Insignia Pirata

Capítulo 26

Iván

Corro hasta Hunter, el cual se mantiene parado en el estribor, observando hacia el mar. Aunque, en realidad, se encuentra mirando a Bree. La muchacha sí anda perdida contemplando el océano. Mi amigo deja de distraerse cuando lo alcanzo, entonces mueve la cabeza en asentimiento, antes de escuchar lo que tengo que decir.

―Es hora, mi espada está brillando, así que, tú y yo, nos infiltraremos en territorio enemigo.

―¿Infiltraremos? ―Enarca una ceja, el castaño de pelo largo y músculos, luego le tiro ropa de etiqueta en la cara―. ¿En serio?

―¡Ya cámbiate! ―lo reprendo y me marcho.

―Por supuesto.

Es hora, voy por ti, Alex, otra vez, pero en esta ocasión, ya no te me escapas y me vas a respetar de una vez por todas.

Alexia

¡Oh, mierda! ¿Es lo que creo que es? Me bajó la regla. Presumo que nunca me había puesto a pensar en ello. Supongo que el estrés, o por el embarazo, hizo que no viniera la menstruación. Ni idea si sea bueno, o sea, no sé si estoy de suerte, llegó justo cuando estoy en vestido, en otro momento hubiera sido un problema. ¿Será que el medallón lo sabía? Esa cosa debe tener vida propia. Volviendo a la realidad, eso demuestra que esto no es un sueño.

Sonrío como estúpida y me pongo a llorar. Me agacho al suelo del baño e intento limpiar las lágrimas que recorren mis mejillas, pero me es imposible. Mi bebé está vivo, cielo santo.

―Oh, Dios, está vivo. ―Cubro mi cara.

―¿Por qué tardas tanto?

Se abren las puertas del baño, entonces entra Edward y me ve sentada en el piso. Bajo las manos, despacio, así que río, nerviosa.

―Hola.

―Querida. ―Me observa, extrañado―. ¿Estás llorando por mis amenazas?

―Estoy… estoy llorando por… porque manché el vestido. ―Lo levanto, mostrando que la tela blanca se ha manchado de un hilo rojo.

―¿En serio?

―¡¡Sí!! ―chillo, avergonzada.

Sonríe.

―Mis criados te conseguirán unos paños, nos sufras. ¡Es más! Tendrás un vestido más lindo que ese. ―Camina a mi lado, me ayuda a pararme, pone su mano en mi espalda y me hace avanzar―. Aunque, ahora vamos a castigar siervos.

―¿Por qué dices eso?

―¡¡Es la hora de la diversión!!

No me gusta como suena. ¿Así quiere conquistarme? ¡Está loco! Prefiero al pirata confundido o a mi ex tuerto, antes de estar con este desquiciado. Necesito salir de aquí pronto.

~~~

Me duele la panza, había olvidado la sensación y me siento peor, viendo como los guardias le están disparando a los pies de los sirvientes mientras estos saltan.

―¿Puedes detener esto? ―me quejo, horrorizada.

―Baila, baila, baila. ―El rubio deja de aplaudir y me mira―. Me encanta como te queda el lila. ―Se aproxima a una maceta, saca una flor rosa de allí, luego camina y la pone en mi pelo―. Hermosa.

―Me molestas.

―Y yo me aburro. ―Toma mi cintura―. ¿Puedes desestresarme? ―Estira su boca en un gesto que demuestra la intención de un beso.

¡Yo soy la estresada!

―¡No! ―chillo.

―Entonces sigan ―le dice al guardia.

Miro a los hombres bajo los escalones, estando con miradas de súplicas, así que cedo, porque mi moral no me permite ver sufrir a los demás.

―¡Bien! Puedes besarme, pero déjalos ir.

Chasquea varias veces los dedos, entonces se los llevan.

―Al fin. ―Sonríe con malicia―. Te hiciste de rogar.

―Eh… no significa que me vaya a gustar. ―Mantengo la distancia.

―Te acostumbrarás.

Aproxima su boca a la mía y me paralizo.

―¡¡Fiesta!! ―grita de repente un vocero y entra mucha gente a bailar a la enorme sale.

En la distracción me suelto y agacho para escabullirme. Llego a la habitación y meto muchos paños en una bolsa, entonces corro. Aunque en la puerta me encuentro con el insoportable príncipe.

―¿A dónde vas? Crees que puedes irte tan rápido, me debes un beso.

―Su alteza, no quiero herir sus sentimientos, pero me gustan los morenos.

Enarca una ceja.

―¿En serio? ¿Esa es tu mejor excusa? ―declara, extrañado.

―¡¡No tengo muchas excusas, solo quiero escapar!! ―Intento correr, pero golpea mi bolsa, tirándola al suelo, así que me distraigo, entonces toma mi mano, por lo tanto, me lanza a la cama―. ¡¡Creí que quería conquistarme!! ―me defiendo.

Se sube encima.

―Sí, pero tú te estás burlando de mí ―dice, enojado.

―¡¡Estoy con la menstruación, soy una mujer peligrosa!!

―Eso dicen. ―Sostiene mis muñecas en cruz y aplasta mis piernas―. Pero tu carácter no hará que me ganes en fuerza.




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