Inquebrantable

Capítulo 24

—Ya puedes soltarme —musita en mi cuello.

—Mmm —refunfuño—. ¿Tan rápido? Déjame disfrutarlo un poco más, seguro no me vas a dejar abrazarte en años —me escondo en su cabello y aspiro su olor.

—Han pasado como diez minutos desde que estamos así. Apártate, sino quieres que te patee. Y ten por seguro, que esta vez no será en tu estómago, será más abajo —sentencia.

—Tranquila fiera —suspiro y me aparto—. Fue lindo mientras duró.

Rueda los ojos y retrocede.

—Bien, ya estamos plan amiguitos otra vez. Ya puedes irte —agita su mano.

¿Ah? Déjenme procesarlo un minuto. ¿Este cambio de actitud de dónde salió? No creo que una vida me alcance para intentar comprenderla.

—Pensé que estábamos plan amiguitos cordiales, no toscos —bromeo.

—Se me pasó el entusiasmo —se encoge de hombros.

Está mostrando desinterés, pero sé que está sintiendo todo lo contrario a lo que demuestra.

Con una ceja arqueada me acerco y la miro fijamente.

—A mí no se me ha pasado el entusiasmo —aseguro—. Tampoco se me pasará por ahora. Así que, prepárate para lidiar con mi intensidad.

—Entonces prepárate tú para lidiar con mis golpes —se cruza de brazos.

Donc, pour chaque coup, je te donnerai un baiser —contesto con tono seductor.

«Entonces, por cada golpe, te daré un beso»

—Inténtalo y conocerás el infierno —dictamina.

¿Entendió lo que le dijimos?

No creo.

Yo creo que sí.

Cállate y déjame averiguarlo.

—Arderemos juntos en llamas, entonces —respondo dándole la espalda.

—Cuidado con lo que dices Jacque —chasquea la lengua—. Yo ya he ardido varias veces en ellas, ¿pero tú? Lo dudo, quédate en tu zona de confort mejor.

La miro de reojo.

—Si no estás en mi zona de confort —chisto—. No me interesa quedarme allí —volteo a verla—. Prefiero ir a por ti.

Abre los ojos desconcertada sin emitir respuesta. Me mira perpleja un rato hasta que se aclara la garganta.

—Jacque, ya es tarde y mi tía no tarda en llegar.

Suelto una risa y niego con la cabeza. Ahí estaba nuevamente escondiéndose de afrontar lo que la descomponía.

—Como ordenes Monet —relamo mis labios y empiezo a caminar hacia la puerta—. ¿No me vas a acompañar? —volteo a mirarla cuando noto que no sigue mis pasos.

—Ya conoces la salida ¿no? —se tira en la cama—. De todas formas, no creo que te pierdas.

—¿Y si me roban?

Frunce la boca.

—No creo que haya ladrones dentro de la casa. O sí, estás tú que entraste ilegalmente a mi habitación —se incorpora y apoya su peso en sus dos manos.

—No fue ilegalmente —me defiendo.

—Si lo fue. No tenías mi permiso y entraste por la ventana. Alguien que no invade un espacio ilegalmente, entra por la puerta —contraataca.

—En mi defensa, si tocaba la puerta sabrías que sería yo y no abrirías —respondo avanzando unos pasos.

—Mira Jacque, deja de hacer esto más complicado y vete ya —señala la puerta.

Le tomo la mano y la jalo en mí dirección.

—Solo si vienes conmigo —respondo mirándola fijamente.

Ella traga en seco e intenta apartarse, pero la sostengo con fuerza del brazo y con mi otra mano, la tomo por la cintura.

—Jacque... —advierte.

—Alizee... —digo divertido con una sonrisa.

—Deja de molestar —reprende.

—Deja de rechazarme —contraataco.

—No estoy jugando —responde seria.

—Yo sí estoy jugando —respondo animado.

—No lo voy a repetir dos veces —me da una mirada cruda.

—Si no quieres repetirlo dos veces, entonces acompáñame hasta la puerta.

—¿Para qué quieres que te acompañe? —ladea la cabeza.

—Quiero verte hasta lo último que pueda. Ya te desaproveché doce días, no pienso hacerlo un segundo más.

—Mira Jacque, somos amigos. Solo eso —hace énfasis—. Entonces, te voy a pedir el favor de que dejes de hacer ese tipo de comentarios.

Auch.

Mi corazón acaba de recibir una gran puñalada.

Suelto su cintura y reduzco la presión en el agarre de su brazo.

—¿Por qué? Te dije hace un rato...

—Sé lo que dijiste —me interrumpe—. Pero yo solo he aceptado a ser tú amiga. Más nada. —suspira—. No lo hagas incómodo para mí, así tampoco lo será para ti.

Asiento liberándola por completo.

—Lo siento, no suelo ser así. Creo que jamás lo había sido —resoplo—. Solo que contigo soy... todo lo que nunca he sido —miro mis zapatos.

Un par de finos y tersos dedos toman mi mentón, en un sutil movimiento lo levantan. Sus ojos examinan mi rostro.

—No hay nada malo en ti Jacque, eres muy tierno e intenso —sonríe levemente—. Solo... no quiero te confundas. Deja que todo fluya en su momento. Yo... tengo muchas cosas con las que lucho, no creo que deberías de mirarme con otros ojos que no sean unos de amistad —delicadamente desplaza sus manos por mi cuello y pecho hasta que caen a un lado.

—Gracias por ponerme sobre aviso, pero creo que es un poco tarde para eso. Je t'aimerai toujours et tu ne pourras rien y faire —susurro en su oído—. Mantendré mis comentarios e intenciones a raya, pero no creas que esto quedará así —la señalo con un dedo.

«Me seguirás gustando y no puedes hacer nada para impedirlo»

—Un día a la vez, hoy somos amigos y mañana también lo seremos —afirma.

—Ya veremos qué sucede después Monet —ladeo el rostro para verla mejor.

—Sí, lo que digas —rueda los ojos—. Ahora, tú —acusa—. Te irás a casa, seguro que Raymond y Cristina están preocupados por ti —se cruza de brazos.

—Mmm, no lo creo. Todo esto —hago una seña de circulo con un dedo—. Fue un plan macabro de ellos.

—¿Plan para qué? —contesta empezando a avanzar hacia afuera.

Yo sigo sus pasos.

—Para que su adorado hijo se reconciliara con su... —voltea su cabeza como muñeca de película de terror y me da una mirada de advertencia—. Querida amiguita —termino la oración y sonrío como angelito.




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