Hacia el siglo XVII ya existía un volumen suficiente de materiales sobre la Inquisición como para que los autores de teatro y novela tuvieran un terreno fértil en el que cosechar sus argumentos y personajes. Los martirologios de los siglos XVI y XVIII y la literatura de viajes y los relatos de testigos de los siglos XVI y XVII fueron la inspiración para autores de ficción que a menudo afirmaban contar la «historia verdadera».
De entre los relatos de testigos, reales o inventados, al ejemplo ya mencionado de Antonio del Corro, merece la pena destacar el de Anthony Gavin, que publicó en 1726 Master-Key to Popery (Clave maestra del papismo, edición en francés en 1726, en inglés en 1729). El libro es una crítica feroz al catolicismo y el capítulo dedicado a la Inquisición fue especialmente popular. En otro relato anterior, cuenta que cuando las tropas francesas entraron en el palacio de la Inquisición en Zaragoza, liberaron 400 prisioneros y un harem de 60 jóvenes mujeres, entre las que se encontraba Madame Faulcault, a la que encontró en Francia y que fue quien le relató la historia. Posiblemente sea la primera historia que contiene el tema del inquisidor cruel y libidinoso.
La novela gótica
Hacia la mitad del siglo XVIII cambiaron los gustos del público, los romances de aventuras dejaron paso a las novelas de sentimientos. Es la época de la creación de la novela gótica, especialmente popular en Inglaterra (Gothic novel) y en Alemania (Schauerromantik); también la hubo en Francia (roman noir). Este tipo de novela se caracteriza por transcurrir su acción en un Medioevo indeterminado en el que se contrastan el terror del marco escénico – viejas ruinas, naturaleza salvaje, conventos, calabozos, etc. – y de los personajes – fanáticos religiosos, padres descastados, religiosos católicos, sobre todo inquisidores y jesuitas – con la inocencia del protagonista, jóvenes virtuosos, «naturales», de gran sentido común y de religiosidad benévola. Todas estas novelas presentan a la Inquisición y a los inquisidores con un anticatolicismo muy del siglo XVIII y muy británico. Las diferentes inquisiciones se funden en un todo único, basado claramente en el modelo español, en un modelo en el que destaca el secretismo y la austeridad implacable del tribunal, que a pesar de la irracionalidad teológica, los procedimientos injustos y la implacable persecución de sus víctimas, sirve a menudo de justicia literaria.
Una de las primeras novelas góticas en las que aparece la Inquisición es Der Geisterseher (El que ve fantasmas; 1787-1789) de Schiller, aunque en este caso se trate de la Inquisición veneciana. La primera novela en explotar a fondo el tema es The Monk (El monje; 1796) de Matthew Lewis, a la que siguieron muchas otras. Esta forma de la novela gótica acabaría con la aparición de sátiras que ponían de relieve los elementos más absurdos de las tramas.
La obra que más influencia tendría es The Pendulum (El pozo y el péndulo) de Edgar Allan Poe, publicada en 1843. Poe se basa firmemente en otras historias de terror anteriores y en los libros de historia publicados en la Inglaterra del momento, relatando los horrores de la Inquisición desde el punto de vista de un prisionero que es expuesto a una muerte penosamente lenta y que será salvado finalmente por las tropas francesas del General Lasalle en su toma de Toledo.
La última gran novela gótica que se centra en La Inquisición será The Vale of Cedars, or, The Martyr (El valle de los cedros, o La mártir; 1850) de Grace Aguilar, escritora inglesa descendiente de judíos sefarditas. La novela marca la fusión de los tribunales y las sociedades secretas con La Inquisición, además de ser la primera novela que trata el asunto desde un punto de vista judío.
El
inquisidor libidinoso
Ilustración de Les mystères de l'Inquisition (1844). Paula da muerte al Gran Inquisidor Arbués.
A partir de comienzos del siglo XIX aparecen novelas en la literatura inglesa, francesa e italiana que muestran la degeneración sexual de figuras del antiguo régimen, es decir, la aristocracia y el clero, herederas del interés por la erótica y lo sexual aparecida en el siglo XVIII. Entre los personajes mostrados de esta forma estarán naturalmente también los inquisidores. Una de las primeras novelas en las que aparece el inquisidor libidinoso es Cornelia Bororquia, atribuida a Luis Gutiérrez y publicada en París en 1801. Quizás la novela que mayor uso haga del personaje sea Les mystères de l'Inquisition et autres societés secrets d'Espagne (1844) de Madame de Suberwick, que escribía bajo el seudónimo Victor de Féréal. Estas novelas se caracterizan por «rehabilitar» al pueblo español; la Inquisición es atribuida a la Iglesia, a Santo Domingo y a reyes débiles que se agarran al poder. Al contrario que en la novela gótica, la Inquisición es mostrada de forma voluptuosa y excesiva, llena de hipocresía y codicia. En el caso de Les mystères, al componente sádico y erótico, particularmente en las escenas de tortura de José-Paula, se une el mensaje político ilustrado antimonárquico y anticlerical. El tema del inquisidor libidinoso aparecerá de forma intermitente durante todo el siglo XIX.
Don Carlos
Otro tema que beberá en las fuentes de la Leyenda Negra son las historias de Don Carlos, el príncipe Carlos, hijo de Felipe II de España. Como se ha visto más arriba, Guillermo de Orange y Antonio Pérez prepararon el camino que seguiría César Vichard de Saint-Réal en 1672 con su obra Dom Carlos. La obra, aunque en su mayoría fantástica, fue tomada por real por varios autores posteriores que retomarían la trama. Así, el Don Karlos, Infant von Spanien de Friedrich Schiller, publicada en 1787 y basada en la historia de Saint-Réal y en History of Philip II de Robert Watson. La Inquisición y en particular el Cardenal Gran Inquisidor no salen bien parados en la trama: su sombra se deja notar en toda la obra, a pesar de que su aparición es breve, y finalmente serán el instrumento de la muerte de Don Carlos. El impulso dado al tema por Schiller hará que se publiquen varias obras y alguna ópera con la misma historia, de las que la más famosa sin duda es el Don Carlos de Giuseppe Verdi.