancia puede separar los cuerpos, pero si el amor es verdadero y las almas se reconocen entre el bullicio del mundo, este amor será eterno.

Lucas se enamoró una vez, en Navidad, hace 30 años y nunca se recuperó de aquel amor. Un amor que lo cambió, lo transformó y lo ayudó a ser mejor persona. Volvió a nacer…

Por eso ahora, en honor a aquel amor, se ha convertido en un cupido moderno, vestido de traje y corbata que va por el mundo ayudando a jóvenes a descubrir el mundo, a conocerse a sí mismos y, ¿por qué no? Encontrar el verdadero amor.

Ahora se encuentra al borde de la pista de baile viendo cómo aquellos dos jóvenes enamorados se miran con adoración mientras realizan su primer baile como marido y mujer. No cabe en sí de la dicha al saber que ha contribuido de alguna manera a que ellos hagan realidad su amor.

—No podías evitarlo, ¿cierto? —comenta una voz femenina a su costado.

Él sonríe con satisfacción al reconocer a la dueña de aquella voz.

—Ya sabes, “genio y figura… —hace una pequeña pausa—. Hasta la sepultura”.

Voltea a ver a su interlocutora y le regala una amplia sonrisa. Ella niega con la cabeza sonriendo.

—Ellos realmente se aman —apunta Rosalie en voz baja.

Los ojos de Lucas se tornan nostálgicos.

—Nosotros también —lanza en el mismo tono que ella.

Rosalie le devuelve la mirada y le brinda una sonrisa apagada dejando escapar un suspiro lleno de memorias del pasado.

—Nosotros también —repite.

Luego, ambos vuelven la vista hacia la pareja de novios, Kevin y Lía, que no dejan de mirarse con adoración.