Jacque.
El sonido del claxon de los vehículos que vienen detrás, me alertan de que el semáforo ha cambiado y debo poner el auto en marcha. Me encontraba tan absorto en mis pensamientos que me había olvidado hasta de que iba manejando. Habían pasado doce días desde la última vez que la vi.
Doce días, en los que no había dejado de pensar en ella un solo segundo y mi corazón no dejaba de sentir una gran opresión. Me sentía acorralado, tanto, que asfixiaba. No había podido dormir bien, tenía un aspecto terrible y las personas empezaban a darse cuenta. Esta situación me estaba consumiendo y no entendía el por qué, ya que realmente ni siquiera alcancé a iniciar una amistad con ella.
Quizás si hay cierta razón, cuando dicen que, lo que más duele es aquello que no se tuvo, habiendo existido la oportunidad de haberlo disfrutado. Bufé frustrado, estaba insoportable, Layve ni siquiera me hablaba. Seguía resentida conmigo por lo del viaje al que no la acompañé y ahora estaba enojada conmigo porque le había respondido mal. Diego, me había dicho que saliéramos, pero no tenía muchas ganas, así que no lo he visto desde entonces, solo hablamos por mensajes.
Le terminé pidiendo a papá que me trasladara de lugar de trabajo. Primeramente, le había dicho que quería tomarme una semana, pero él se negó rotundamente, por lo que me trasladó a otra sede.
Por lo menos había contado con el favor de no cruzarme con Alizee, pero no dejaba de sentirme culpable y de pensar en cómo se sentía. Creo que eso era lo que más me atormentaba y también el hecho de que justo cuando había cedido a abrirse a mí. Mi corazón estaba hecho trozos y yo mismo era el culpable.
Pegué la cabeza al volante cuando estacioné en casa. Papá me había mandado a por unos papeles a una firma al otro lado de la ciudad, pero cuando llegué ya estaba cerrada.
Genial.
Mis días mejoraban cada vez más.
Solo faltaba que me encontrara a Diego y a Alizee juntos para que terminara de mejorar mi frustrante existencia.
Me bajé del auto enojado, papá sabía que la firma estaría cerrada y por eso me mandó. ¿La razón? No la conocía. Seguro era a forma de castigo por mi tosca actitud estos últimos días y quizás tenía algo de razón. Les pediría disculpas a los tres, no merecían soportar las consecuencias de mi decisión.
Me había costado decidir, pero al final preferí hacer lo correcto. Todavía no era capaz de darle la cara a Alizee, y decirle que ya no podríamos ser amigos. Era muy cobarde de mi parte, pero preferiría sentir el rechazo por parte de ella eternamente, a que ella lo sintiera. No podía hacerle eso y la solución había sido evitarla.
Quizás también me daba miedo volver a verla después de tantos días y retractarme.
Intentaría no darle más mente al asunto durante la cena, alejaré esos pensamientos y me concentraré en mi familia.
Pero no sin antes reclamarle a papá, claro.
Abrí la puerta y al no ver a nadie en la sala me dirigí a la mesa, vi a papá y me enfrasqué en él.
—Papá —lo llamé secamente.
Me pongo frente a él, dándole la espalda a Layve. Seguro hoy si se bañó, porque se siente un olor agradable en el ambiente.
—Hola, hijo —me regala una sonrisa angelical.
—Me hiciste cruzar media ciudad sabiendo que estaría cerrada dicha firma —le suelto sin más.
—¿Si? ¿Qué hora es? —mira su reloj—. Lo siento, no me fijé. Ya podrás ir mañana por ellos —vuelve a sonreír.
Uno queriendo cambiar de actitud y no contribuyen a la causa.
Suelto un suspiro.
—¿Iban a cenar sin esperarme? —digo al notar la comida en la mesa.
Tampoco me iban a esperar para cenar, genial.
—Tú no llegabas y había prioridades cariño —habla mamá a mis espaldas.
—Vale, gracias —digo con ironía para voltearme a verla.
Salto en mi lugar al encontrarme no con la rubia de mi madre, sino con la castaña de Alizee.
Merde.
Mira el lado bueno, por lo menos no te encontraste con Diego y Alizee saliendo juntos, solo te encontraste con la segunda.
Ahora no, comodín.
Doble Merde.
¿Por qué lo llamaba comodín? Tendría que dejar de hacer eso.
Yo no me quejo la verdad.
Espabilo varias veces para saber si no me la estoy imaginando de tanto pensar en ella, pero el codazo de mamá me hace saber que no es una alucinación.
—No seas mal educado Jacque, saluda a la visita.
¿Y ahora que digo?
¿Qué tal hola?
—H-hola —titubeo.
Genial, ni siquiera pude decirlo bien. Mamá enarca una ceja y papá me da una mirada inquisidora.
—Hola, Jacque —responde sin titubeo, sin ninguna expresión.
Layve, como ha venido haciendo, me ignora y habla:
—Bien, después de los saludos. ¿Quién quiere comer? —sonríe ampliamente.
—Jacque, cariño, siéntate —me toma por el brazo mamá.
Yo asiento sin dejar de mirar a Alizee, ella ya ha roto el contacto visual, poniendo su mirada ahora en sus manos.
Me muevo lentamente y me siento al lado de papá.
Mamá empieza a hablar y a dar la oración de gracias, pero yo no soy capaz de prestar atención, mi mente sigue procesando el hecho de que ella esté aquí. ¿Cómo pasó esto? ¿Y por qué la razón de que mi familia la conozca, es una de la cual no soy consciente? Cuando debería ser porque yo la he traído a casa, no nadie más.
Juro que como por las escaleras baje Diego o llegue en unos minutos, renuncio al papel de protagonista de este libro. Porque eso es lo que parece mi vida, un jodido libro.
—Oye Jacque —la voz de Layve me devuelve a la realidad—. ¿No quieres que te ceda mi puesto para que estés al lado de Alizee?
Yo frunzo el ceño.
—Estoy bien aquí, ¿Por qué? —respondo mirando a Alizee, que se encuentra algo incómoda.
—Porque eso hacen los novios, sentarse juntos, estar juntos, y yo no quiero ser quien les corte el rollo de estar juntos.
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Editado: 16.07.2021