Insignia Pirata

Capítulo 20

Alexia

Caemos con Iván por el portal, así que me agarro de él y termino sostenida como una princesa. Bueno, podría decirse que sí, tengo un vestido que me hace parecer una. Por suerte el teniente aterriza parado, es como un gato, él llega y yo solo me tengo que agarrar.

―¿Dónde estamos? ―Miro para todos lados en una especie de cueva―. ¡Ay! ―chillo cuando me suelta, así que me golpeo el trasero con el piso―. Qué grosero.

―Bruja, más vale que esto no sea uno de tus trucos. ―Desenvaina su espada y me apunta―. Ya dime, ¿dónde está Alex?

Me levanto del suelo y me limpio el vestido.

―¡No lo sé, no tengo idea ni dónde estamos!

―Yo sí. ―Oímos detrás y me giro a ver―. Alexia.

―¡Mierda! ―chillo al encontrarme con Edward―. ¡Es el príncipe loco!

―¿Te llamas Alexia? ―exclama Iván―. La gente es poco original con los nombres estos días.

Y tú eres más lento que una tortuga.

―¡¿Dónde estamos?! ―Ignoro al teniente y cuestiono al príncipe―. ¡¿Es tu culpa que estemos aquí?!

El rubio se ríe y me contesta:

―Es el calabozo del reino, y no, ni siquiera sé cómo llegaron aquí. ―Sonríe con malicia―. Pero lo disfruto.

Maldición, seguro todo es culpa del medallón, no sé si me ayuda o me trae más problemas de los que ya tengo.

―Te regocijas del sufrimiento ajeno ―me quejo.

―Es curioso, mandé a atrapar a su tripulación. ―Mira al teniente―. Para buscarlos. ―Se ríe―. Y ustedes no estaban.

―¿Tienes a los míos? ―exige Iván―: Libéralos.

―Parece que el destino está de mi lado.

Se escuchan unas rejas, entonces veo llegar con mucha velocidad a Derek al lugar. En un principio no nos registra, pues reacciona después.

―Su alteza, ya encerramos a todos, pero no encuentro a… ―Se da cuenta de mi presencia―. ¡¿Tú qué haces aquí?!

―Capaz que lo de brujo lo perdiste ―se burla Edward―. ¿Qué pasa? ¿Me querías engañar?

Le hace una reverencia.

―En absoluto, supuse que había escapado ―finge con un semblante bastante serio, pero aunque suena muy convincente, el príncipe no le cree.

Terminamos los tres atrapados y juntos, en un calabozo.

Sin embargo, no dura mucho, otro portal se abre y volvemos a teletransportarnos, esta vez con Derek. Caemos en el pueblo, en diferentes puntos de la zona, aunque podemos divisarnos a lo lejos.

―¡Bruja! ―grita un pueblerino, entonces me rodean.

Mierda, ¿puedo dejar de caer en lugares complicados? Lo agradecería mucho, por favor, y gracias.

Iván

La bruja es rodeada y atada en la hoguera. Se lo merece por no decirme dónde está Alex. Mejor me largo de aquí.

―¡Iván, no te vayas! ―me llama la loca―. ¡No me dejes!

La ignoro y sigo avanzando en sentido contrario, el que sí se acerca es Derek, el cual activa su poder, entonces todos salen corriendo. Algunos caen muertos por su maldición enviada. Me detengo y observo en la lejanía su encuentro. Entrecierro los ojos, veo que discuten, luego sigo mi camino.

No tengo tiempo para esto.

Derek

―¡Los mataste! ―grita la insensata a la que acabo de salvar.

―Te iban a asesinar.

―¿No pudiste engañarlos con una ilusión como siempre haces? ―dice indignada―. Una vez que tienes la oportunidad de usar esa magia odiosa para el bien y lo arruinas.

Me río.

―No funciona así, yo no la controlo.

―¡¡Me enviaste de regreso a mi mundo y dices que no la controlas!!

Hago un pequeño silbido.

―La verdad es que me arriesgué, no sabía si llegarías.

―Terrible. ―Se gira y comienza a caminar―. Adiós.

Agarro su mano, así que la detengo.

―¿A dónde vas?

―Lejos de ti y tu loca magia.

Frunzo el ceño.

―Por esas razones es que no tienes a tu hijo, aunque era de esperarse cuando supieras lo que soy, no me sorprende en lo más mínimo.

―No te estoy discriminando, Derek. ―Me mira fijo―. Ahora, devuélveme a mi hijo ―expresa determinada.

―Ah, ¿no? ―Enarco una ceja―. Demuéstralo, y ya veremos si tienes la capacidad real para ser la madre de un brujo maldito.

No puedo dejar que mis sentimientos por ella me alejen del objetivo de proteger a mi hijo. Puede que tenga las mejores intenciones, pero con eso no basta para criar a un niño así. Thomas es prioridad. Tengo que estar seguro por completo de que estará a salvo de su maldición.




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