Alexia
La conversación llevó a la explicación del todo y ahora el brujo quiere volver a iniciar su ritual maligno conmigo, uniendo las dos medallas, no obstante, Iván se pone en medio para luchar con él.
Tengo tanto miedo.
Iván ataca a Ravenor con su espada, pero el brujo utiliza su poder y lo hace levitar. Asustada, corro a esconderme detrás de un arbusto. Recuerdo que él subestima a los humanos, entonces decido ayudar. Tiro una piedra, generando una distracción. El enemigo me sigue, así que el teniente se libera.
―Pequeña ninfa. ―Ríe el hombre sanguinario.
―Estás equivocado ―lo corrijo―. ¡Soy humana!
Mientras continúa distraído, Iván lo vuelve a atacar, entonces lo degolla vivo y me mancho con su sangre, por lo tanto, obvio que grito como loca y lloro.
―¡Ya pasó, ya pasó! ―repite el pirata y me abraza―. Lo hiciste bien, somos un gran equipo. ―Se ríe.
―¿Ya terminó? ―declaro, temblando.
Alza la vista mirando que las nubes se disipan.
―Sí, ya se acabó.
Me aparto, contemplando lo que él observa, visualizo el sol y sonrío.
―Sí, terminó ―repito sus palabras.
―Bueno… ahora debes dejar de mentir.
Hace un silencio, el teniente, un poco avergonzado, luego se me aproxima y me tenso. Agarra un cuchillo de la chaqueta que tengo puesta, después veo que lo utiliza para soltar la insignia de su mango. Esta rueda en el piso cuando cae. Avanzo, entonces me agacho a tomarla, resplandece como mi medallón. Acto seguido, me levanto y me giro a mirar a Iván.
―Ya… ya no estoy mintiendo ―declaro, nerviosa.
―Dijiste que eras humana.
Frunzo el ceño.
―Claro que lo soy.
Guarda el cuchillo en su pantalón, toma mi mano, entonces me hace caminar, llegamos a la casa del brujo. Una vez dentro, me suelto y corro a agarrar mi medallón. Curioso, mi disfraz de pirata ya no está, se ha desvanecido por completo.
Iván se me acerca de nuevo y toma ambas manos con las dos insignias, las mueve, entonces hace que se junten. Se componen de una forma perfecta, se enganchan y ahora son una.
El teniente decide explicar:
―No soy quién para decirte qué hacer, pero deberías aceptar lo que eres y poner tu medallón, o sea, tu vida en tus manos. Aunque, en este caso, en tu corazón.
Lo miro un momento, luego a mi pecho, entonces sin pensarlo mucho, apoyo la medalla allí. Esta se introduce en mí, quedándose en medio y haciendo un dibujo de venas. Al recuperar mi vida, siento que respiro de otra manera, percibo la magia que hay en mí. El medallón al que siempre le pedí ayuda, era yo misma hablándome, era mi poder.
―No lo entiendo del todo, pero… ―Hago una pausa―. Creo que algo cambió.
Se ríe.
―Ahora estás completa, ninfa.
―¿Sabes? Puedo hacer más cosas de las que creía. ―Escucho los sonidos de la naturaleza dentro de mí y entiendo la información que me da, así que sonrío con gratitud por obtener la respuesta que tanto he anhelado―. Sé cómo curar a mi hijo. ―Las lágrimas rozan mi rostro, pero son de felicidad.
―¿Tu hijo? ―expresa, sorprendido Iván―. Oh, es tu hijo. ―Reacciona.
Me río ante su asombro.
―Adivina quién es el padre ―me burlo de sus celos.
Él rueda los ojos.
―Ya lo sé, no lo menciones ―se queja.
Vuelvo a reír, encantada.
―También puedo curarlo a él.
―Oye… ―Hace una pausa y me mira de refilón―. ¿Y ahora qué va a pasar con nosotros y tal? Dijiste que te irías. Eres una ninfa, esas son tan especiales que casi son imposibles de ver, ¿de verdad me vas a dejar?
Me río por tercera vez.
―Pobrecito.
Se sonroja.
―¡¡Respóndeme!! ―se queja, mirándome fijo.
Bajo la vista, nerviosa.
―¿Sabes? Tenía miedo a decirte la verdad, muchas veces soñé con que te enfadarías.
―¿Enfadarme? ¿Yo? ―Se mantiene rojo, contemplándome―. ¿Cómo podría? Eres mi primer amor.
―Sí, pero eso yo no lo sabía. ―Alzo la vista a mirarlo―. Y las mentiras a veces duelen mucho.
―Si me hubiera enterado de esto antes, puede ser, pero ahora… ―Toca despacio mi mejilla―. Ahora solo quiero besarte.
―Entonces hazlo.
―Nunca he besado a una ninfa, ¿y si me maldice? ―bromea.
Enarco una ceja.
―¿En serio?
Tomo la mejilla de él, entonces soy yo la que hace el avance. Nuestras bocas se juntan y mi alma grita de alegría, me siento muy feliz. Ya nada puede destruir esta felicidad, todo es hermoso.
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De regreso en el barco, la mayoría de la tripulación se encuentra con gestos de sorprendidos, al saber que soy Alex. Menos Hunter que lo sospechaba, o Bree se lo dijo, porque al parecer andan bastante juntos ellos dos. Iván me ayuda a subir y luego busca algo para que me vista. Se siente raro estar utilizando vestido, o sea, es uno menos pomposo que esos que usé en mis otras aventuras, pero me gusta, es fácil para moverse. Una vez termino de arreglarme, me aproximo a Derek y se asombra de las buenas noticias. Luego visito a mi bebé.