Un pie dentro, un pie afuera
“La edad no importa, a menos que seas un queso." (William Shakespeare)
Amy
"No sé si mamá tenía razón o si la tiene el teniente Dan. No sé si todos tenemos un destino, o si flotamos sin rumbo como una pluma en el viento. Pero creo que tal vez sean ambas, que ambas estén ocurriendo al mismo tiempo…"
—¿Puedes pausar esa cosa y bajar a cenar?
Rodar los ojos es lo menos que puedo hacer. Es una reacción automática, una protesta silenciosa contra la interrupción. ¿Por qué nunca puedo tener un minuto para mí? Es mi última noche de libertad antes del infierno escolar, y lo único que pido es poder llorar a solas con Forrest Gump.
—¡Y no ruedes los ojos, o te quedarás tuerta! —La voz de mi hermana, Mariana, resuena desde el segundo escalón.
Genial, ni siquiera puedo hacer una expresión facial sin que ella lo sepa. Al parecer, mis acciones son una rutina predecible.
Bajo las escaleras, y mi mente no puede evitar regresar a la película. ¿Por qué el final siempre me hace llorar, incluso sabiendo lo que va a pasar? Claro, siempre lloro sola.
Al llegar a la planta baja, el caos familiar me recibe.
—Bájate de ahí, mocoso, nunca tendrás la fuerza suficiente para eso —dice Mariana.
—¿Desde cuándo se necesita fuerza para esto?
Una guerra, por una simple mermelada. Mariana, o Mari como le decimos, es la guardiana oficial de nuestro hermano menor, Luciano. Esto se traduce en una batalla constante por todo. Nunca me meto en sus peleas; son demasiado tontas para mí.
Pero en esta casa, siempre hay alguien que evita que el mundo se caiga a pedazos.
—Niños, dejen de pelear o no habrá tostadas para nadie —La voz de mi abuela Mariella es la calma en medio de la tormenta. Ella es la única que puede evitar las catástrofes y mantenernos cuerdos, aunque debo admitir que me encanta verlos pelear. No es que yo tenga con quién hacerlo.
—Abuela, es inútil, olvida a esos mocosos. Tengo hambre y la boba de Mari parece que no sabe tocar una puerta —Me arrepiento de mis palabras en cuanto las digo.
La abuela me mira, y su mirada me hace sentir como si hubiera cometido una blasfemia.
—No digas eso, mi niña, tus hermanos son unos amores.
¿Amores? Pienso. Se pasan el día peleando y luego se reconcilian. Un ciclo sin fin. La abuela, con un suspiro, abre la mermelada y pone fin al conflicto.
Nos sentamos a cenar, justo cuando nuestra madre, Alessandra, llegaba del trabajo.
—Hola, niños, ¿cómo están? —saluda, tomando asiento.
—Pues mamá, fui a comprarme unos libros nuevos… —Intenté empezar, pero Mari me interrumpió.
—¿Desde cuándo a la señorita lectora le gusta comprar o leer libros? ¿A que sí, hermanita?
—En primer lugar, bruta, yo soy la mayor, tú eres la hermanita. Y en segundo lugar, a mí sí me gusta leer, a ti nadie te dice nada por pasar jugando fútbol.
Nuestras miradas se retan, pero Luciano nos interrumpe.
—Pues hoy papá habló conmigo…
Todos nos quedamos en silencio, mirándolo. Hacía tiempo que no sabíamos de él.
—¿Y qué fue lo que te dijo? —pregunta la abuela. No entiendo por qué. Cualquier cosa que dijera, no podría ser buena.
—Bueno, familia, me retiro, tengo… un trabajo que terminar —Es una excusa patética, pero es la única manera de escapar.
—Okay, cariño, ve a hacerlo y luego a dormir. Recuerda que mañana es tu primer día.
Asiento y corro escaleras arriba. Me tiro en la cama, mi mente revuelta. El sonido de mi teléfono me molesta.
The Losers Club 💞❤
Coniglio💙: ¿Quién está listo para el primer día de clases?? ✓ ✓
Yo: ¿Desde cuándo deseas entrar a clases? ✓ ✓
Coniglio💙: Desde que pasé mucho tiempo mirando las mismas 4 paredes ✓ ✓
Yo: JAJAJAJ ✓ ✓
Sole🧡: MAÑANA TENEMOS CLASES ✓ ✓
Nerd fav💛: Tú de verdad debes de estar bromeando… ✓ ✓
Después de la extraña conversación, decido que necesito un vaso de agua. Al bajar, creo que no hay nadie. Como siempre, me equivoco.
Escuchó una conversación. Una que sé que no es nada buena.
—Es hora de que hagas algo —dice la abuela.
—¿Y qué quieres que yo haga? Que Amy no le hable a su padre no es algo que yo pueda forzar —responde mi madre.
Siento un nudo en el estómago. No sé qué quieren de mí. Hay tantas cosas que no he dicho.
—Sí... pero… —insiste la abuela.
—Ya, mamá. Hablaré con Amy a ver qué ocurre… pero me voy a dormir, descansa.
Ella no dice nada. Solo asiente. Sé cuánto le importa mi padre y mi relación con él. Aunque nunca lo diga, siempre quiere que estemos bien. Pero no siempre podemos tener lo que deseamos.
—Abuela… ¿qué haces? —pregunto, asustandola. Me encanta molestarla.
—¡Niña! Deja de asustarme así, ¿qué necesitas?
—Agua… —contestó, sirviéndome. Ella me mira, su mirada profunda.
—¿Qué? —pregunto, sabiendo que no va a dejar el tema. Ella es la única que sabe cómo me siento.
—¿Cuándo vas a superarlo? —pregunta.
Sé a qué se refiere, pero no quiero hablarlo. No quiero mencionarlo. Y en el fondo, amo que respete mi silencio.
—Mmm... no lo sé, abuela. No quiero hablar de eso —Mi voz se quiebra. A veces odio que me pregunte por esto, si ya han pasado 7 años.
—Cariño, tienes que hacerlo. Ya pasaron 7 años, es hora de que…
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Editado: 03.11.2025