Alexia
¡Oh, cielos, piratas vienen a atacarnos! Un segundo, me encuentro con personas de la misma calaña. Ay, no, estoy perdida. Voy a morir, seguro. Veo como todos comienzan a movilizarse y yo no tengo idea de qué hacer. Soy una asistente social, no me van las peleas, ni mucho menos las guerras. Solo pretendo ayudar a las personas, no estar entre medio de una trifulca.
Oigo el primer cañonazo y chillo, agachándome hacia el suelo. Definitivamente, voy a perder la vida aquí. Mi instinto de supervivencia no es muy bueno, eso lo doy por seguro.
Levanto la cabeza al ver unos pies en frente de mí. Huele horrible. Aunque ese no es el problema en este momento. ¡Quiere matarme! Levanta una espada. Tiene que ser un pirata enemigo que saltó al barco y directo a asesinarme. Debí haberme escondido, soy patética.
―¡Alex, cuidado! ―Oigo la voz que me trae mariposas al estómago y veo como me salva de una muerte segura.
Iván ataca al pirata, entonces este se defiende, ambos tienen una lucha de espadas. Me levanto despacio y tengo otro atacante detrás. El teniente se deshace del primero, para tirarle el segundo encima, así distraerlo y atacarlo.
―Hunter, deshazte de nuestros no invitados, ¡ya! ―ordena y el castaño asiente.
Camina hasta los que han entrado en la cubierta, chispas salen de su espalda y quedo confundida. De repente, dos invisibles martillos gigantes comienzan a ser visibles, atados detrás de él. Los levanta y golpea con fuerza el suelo, haciendo que varios, los que han llegado al borde, saltando hasta el barco, caigan al agua, así sin poder avanzar.
¡¿Qué está pasando aquí?! Primero la espada de Iván hace luces y ahora este pirata logra aparecer martillos gigantes desde su espalda. ¡¿Acaso son armas mágicas o algo así?!
Definitivamente, esto tiene que ser un sueño.
Oigo otro cañonazo y salgo de mi ensoñación, corro a esconderme detrás de unos barriles. Santo Dios, sálvame. Entonces, de repente, veo a otro pirata, uno que no había visto antes, de barba rojiza y un sombrero algo particular, pero sé que es del barco porque no ha saltado, ni nadie lo ha atacado.
¿Quién es?
―¡Maestre, más te vale rendirte! ―grita a los cuatro vientos―. No tendré piedad de ti esta vez. ―Se ríe.
Del otro barco sale de su escondite el otro pirata.
―Freíd, entiende de una vez, que tú solo vives de la suerte.
―¡Hermano! ―grita Iván―. Volvió.
¿Qué quiere decir con eso? Giro la vista para donde se encuentran mirando, y el miedo regresa a mí, ese monstruo marino está de nuevo aquí.
―¡¡Kraken!! ―gritan todos cuando comienza a atacar a ambos barcos.
El que ahora sé que es el hermano del teniente, comienza a dar órdenes, por lo que estipulo que tiene un alto cargo. Freíd le dice algo al oído a Iván y este asiente estando de acuerdo. Entonces descubro que le tienden una trampa a Maestre. Hacen que el Kraken con la ayuda de Hunter, dirija su ataque hacia el enemigo. Golpea con sus martillos al bicho y salta al otro barco. Una vez que el monstruo está distraído, el castaño regresa, giran el navío en otra dirección, con la ayuda de todos. La cual me incluyo porque me mandaron a tirar de las sogas que no sé para qué son.
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Miro mis manos amoratadas luego de todo ese lío, para estar muy lejos de allí. No sé qué habrá pasado con esos otros piratas, pero nosotros estamos fuera de peligro.
―Niño. ―Me sobresalto al oír esa voz.
Me giro y tengo una espada, apuntándome.
―¿Qué…? ¿Qué haces? Iván…―balbuceo nerviosa.
―En guardia. ―La tira al suelo y desenvaina la suya.
―Yo no voy a hacer eso. ―Frunzo el ceño.
―Necesitamos guerreros, no niños. Levántala ―ordena.
―Me acabas de llamar como uno, así que supongo que…
―Alex, levanta la espada ―vuelve a demandar y lo hago, solo porque intimida un poco esta situación.
―No me gusta la violencia.
Sonríe.
―Entonces vas a morir. Mantente firme ―da la primera indicación―. Defiéndete. ―Mueve su espada, pero sin darme―. Piensa rápido.
Intento esquivar sus movimientos.
¿Acaso pretende enseñarme?
―Pero no quiero ―me quejo.
―No tienes elección, ahora mantén la misma posición que yo ―aclara y no me queda otra que obedecer―. Es tu turno, ataca.
Presiono mi mano en el mango y bufo, intento atacarlo. Casi le doy, así que me asusto, por esa razón retrocedo, sin embargo, mueve su espada, logrando que me defienda. Vuelvo a tambalearme por la fuerza de su mano y ya creo que me agité. Niego, pero demanda otra vez. Me movilizo, entonces bloquea mi ataque, lo que provoca que me tropiece y me choque con su torso.
―Si te caes encima del enemigo morirás. ―Se ríe.
Mi corazón corre acelerado y él baja su espada. Levanto la vista, encontrándome con sus hermosos ojos azules.