Alexia
Sostengo a Bree mientras nos mantenemos sentadas en un banco dentro de una de las cabinas. La chica llora, desconsolada. No es para menos, estuvo aguardando para encontrarse con su amor y construir una nueva vida juntos, pero resultó que él estaba muerto, todo fue una ilusión. Mientras tanto, Iván camina cerca de la puerta, de un lado para otro, pero no pienso hablar con él, casi muero. Sé que no sabía que era yo, pero eso no justifica su accionar. Quizás parezca que soy más indulgente con Derek, pero siendo sincera, la ilusión que provocó, no lo convierte en el asesino de toda esa gente. Sin contar que le creo sobre que no controla su magia. No obstante, no lo estoy perdonando.
Pienso que Iván se pudo comportar de otra manera, pero es cierto que compararlo con Derek es una bobería.
Lo estoy analizando demasiado, necesito descansar de toda esta locura. A veces solo pienso que podría reencontrarme con mi hijo y largarme, pero ese sueño lo veo cada vez más lejano. Lo único que sé, es que debo conseguir esa marca para poder pasar al siguiente paso. Luego decidiré qué es lo que quiero.
“Quizás tu cordura se está deteriorando y tal vez todo esto es producto de tu imaginación por perder a tu bebé”, aunque sé que fue para deshacerse de mí, esa aclaración caló fuerte.
Una parte de mí, tiene miedo de que esas palabras sean reales.
Me levanto de la banca, entonces cuando llego hasta la puerta, Iván se detiene justo en mi camino y me bloquea el paso, así que frunzo el ceño.
―¿Qué? ―me quejo―. Deja de acecharme como un animal.
―¿Por qué me ignoras? ―me recrimina.
Me quedo en silencio un rato antes de contestar.
―No lo hago, debo trabajar. ¿Recuerdas? Soy el grumete, tengo que limpiar.
Entrecierra los ojos.
―¿Ahora te acuerdas de eso?
―¡Sí, hubo muchos líos y no pude! Ya es hora de que me ponga a ello, antes de que Freíd me mate. ―Río, nerviosa.
―Cierto, la proa está hecha un asco.
Se aparta, por lo tanto, cayó en mi argumento, el cual no es falso, pero me ayudó a salir del asunto. Aunque no me dura mucho, pues cuando avanzo me agarra del brazo, así que me debo detener.
―¿Qué quieres ahora? ―Me giro a mirarlo.
―¿Por qué estás enojado? ―insiste.
¿Soy tan obvia? Bueno, que se entere.
―Te vi ―digo, tajante―. Dejaste a esa pobre mujer, casi se quema en la hoguera ―me invento y siempre me va a parecer raro hablar de mí en tercera persona―. No me pareció muy lindo de tu parte.
Presiona mi brazo.
―¿Le pides moral a un pirata?
―Tienes razón, pero…
No puedo creer que nunca lo pensé, somos tan opuestos. Yo trabajo por los derechos humanos y él los destruye. Aunque aquí no me sirve de nada ser asistente social, nuestros oficios son demasiado contrarios.
―¿Pero? ―insiste, pues me quedo callada.
―Yo… ―Trago saliva, tomo valor y entonces frunzo el ceño―. Le contaré a todos tu secreto, si no dejas de molestarme ―amenazo.
Me suelta, despacio.
―¿Qué secreto?
Siento mis mejillas arder.
―Tú sabes cuál.
―Alex… yo…
―¡¡Déjame en paz!! ―Lo empujo y salgo corriendo.
―¡¡Enano, ven aquí!!
¡¡Ay, me persigue!!
No debería correr, me van a castigar o algo, pero yo no aprendo la lección tan rápido. A veces soy todo un desastre. Me detengo de manera estrepitosa, entonces Iván se choca conmigo y cae sobre mí.
―Uf, me dolió. ―Bufo, luego me quejo―. ¡¡Quítate, pesas!!
Se inclina y levanta la cabeza, intentando entender mi accionar.
―¿Por qué te detuviste? ―cuestiona mientras nuestra posición “de perrito” es por completo para malpensar.
―¡Allí! ―Señalo―. Hay una isla muy extraña.
―¿Tan pronto llegamos a nuestro próximo destino?
Es cierto, hace nada estábamos huyendo de los barcos enemigos del rey y ahora resulta que nos cruzamos con un pedazo de tierra, que parece la cabeza de un bicho gigante. Es aterradora.
―¡¿QUÉ COSA DE MARICAS ESTÁN HACIENDO?! ―grita el capitán, entonces nos levantamos, rapidísimo.
―¡¡Solo me caí!! ―se defiende Iván.
―Siempre te caes.
―¡¡Hermano!!
Dejo de observar su discusión, cuando visualizo a Derek. Camina en dirección a la punta del barco. Se ve muy serio, así que me aproximo hasta allí también.
―¿Qué sucede? ―consulto.
Me señala la mano.
―¿No lo ves? ―pregunta y veo cómo la marca en mi palma hace chispas negras―. Es muy extraño.
―¿Dices que aquí está lo que buscamos?
―No lo sé, recuerda que estoy maldito, pero tan de repente, es extraño.