Inquebrantable

Capítulo 32

Jacque

 

—¿Te duele? —subo mi mirada a Alizee y escaneo su expresión.

Una mueca de dolor inunda su rostro.

—Solo un poco, trata de meterlo un poco más despacio.

—Perdón —muerdo mi labio y enfoco mi vista en el diminuto agujero.

Lo ingreso un poco más y escucho la queja retenida por sus labios.

—No ahogues los gemidos, comprendo que te duela.

—No tendría que estarme doliendo algo dan diminuto —dice con cierta repelencia.

Enarco una ceja y le regalo una mirada de indignación.

—No te duele lo que estoy metiendo, te lastima lo que ya está adentro, lo cual no es tan diminuto —aclaro.

—¡Entonces sácalo o mételo rápido! —exclama exasperada—. No te detengas —suspira frustrada.

—Solo no quiero lastimarte —busco su mirada, la cual se encuentra perdida hacia su diestra.

—Solo es una maldita astilla, Jacque —voltea a mirarme—. Duele, pero si sigues tratando de sacarla sin que lo haga, llegará año nuevo.

Suelto un suspiro y pongo toda mi concentración en su palma. Descanso el alfiler que tengo en mis dedos al lado del lugar donde está aquello que penetra su mano, cuando ha ingresado un poco más, impulso la astilla para que salga. Veo como la punta empieza a asomarse, sigo empujando y finalmente sale más de la mitad, saco el alfiler y con mis uñas termino de sacar la astilla.

—Ya salió —alzo la cabeza, nuestras miradas conectan.

Relaja su ceño, el cual se mantenía arrugado por la molestia que generaban las puyas.

—Gracias —me da una sonrisa de labios apretados.

—¿Estás bien? —inquiero frunciendo mi ceño.

Asiente y flexiona sus rodillas hasta que quedan a la altura de su pecho. Sus brazos las rodean y me mira sin decir nada. Hago lo mismo, me limito a admirarla con las melodías de fondo.

El rugir del viento, el sonido que emiten los grillos y los búhos. La música que provoca la naturaleza.

Luego de mi pequeña conversación con Alizee, en la puerta del baño, donde le dije que le enseñaría el cielo, a eso me dispuse.

Tomé su mano, nos despedimos de mi familia y la traje a una zona alejada de la ciudad donde la oscuridad del cielo es vehemente y las estrellas brillan con intensidad.

Así como ella resplandece en mi oscuridad.

Cuando llegamos y ella vio el cielo, quedó encantada, y el brillo que produjo su rostro, es inolvidable.

Luego nos sentamos en la grama de la montaña y cuando puso una de sus manos en esta, se le incrustó una astilla. Primero intentó sacarla con sus uñas, pero lo único que logró, fue enterrarla más. Recordé que mamá había dejado en el auto uno de esos neceseres que cargan infinitas de cosas que podrían ser de ayuda en algún momento y encontré el alfiler.

Cosas innecesarias que nunca usan, querrás decir.

En este caso fue de gran ayuda.

Esto nada más te sucede a ti. Como si este tipo de cosas pasaran en la vida real.

¿Eh?

Plátano.

¿Plátano? ¿Qué tiene que ver un plátano aquí?

Sandía.

¿Sandía?

Melón.

¿Qué? ¿Andas fumando cosas verdes o qué, comodín?

Verdes, no. Multicolor, sí.

¿Qué diablos le pasa a mi mente? Creo que si necesito ese psicólogo.

—Jacque —su voz me trae nuevamente a ella.

Tiene los ojos cerrados y sigue en la misma pose, su cabeza ahora descansa en sus brazos. El viento mueve mechones de su cabello, creando una imagen angelical e inalcanzable de ella.

—Alizee —una leve sonrisa se forma en sus dulces labios.

—¿En qué piensas? —abre sus ojos, acción que transcurre como en cámara lenta.

Joder, que hermosa es.

Que enamorados estamos de ella.

Imposible no estarlo.

Dejo escapar un suspiro.

—En lo jodido que estoy.

Frunce el ceño y rompe la posición en la que descansaba. Sus piernas ahora se cruzan formando la pose de indio.

—¿Por qué estás jodido?

—Porque mi mente se la fuma multicolor —suelto inconscientemente.

¡Hey! ¡Ya me expusiste!

Espabila repetidas veces y luego suelta una risa retenida.

—¿Qué? —dice con diversión.

Sonrío y relamo mis labios.

—Me he enamorado de la lluvia que causas —empiezo a decir—, de la revolución de colores que sueltas —miro al cielo y cierro los ojos—. Te convertiste en mi nota musical favorita y en mis ganas de vivir —suelto una risa sarcástica y siento como una lagrima desciende por mi mejilla—. No diré que eres mi todo —fijo mi mirada en ella nuevamente—. Porque eres más que eso. Eres el número más alto, y son infinitos —me acerco a ella y junto nuestras frentes—. Je suis foutu —aseguro—. Je suis perdu en toi... —digo casi que en un susurro—. Et je ne suis pas sûr que je t'aime encore... Je pense que je commence à t'aimer —beso su frente—. Je t'aime à chaque battement de mon cœur —suelto un suspiro disimulado—. Por eso —enfoco sus ojos—, estoy jodido. Por eso y más.

«Estoy jodido».

«Estoy perdido en ti».

«Y ya no estoy seguro de quererte… Creo que te empiezo a amar. Te amo con cada latido de mi corazón».

—Si me lo dices en inglés, seguro que puedo entenderlo y corresponderte —responde inocentemente con una sonrisa.

Niego con una sonrisa triste.

Ce qui me fait vraiment chier, c'est que tu aies peur de l'intensité avec laquelle je t'aime et que tu t'en ailles.

«Lo que realmente me jode, es que te asustes de la intensidad con la que te amo y te marches».

—¡Jacque! ¡Ya! Que no entiendo nada.

Río.

—Deberías contratarme como tu profesor de francés, entonces —sonrío en su mejilla y procedo a esconderme en su cuello y a aspirar su olor.

—Mmm —niega—. Creo que contrataré a otro profesor mejor.




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