Inquebrantable

Capítulo 25

Alizee.

Suelto un enorme resoplido cuando cierro la puerta.

Jacque, era realmente intenso.

Y no me refería a que lo fuera por ser desmedidamente extrovertido.

Me refería a él como tal, a una intensidad realmente profunda de su ser.

Quizás él no lo podía ver, pero yo sí era capaz de percibirlo y palparlo, emanaba tanto, que no creo que fuera capaz de reconocerlo.

Salto en mi lugar asustada por el repentino sonido del teléfono.

Me desplazo por la sala hasta llegar a él.

—Hola —digo cuando lo descuelgo.

—¿Mocosa? —responde Amber.

No me sorprende.

—¿Qué quieres? —pregunto con irritación.

—Verás, estoy… ¡No! ¡Para! —dice entre risas—. Necesito —jadea—. Que vengas por mí —se ríe.

—¿Y yo tendría que hacer eso porque…?

—Lizzie, estoy borracha y no quiero quedarme aquí. Es un lugar de mala muerte, no quiero morir tan joven —arrastra ciertas palabras.

—Bien —respondo resignada—. ¿Dónde estás?

—¿Dónde estoy? —le pregunta a otra persona—. Estoy en Sallen’s, es un bar. Bájate del taxi unas cuadras antes, en unos edificios.

—No te muevas de ahí.

—Okeyyy —alarga.

Finalizo la llamada y subo a mi habitación en busca de una chaqueta para el frío y dinero.

¿Qué tan mala pude haber sido en otra vida para pagar esta pena?

Deberías dejarla tirada, de pronto así desaparece y somos felices sin ella.

Sabes bien que no lo haría.

Deja de ser tan ingenua y abre los ojos, así nos haces un gran favor a todos.

¿A qué te refieres?

Olvídalo, sigue tú camino.

Niego con la cabeza y me dispongo a salir de la casa.

Frunzo el ceño cuando veo el carro de Jacque, a unos pocos metros de distancia. Parece que le está diciendo algo a una chica, esta sube a su auto con una sonrisa.

Ah, ya.

Me giro y empiezo a caminar en busca de un taxi, tratando de ignorar la punzada que sintió mi corazón.

Cuando he avanzado media cuadra logro parar un taxi.

—¿Conoce el bar Sallen’s? —pregunto antes de subirme.

El conductor asiente y yo subo en el asiento de atrás.

—¿Trabajas ahí? —pregunta mirándome por el espejo retrovisor.

—No, voy a buscar a alguien —empiezo a jugar con mis manos.

No responde nada y el resto de camino no hablamos más.

—Ten cuidado, no es una zona segura —menciona cuando nos hemos detenido en los edificios que mencionó mi tía.

—Gracias, la tendré.

Bajo del auto y empiezo a analizar la zona.

 No es muy bonita, tampoco parece ser el mejor lugar por el cuál andar sola a las once de la noche.

Empiezo a caminar y a observar a las pocas personas a mi alrededor, están fumando o riendo. Empiezo a toser por el olor penetrante, el cuál no solo proviene de los cigarros, también hay algo más que hace sentir el aire pesado.

Algunas personas voltean a mirarme, pero se concentran en sus asuntos nuevamente.

Doblo en una esquina y todo empeora. Esta calle, está totalmente sola, pero puedo escuchar música, seguro proviene del bar, lo que significa que estoy cerca. Apresuro mis pasos y me detengo en seco cuando analizo un poco más la calle.

Siento que ya la conozco, que ya he estado aquí antes.

Los recuerdos de aquella pesadilla invaden mi mente, un escalofrío recorre mi cuerpo.

Doy pasos cortos extremadamente lentos, hasta que lo veo.

Robert.

Mi corazón empieza a latir desenfrenadamente.

Nuevamente, él y sus amigos no me han notado.

Esta vez no caeré en el error de retroceder pudiendo tropezar y llamar su atención.

Me aseguro de que no me han visto y me doy la vuelta, lentamente para salir de aquí, pero esta vez no choco con ningún contenedor, en realidad, no choco con nada.

O bueno sí, choco con una mirada inquisidora.

Mierda.

Trago en seco.

Él enarca una ceja y me da una sonrisa ladeada.

—¿Te perdiste del castillo, reina? —avanza un paso.

Yo niego.

—Lo siento, yo estaba buscando a mi tía. Ya me voy —señalo hacia al frente.

Me apresuro a mover mis piernas y tratar de esquivarlo, pero cuando paso por su lado, toma mi brazo.

—Puedo ayudarte a encontrarla.

—Estoy bien, gracias —trato de soltarme de su agarre.

—¿Por qué estás asustada? No te haré nada malo, tranquila, solo quiero ayudar —sonríe.

—Puedes ayudarme soltando mi brazo —suplico con la mirada.

Chasquea la lengua y lentamente me suelta.

—Que te vaya bien en busca de tú… tía —pasa la lengua por sus labios.

Asiento y empiezo a alejarme.

Me detengo en seco cuando una moto se atraviesa en mi camino.

Robert y alguien más que no reconozco, se bajan de ella.

—¿Te ibas sin conocerme? Toda bella dama que cruza este suburbio, necesita conocerme —dice eufóricamente.

Yo no respondo nada.

—Estás hermosa y seguro que Loui, se dio cuenta de eso también, ¿por qué dejabas que se fuera en silencio? —mira al aludido.

—No tengo ganas de jugar —se encoge de hombros.

—Yo sí —afirma Robert—. Mucho gusto, me presento, Robert —extiende su mano—. Bien, la gatita no habla y tampoco muestra aceptación —dice cuando no respondo a su apretón.

—Yo solo vine en busca de mi tía… Yo no he causado molestias y si es así, disculpen, pero por favor déjenme ir en busca de ella…

—No eres una molestia linda —empieza a avanzar—. Pero lo serás si no cedes —se detiene a unos centímetros—. ¿Quieres irte?

Asiento temblorosamente.

—¿Y qué tienes para darme a cambio?

—Yo… N-nada —se rompe mi voz.

—¿Entonces cómo solucionamos? —toma un mechón de mi cabello y lo enrolla en su dedo.

—Loui —se escucha una cuarta voz a mi espalda que se dirige al mencionado anteriormente—. ¿Qué hacen aquí? Los estoy esperando hace diez minutos.




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