Insignia Pirata

Capítulo 23

Alexia

Nos adentramos en el fondo de la isla mientras estoy alerta sobre que vuelva a aparecer mi medallón. Freíd va adelante con Iván a su lado, mientras los demás estamos distanciados en grupos. Avanzo por el sendero, hay pequeñas erupciones de lava ardiente. Giro mi vista y Derek aligera el paso para ponerse a mi lado. Miro para ambos costados, asegurándome de que nadie escuche, luego decido hablarle.

―Creo que es buen momento para que charlemos del medallón.

Él me observa extrañado y replica:

―¿Otra vez con esa cosa? Te lo diré firme y claro, ni idea de qué me estás hablando. No creo que sea mío, no necesito una medalla para utilizar mi poder.

―Iván me dijo que es de los brujos, no me mientas. ―Agito el puño―. Tú debes saber, estaba bajo tu almohada.

―No te miento, no lo sé. ¿Por qué me interrogas a mí? La insignia es la misma de la espada del hombre con el que jugueteas.

Me sonrojo.

―Yo no jugueteo.

Se ríe con molestia.

―Sí, claro ―expresa con sarcasmo―. ¿Crees que no te vi revoloteándole? ―Abro la boca para contestar, pero él levanta su mano para corregirse―. Sé que ya no tenemos nada, pero no le pidas a mis emociones que sean negadas.

Mis mejillas arden.

―Yo… tú… creí que…

―No nos concierne, acá lo importante es nuestro hijo y su futuro. El romanticismo murió hace tiempo, no hay necesidad de este.

Suspiro.

―Tienes razón, pero es que…

―Las emociones son un asco ―interrumpe―. Y nos invadirán siempre, así que hay que aceptarlas para seguir.

Viendo cómo se ha comportado Iván, no creo que sea el momento, pero tocará enfrentarlo si quiero conocer del medallón. Si todo sale bien, al final del día, le preguntaré sobre lo que sabe.

~~~

Llegamos al centro de la cueva del volcán. Observo al fondo, veo los globitos de la lava ardiente y escucho el sonido de estos explotando. No sé si esto ha sido demasiado fácil o demasiado normal, aun así, no entiendo cómo podría encontrar o adueñarme de una marca aquí. Derek dijo que la oculta el rey y que está en las lejanías del mar, así que puede que estemos en una trampa o en una equivocación, ya que no veo que ocurra nada.

―¿Y bien? ―Avanza el capitán―. ¿Nos quedamos acá parados o qué? ―Observa hacia el fondo y enarca una ceja―. ¿Bajamos?

―No ―responde mi ex―. Es un señuelo.

¡Lo sabía!

―¿Vamos a ser atrapados? ―cuestiono, nerviosa.

―Espera, no hay que alarmarse. ―Alza la mano, mirando las chispas―. No ha avisado, lo que quiere decir que solo remplaza la marca, no emitirá ninguna alerta.

―Genial ―dice con desgano y sarcasmo el capitán―. Tomemos un descanso y larguémonos.

―Supongo que es momento para que hables con Iván ―sugiere Derek.

Miro que se está yendo, entonces lo sigo. Salimos a las afueras y visualizo que está solo, por lo tanto, aprovecho para acercarme. Se aproxima al mar, entonces tira piedritas a este. Trago saliva antes de dar unos pasos más.

―Teniente…

―¿Qué quieres, Alex?

―¿Disculpa? ―Enarco una ceja―. Yo soy el enfadado.

Cada vez mejor soy con los artículos.

Deja la piedra que iba a tirar, entonces se gira a observarme.

―Por una bruja ―gruñe.

―¡Por una vida! ―me quejo, luego tomo aire para tranquilizarme―. Escúchame, no vine a hablar de esto, creo que ya va siendo hora de que me cuentes de la insignia.

―Te dije que no la mencionaras ―me reprende.

―¡Solo cuéntame por qué la tienes! Creo que está relacionada con la mía.

―No es relevante. ―Sostiene el mango de su espada―. Olvídalo.

―¡¡Claro que es importante!! ―Alzo más la voz, luego bajo los decibeles y mis mejillas se sonrojan antes de seguir―. Porque… porque he soñado contigo ―confieso―. Nunca te había visto, pero me apareciste en un sueño y luego te conocí. Suena de locos, sin embargo… sé que eras tú.

―Alex… ―dice en tono suave, entonces se me acerca y pone la mano en mi mejilla, no obstante, cuando se aproxima a mi rostro, lo alejo.

―No nos pongamos románticos, pongámonos serios, necesito saber. Creo que ya vivimos las suficientes aventuras para que me lo aclares. Quiero conocer sobre la insignia pirata en tu espada. ¿Dónde la conseguiste? ¿Por qué es igual a la mía? ¿Acaso no lo cuestionas? Exijo que me lo digas.

Se arrima a mi oído con un gesto muy serio.

―Si te lo cuento, tendría que matarte ―expresa, fríamente.

Retrocedo con nervios.

―Teniente, no me asusta, pero si quiere mi perdón, respóndame ahora.

Bufa, entonces su mandíbula se tensa mientras mira hacia el mar.

―Cuando era pequeño, conocí a una ninfa, era la joven más hermosa que había visto en la vida. Presencié cómo un brujo la mató de una manera horrible, la desangró hasta que no le quedó ni una gota. Durante todo el proceso, ella me miró mientras me mantenía escondido, hasta que sus ojos se opacaron y murió. De su sangre nació la insignia que ves en mi mango, yo me la robé.




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