Alizee
2 semanas después…
Miércoles, 19 de diciembre.
—¡Quédate quieta, por amor a Dios! —Megan se aparta un poco y me mira con furia.
—¡Te dije que no me gusta el maquillaje! Es incómodo para mí —me cruzo de brazos.
—Para ser bella, hay que ver estrellas —dice mientras peina mis cejas—. ¡Así que deja de moverte! —retrocede unos pasos—. Es tu maldito día, Alizee —recalca—. Tienes que brillar más que nadie, bebé —relaja el semblante y dice con dulzura.
Ruedo los ojos.
—Nadie va a verme a mí, todos van por los cuadros.
—Cuadros que pintaste tú —responde volviendo a su anterior tarea.
Yo frunzo el ceño ante su contacto, se siente rara la sensación del delineador en mi parpado.
—También Leo, Sabah y Dan.
—¿Qué papel importante tienen ellos en esta historia? Ninguno, así que ni para qué mencionarlos —se aparta, escanea mi rostro y se dirige a la cama donde están todos los maquillajes regados.
—Son mis compañeros —me encojo de hombros—. Sus cuadros también serán expuestos, no soy la única Coca-Cola en medio del desierto.
—¿Si? ¿Cuántos? ¿Dos? ¿Tres? Porque la que lleva la corona esta noche eres tú, con más de diez obras —responde mientras observa dos colores de labiales con el ceño levemente fruncido.
—¿Te falta mucho? Seguro que Jacque ya está por llegar —ignoro su anterior comentario, no quiero pensar en que seré el centro de atención, terminaré llenándome de miedo y no quiero eso.
—¿Y? Que espere —se acerca nuevamente.
Suelto una carcajada, ella me mira y se queda haciéndolo unos segundos más.
—¿Qué? —pregunto con una sonrisa.
—Nada —sonríe—. Solo que tienes una risa linda, no sé por qué no lo hacías antes.
Empieza a ponerme labial, por lo que no le respondo, pero más porque me quedo pensando en su respuesta.
Sonreír era una acción que no existía en mí, ni siquiera lo hacía por educación o para parecer cordial. No me nacía hacerlo, simplemente no encontraba algo que me impulsara a que los extremos de mis labios se extendieran formando una sonrisa. Para ser feliz y sonreír hay que estar vivo. Y yo, simplemente sentía que los días avanzaban, que la película seguía corriendo, que mis pulmones seguían recibiendo oxígeno, cuando mi alma estaba muerta y mi mente presa en un recuerdo desgarrador que no me dejaba ser feliz.
O eso era lo que pensaba hasta que pareció que la vida me empezó a sonreír y yo quise sonreírle a ella también.
—Ya terminé —anuncia Megan.
Su voz rompe la línea de pensamientos que transitaba por mi cabeza.
—¿No quieres ver cómo has quedado? —pregunta al no recibir respuesta de mi parte.
Asiento y lentamente me pongo en pie y camino hasta ver mi reflejo frente al espejo.
Mi piel parece de porcelana, mis parpados están impregnados de sombras tonos tierra y en el centro resalta un llamativo dorado, mis cejas están peinadas, mis pestañas enchicadas y con rímel dando la sensación de que son largas y abundantes, un delgado delineado que resalta la forma de mis ojos y los labios color nude.
Debo admitir que el maquillaje quedó realmente lindo, me hace ver más formal y… bonita.
En cuando a mi ropa, opté por algo sencillo. Un pantalón tiro alto color lila, una blusa blanca con encajes en los hombros y unas sandalias. No quería ir con un súper vestido de gala, prefiero estar más cómoda y sencilla.
Y sin llamar la atención.
—¿Y qué opinas? —pregunta mientras empieza a arreglar un poco mi cabello.
—Me gusta mucho, quedó muy lindo. Gracias, Meg —le regalo una sonrisa.
—Siempre será un placer tenerte como musa —me guiña un ojo.
No le respondo, la dejo que termine de arreglar mis cabellos desordenados.
Megan y yo hemos tenido un acercamiento en cuanto a amistad desde aquella vez que nos conocimos. Luego de que Jacque me pidiera que fuera su novia, empecé a hablar con ella, y no ni siquiera porque estaba saliendo con Jacque, porque ella se enteró luego de cinco días.
Después de que Jacque se hubiera ido de mi casa, nos mensajeamos y quedamos en salir a comer algo, desde ahí hemos estado conversando y saliendo alguna que otra vez, se ha ganado un poco de mi confianza y aprecio, es una chica realmente dulce y comprensiva, pero, sobre todo extrovertida, siempre dice algo que me hace reír.
Podría decir que se estaba convirtiendo en mi amiga.
Mi celular empieza a sonar, volteo a buscarlo y lo tomo, es Jacque.
—¿Mademoiselle Barrera? —escucho apenas descuelgo.
—Monsieur Rousseau —respondo tratando de pronunciarlo bien.
Puedo imaginar su hermosa sonrisa igual a la que tengo yo en este momento, Megan empieza a decir cosas que ignoro, solo molesta.
—¿Ya está lista para ir a su exposición? Su carruaje la espera, Mademoiselle.
—Estaré abajo en dos minutos.
—La espero.
Cuelgo la llamada y me coloco perfume, tomo mi bolso y volteo a ver a Megan que está amarrando sus tacones.
—Ya está abajo, ¿estás lista?
—Nací lista —se pone en pi en un rápido movimiento y toma sus cosas, salimos de la habitación.
Estamos en su casa, ella insistió en querer maquillarme y al final terminé accediendo.
Bajamos a la primera planta y salimos, diviso a Jacque recargado en la puerta de copiloto, lleva puesto unos jeans y una camisa negra, aunque está vestido sencillo, se ve realmente guapo.
—Adelántate, olvidé las llaves —menciona Megan.
Asiento y camino hacia el auto.
Jacque, me mira fijamente sin apartar la mirada de mis ojos hasta que llego a su lado, cuando estamos a poca distancia, me observa de arriba a abajo, me rasco el codo nerviosa.
—Hola —saludo con timidez.
—Hola —responde con una sonrisa ladeada.
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Editado: 16.07.2021