Inquebrantable

Capítulo 17

Alizee.

No esperaba de parte de Jacque, el detalle de traerme desayuno. Fue algo que me sorprendió y me sacó de mis cabales.

Más, el hecho de que me dijera que tenía altas expectativas conmigo, o eso entendí cuando dijo que soñaba alto cuando se trataba de mí.

Luego de eso el momento que hubo entre nosotros fue... intenso, y aunque no quiera reconocerlo, lo fue. No puedo negar la gran tensión que sentí y el gran acercamiento que tuvimos, removió algo dentro de mí.

Algo que debía morir, no iba a volver a permitir que estos encuentros tan cercanos se dieran entre nosotros una vez más, simplemente no podía permitir que él siguiera haciéndose expectativas con algo que solo lo dañaría al final, no podía hacerle eso.

Una parte de mí quería lanzarse al vacío y experimentar por primera vez la sensación de caer, pero la racional, me hacía caer en cuenta de eso. Jamás había experimentado algo así, y realmente no sabía si esto estaba bien, mi mente no dejaba de correr pensando y analizando la situación, pero antes que querer sentir y vivir por un segundo, antes que pensar en mí, pensé en él. Yo no era experta en el tema, jamás alguien me había insistido de esta manera tan apasionada, pero a lo que quisiera llegar Jacque, no alcanzaría a abordar en ese tren.

 Yo no iba a permitirle ir más lejos, porque conocía la magnitud del caos que era mi alma y no iba a dejar que él se fundiera en esa tormenta.

Ni él, ni nadie.

No iba a hundir a nadie conmigo, no quería que nadie me salvara, prefería quedarme en este hoyo sola, que traer a alguien conmigo.

Agradezco a Leo, por haber entrado en el momento que lo hizo. Si no hubiera interrumpido, no sé hasta donde habría llegado Jacque, porque sinceramente en ese momento, cuando me tenía sujeta y me miraba, no podía pensar claramente. Estaba tan abrumada por su presencia, era como una fragancia que te atrapa y te emboba, como una droga. Y las barreras que existían en mí, habían caído ante él.

En este momento deseé con toda mi alma el tener una amiga, una con la cual poder compartir esto y preguntarle si era normal sentirse así. Pero el recordar cómo habían terminado las cosas con la última que había tenido, hizo que ese sentimiento desapareciera.

Suspiré un poco frustrada por todos estos pensamientos, mis únicas crisis se basaban en lidiar con Amber, el trabajo y eso que tanto me atormentaba. Ahora resulta que tenía una crisis más que tenía nombre, Jacque.

Con esta frustración en la cabeza decido salir a tomar un poco de aire, quizás así mi mente se oxigenaba un poco y podría concentrarme en la pintura. Hacía unos minutos que no me fluía y no quería arruinar lo que ya llevaba hecho; la música atrás sonaba como un ruido muy lejano e incompresible. Ni siquiera ella era capaz de sacarme de esta burbuja de pensamientos.

Me quito el delantal y con una toalla, limpio la pintura que tengo en las manos. Lo dejo a un lado y tomo mi celular con los audífonos dispuesta a salir.

Llevaba ya más o menos un mes en la galería y solo conocía la parte administrativa, donde estaba mi cuarto de trabajo y la recepción de servicios. No había recorrido más el lugar y sinceramente, me había entrado curiosidad por conocerlo y eso haría, o por lo menos alguna parte del lugar.

—Hola Ali —saluda Nelly con una gran sonrisa.

—Hola Nell, ¿Qué tal todo? —pregunto cordialmente.

—Bien, ¿y tú? Hasta acá se escuchaba el regaño del señor Ross, para con Jacque —comenta con gracia.

Yo frunzo el ceño.

—¿Por qué lo regañaban? —pregunto curiosa.

—No lo sé muy bien, pero creo que fue porque los dos salieron juntos y tú llegaste primero. Él apareció mucho tiempo después —se encoge de hombros—. Yo no lo vi llegar, estuve en exhibición gran parte de la mañana. Llegué justo a tiempo para presenciar el show —suelta una baja risa.

—Eh... bien —titubeo—. Nell, ¿Sabes si puedo ir a exhibición?

—Sí, claro. ¿Quieres hacer un recorrido?

—No, solo quiero dar un vistazo —me apresuro a responder.

—¿A qué? —se apoya a mi lado, Jacque.

Yo suspiro.

—Nada que te importe —respondo mirando mis manos—. Es de mala educación escuchar las conversaciones ajenas, ¿no te lo enseñaron? —digo aún sin mirarlo.

—Es malo cuando lo hago yo, pero Nell, ha escuchado mi regaño y no le has dicho lo mismo.

La aludida se pone roja y atiende una llamada que llega en ese momento.

Salvada por la campana.

Me remuevo en mi lugar y lo miro.

Parece un poco tenso, pero aun así su mirada brilla al mirarme.

—¿A dónde, Monet? –insiste.

Ruedo los ojos.

—Deja de llamarme así.

—Me gusta llamarte así —me regala una sonrisa.

—A mí no me gusta que me llames así —cruzo mis brazos.

—¿Quieres recorrer la galería? —pregunta con el ceño fruncido.

—¿Por qué?

—Responder a una pregunta con otra pregunta, también es de mala educación ¿eh? —dice divertido.

—Que más te da —le pongo mala cara y me giro dispuesta a irme.

Cosa que no pasa porque cierta mano me agarra y me impide dar un paso más.

Y ahí está. La corriente de electricidad, me estremezco.

—Suéltame —le digo crudamente.

—Si quieres que lo haga, ilumíname y dime ¿A dónde quieres ir?

—No lo voy a repetir dos veces Jacque, voy a contar hasta tres y quiero tus sucias manos lejos de mí —espeto mirándolo.

—Uno —empieza por mí, lo dice con diversión.

—Mira Jacque, no te he dado ninguna confianza para que me tomes como un juego.

Su agarre disminuye, pero me sigue tocando. Da dos pasos y lo tengo más cerca de lo que me gustara.

 —Veo que hemos vuelto al inicio —suspira y me suelta, queda un leve cosquilleo en esa zona—. Pensé que habíamos avanzado y que ya no serías grosera conmigo.

—Tú error fue creer que podías pensar.




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