Fragmento oculto: "El día en que Nora ya no fue Nora"
(Esto no está en el diario de Hana, ni en la memoria de Zoe. Es un recuerdo que pertenece al bosque… y al ente.)
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La noche en que Luca desapareció por primera vez, Nora no dormía.
Se había levantado a orinar cerca de los arbustos, pero algo la llamó.
No con palabras.
Con respiraciones.
Con una voz que parecía surgir del fondo del estómago.
Caminó sola, con los pies descalzos, hasta la orilla del lago.
El agua ya no era negra. Era roja, como sangre espesa.
Y entonces ÉL salió.
No con cuerpo. No con forma.
Era una sombra líquida, sin rostro, pero con muchos ojos.
Nora no gritó.
No podía.
Él le ofreció algo.
No en voz alta.
En pensamientos.
> “Dame tus miedos.
Dame tu odio.
Dame tu cuerpo.
A cambio… tú verás.
Tú sabrás.
Tú vivirás más que ellos.”
Ella asintió.
No sabía por qué.
Tal vez ya había dicho que sí mucho antes de llegar allí.
Tal vez siempre fue suya.
El agua entró en sus pies.
Le subió por las piernas.
Le abrió el pecho sin cuchillo.
Y la invadió.
Nora dejó de ser Nora.
Ahora era la primera puerta abierta.
Un recipiente.
Una trampa.
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De la historia: INSANOS: El Campamento del Silencio
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La mañana siguiente fue… calma.
Demasiado calma.
El grupo no hablaba. Zoe limpiaba su navaja con una piedra. Irek recogía ramas. Diego seguía cerca de él, callado pero cerca.
Angelina y Hana trataban de ordenar el caos de las mochilas.
Nora cocinaba.
O lo intentaba.
La leña estaba húmeda, pero el fuego se encendió sin chispa.
Zoe lo notó.
Pero no dijo nada.
—¿Todo bien? —preguntó Irek.
—Sí —respondió Nora—. Solo tengo un poco de sueño.
Tenía las pupilas dilatadas, pero no por cansancio.
Sus uñas estaban más largas.
La piel parecía casi transparente bajo el sol.
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En la tarde, Angelina intentó reír con Zoe, como en los viejos tiempos.
—¿Te acuerdas cuando dijiste que si morías joven, querías que usara tu ropa más fea en tu funeral?
—Obvio. Para que te sintieras tan ridícula como yo al morir —respondió Zoe sonriendo por primera vez en días.
Pero en ese momento, Nora apareció detrás de ellas, en silencio.
—¿De qué se ríen? —preguntó con una sonrisa forzada.
—De… de nada, solo cosas nuestras —dijo Angelina, algo incómoda.
—No está bien reírse —dijo Nora, bajito—. No aquí.
Las dos la observaron.
Zoe sintió que un escalofrío le recorría la espalda.
Como si alguien la mirara… desde dentro de su cuerpo.
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En la noche, mientras todos dormían, Nora se levantó.
No caminaba, flotaba levemente.
Sus pies no hacían sonido.
Se acercó a Hana, dormida, y murmuró cosas en su oído.
—Si gritas, vendrán.
Si corres, te encontraré.
Si lloras, serás mía primero.
Hana no despertó. Pero lloró dormida toda la noche.
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Al amanecer, Diego encontró la palabra “COMER” escrita con sangre en una piedra cerca del lago.
Todos pensaron que era otra broma de Luca antes de morir.
Solo Nora dijo:
—No es una palabra. Es un mandato.
Zoe frunció el ceño.
Angelina apretó la mano de Hana.
Irek buscó su linterna, aunque era de día.
Y Diego empezó a sospechar.
Pero era tarde.
Nora ya no era Nora.
Solo nadie lo sabía aún.