Alexia
A medida que nos acercamos a la isla de Ravenor, una terrible tormenta se dispara, arrasando con todo a su paso y la embarcación se mueve como si de un terremoto se tratara.
―¡Kraken! ―grita uno de los piratas.
Me sorprendo, ya que el inicio de mi aventura comenzó con esa terrible criatura. Podría pensar que soy poderosa, ahora que sé usar la espada y tengo un brujo maldito de mi lado, no obstante, todo eso se olvida, cuando un agujero negro me chupa hacia abajo.
―¡¡Alex!! ―grita Iván, pero yo ya me he ido.
Escucho a través de un vacío infinito un eco y caigo en cámara lenta. Parece una tortura. Choco contra un piso de arena, entonces cuando dejo el aturdimiento, me levanto del suelo, viéndome en una celda. Mierda, no me imaginé mi llegada de esta manera, pero debía de esperarse, la mala suerte siempre me persigue.
Un hombre grandote llega hasta mi jaula, entonces retrocedo, chocándome con los barrotes. Acerca sus horrendos ojos, que parecen cortados a la mitad en vertical y los entrecierra como si pudiera verme muy bien. Apoya su mano en la barra en frente de mí, se dibuja algún tipo de fuego con magia, luego chillo cuando se chupa mi disfraz como una aspiradora, así que me cubro como puedo la desnudez con las manos.
―Maldito medallón, no me ayudas en nada ―me quejo.
El hombre se ríe.
―Sabía que eras tú.
―¿Disculpe? ―Enarco una ceja y como hace una risa de nuevo, entonces decido preguntar―. ¿Usted es Ravenor?
Me ignora y se gira, se sienta en su silla mientras en una mesa mezcla pociones. ¿No me va a responder? Debo de suponer que es el brujo, es aterrador y tiene una casa muy extraña con artefactos que dan miedo.
―¡Oye! ―Reacciono cuando veo que agarra mi medallón―. ¡¡Eso es mío!!
―Lo rompiste. ―Refunfuña.
―No rompí nada, y regréseme mi ropa.
―No la necesitarás para cuando acabe lo que empecé hace años.
―¿De qué está hablando? ―interrogo.
Se pone a golpear el medallón y veo como de este salen chispas, pero parece que no reacciona a lo que intenta hacer.
―Maldita porquería. ―Se muerde la lengua y le sangra―. ¿Dónde está el otro? Los separaste, ¿cierto?
¿El otro? ¿Habla de la insignia de Iván?
―¿Son un conjunto? ―cuestiono.
Se gira a mirarme, molesto.
―Lo que sea, haré la otra parte contigo y problema resuelto.
―¿Qué otra parte? ¿De qué habla?
Vuelve a mirar su mesa, poniéndose a trabajar otra vez.
―Sí, sí, haré eso ―dice para sí mismo―. Estoy de suerte, de todos modos, tarde o temprano llegarías, las ninfas son estúpidas.
¿Ninfas?
―¡¡¿De qué habla, viejo ponzoñoso?! ―grito, irritada―. ¡¡Soy humana!!
Da la vuelta a echarme un vistazo otra vez, entonces me sobresalto.
―Mierda, eso será un problema. ―Me observa de arriba abajo, así que me siento atacada―. ¿Cómo es posible que me haya equivocado? ―Mueve el dedo índice, hay una luz en este y la puerta se abre con magia―. Ven aquí.
―No… no ―expreso, nerviosa, al seguir desnuda.
―Ven aquí ahora ―insiste, así que camino, despacio―. Bien… ―Me contempla de nuevo―. No mientes, pero si eres humana, ni necesito tenerte encerrada, por lo tanto, camina por ahí como quieras.
―¿Me está liberando? ¿Me regresa mi ropa?
Se carcajea.
―Las humanas son igual de estúpidas que las ninfas.
―¿Se ríe de mi primera o segunda pregunta? ―digo con miedo.
No sé cuál quiero que sea la respuesta.
―Camina por ahí. ―Agita la mano―. Volverás a mí de todas maneras.
―¡¿Qué quiere decir con eso?! ―grito, angustiada, y reitero―. ¡¡Regréseme mi ropa!!
―Ya te dije que para cuando termine contigo, no la necesitarás más, así que vete por ahí a perderte en mi laberinto, mientras yo me encargo del desastre que eres ahora mismo.
Mueve la mano otra vez, entonces un viento me hace volar. Caigo en una especie de zona con paredes raras y enredaderas pegadas a estas. La luz es confusa y no queda rastro del lugar en el que estaba el brujo.
Veo una araña gigante, me asusto, entonces me levanto y corro. No es justo, quiero mi ropa y regresar con mi bebé. Me hubiera quedado con mis dudas, por lo menos así, no estaría en esta situación. Solo puedo lamentarme por lo que he decidido.
Iván
Mierda, se han llevado a Alex y el infeliz de Derek dice que hay un campo que no lo puede detectar. Observo la insignia en mi espada, entonces decido ser yo quien pueda encontrarlo. Salto sobre el kraken y le clavo la hoja de mi espada en la cabeza. El monstruo se mueve del dolor, le hago una señal a Clayton, entonces este me ayuda con sus sogas.