Insignia Pirata

Capítulo 6

Iván

Me duele y me molesta mucho, ese niño ha entrado en mi cabeza desde que llegó y ahora que está encerrado, no me gusta lo solitario y triste que se quedó. ¿Acaso hay razón para sentirse así? Soy el teniente de un barco pirata, debería estar burlándome de la situación en la que lo metió mi hermano. El capitán tiene razón, Alex debe ser castigado por sus actos, es un polizón y debe ser tratado como tal.

Pero…

―Ya han pasado tres días ―le digo a mi hermano.

Freíd entrecierra los ojos, dejando de observar la ventana que da hacia afuera de su cabina.

―Entonces faltan tres meses ―se burla―. ¿Qué te pasa? Te comportas muy raro desde que ese niño llegó.

Me siento confundido.

―No, solo me parece una tortura hacer algo como eso. Digo, el chico solo está asustado y lo único que pensó es en correr. Es más, ha sido demasiado estúpido, no veo razón para castigarlo. Ni lo ha procesado, perdónalo.

Golpea la mesa de en frente de la que estoy sentado.

―¡¿Te has vuelto un blando o qué te pasa?! ―Presiona sus dientes―. No me gusta nada como te estás comportando, no puedes ser teniente de esta manera.

Frunzo el ceño y me levanto de mi asiento.

―¡No digas estupideces! Ha sido una sugerencia. ―Camino hasta la puerta y me voy, dando un portazo.

¡¿Qué le ocurre?! ¡¿Quién se cree que es?! ¿Acaso mi opinión no importa? ¿Supone que soy cualquier persona? Si quisiera le rompería la cara y me quedaría con el barco. ¿Por qué estoy imaginando en hacer un motín? ¡¿Qué idiotez es esa?! Mi cerebro está más extraño que de costumbre. ¿Desde cuándo desafío a mi hermano? No soy codicioso como él, tengo la espada, no necesito nada más.

Me detengo al ver a Hunter acercarse.

―¿Algo para decir?

―Vine a avisarle que nos aproximamos a una isla, ¿desembarcaremos ahí? ―expresa seriamente su comunicado.

―Le preguntaré al capitán. ―Hago una pausa―. ¿Alimentaste al niño?

―Aún no.

―Deja, lo haré yo. ―Me dirijo a la cocina y agarro lo que se le da a un polizón cuando está en reja, pero sin pensarlo mucho agrego algo más.

Debería detenerme.

Camino y bajo hasta el calabozo con lentitud, cavilando demasiado. Sin darme cuenta aumento mis pasos. Ya han sido tres días que lo dejé aquí y solo ha visto a Hunter. Mi amigo el grandote no tiene mucha conversación que digamos, para algunos debe ser aburrido, para mí es eficiente y para Alex, absolutamente nada.

Llego y está sentado contra la pared, abrazando sus rodillas. No debería molestarme esta situación, pero lo hago. Me gustaría liberarlo, sin embargo, eso no es posible y no debo ponerme de su lado, va en contra de los principios de un pirata. Es un polizón, debo dejar de tratarlo como un compañero. No sé si denominarlo así, lo que estoy haciendo, no obstante, es lo único factible que ahora se me cruza por la cabeza.

―Aquí está tu comida. ―Apoyo el plato al lado de la reja―. Quizás desembarquemos, ni idea qué pase contigo si es así ―opino pensativo―. Pocos piratas quedarán en el barco y esos no creo que tengan ganas de darte esta comida, más vale que comas bien ―aconsejo―, sino morirás de hambre. Yo que tú, lo racionaría.

Levanta la vista y noto su angustia.

―No me dejes aquí ―ruega.

Una punzada pasa por mi pecho, pero me mantengo firme.

―Aunque no son buenas noticias, no puedo llevarte, sería peor. El capitán podría considerar venderte, las islas se aprovechan para vender esclavos, deberías saberlo.

Se levanta, abruptamente, y camina hasta mí. Se agarra con fuerza de los barrotes y me mira, angustiado.

―¡No lo sé! Ya te dije que no pertenezco a este lugar, el medallón me trajo hasta aquí y lo sabes.

Bufo. Tiene razón, aun así, es peligroso y lo debería entender.

―No importa si no comprendes. ―Frunzo el ceño―. ¿Qué harías fuera de este barco? Puede pasarte cualquier cosa.

―Si me quedo encerr… ―Se traba, poniéndose nervioso, cada vez que quiere referirse a su masculino, lo he notado y es muy raro―. Encerrado, si me quedo encerrado ―repite―. Nunca descubriré nada.

―Buen punto, pero sigues siendo un prisionero.

―Ayúdame.

―No puedo ―expreso determinado y me giro.

―Por favor.

Ignoro sus súplicas y comienzo a caminar hacia la puerta. El pequeño empieza a llorar y siento culpa. Debo reaccionar, se supone que soy un malvado pirata.

Me reúno con mi hermano y me avisa que sí iremos a la isla. Una vez se retira de su cabina, me acerco a un mueble y robo las llaves del calabozo.

¿Qué estoy haciendo? Mejor ni preguntármelo.

Vuelvo a donde está Alex y dejo las llaves donde pueda alcanzarlas, pero no dejo que me vea. Cuando desembarcamos, miro un segundo el barco y sigo a Freíd fuera de este.

Que sea lo que el destino quiera.




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