—¿de verdad queréis ir? —dijo Ella, preocupada.
—Creo que es nuestra mejor opción. —contesté.
—Ya, pero pretenden matarnos si nos infectamos.
—No les hagas ni caso, solo estaremos ahí hasta que saquemos algo útil, si nos infectamos nos vamos antes de que nos maten, no os preocupéis.
—Si nos infectamos moriremos igualmente. —intervino John.
—¡Tu calla John! Que dar ánimos no es tu fuerte.
—Chicos. —nos llamó Daimon—. ¿Qué más da lo que pase? por ahora tenemos que ir. Entrar al coche.
—¡Cómo va a dar igual lo que pase! ¡Nos podrían asesinar! ¿Sabes qué es asesinar?
—Que lo intenten. —Sonrió. Bufé y rodé los ojos. De todas maneras no había más opción, así que le hice caso, y decidí entrar al coche.
—¿Y dónde se supone que tenemos que ir, señor conductor? —le pregunté.
—Ni puta idea. —respondió aún con una sonrisa y una mirada, que no indicaban otra cosa que "voy a hacer algo peligroso, y probablemente la joda, aunque será divertido"
Lo miré amenazante, no obstante no dije nada y posé mis ojos de nuevo en la carretera, pues como buena copiloto debía estar atenta.
Estuve pensando un buen rato. El principal objetivo de nuestro viaje a Toulouse, no era otro que encontrar personas con las que pudiéramos intercambiar ideas e información sobre el virus, ya que no sabíamos nada de él. Aunque, ¿Y ellos? ¿Iban a saber más que nosotros? ¿Qué nos hacía suponer eso? Bueno, el conocimiento estaba claro que se transmitía de persona a persona, quizás hubieran interactuado más que nosotros con otra gente, y de esa forma obtenido algo de sabiduría popular. ¿Alguno de ellos conocería a algún médico? Fuera como fuera, conocerlos podría ser muy útil, sin embargo, más allá de eso, me interesaba ver el mundo. No me importaba la situación, en este caso un apocalipsis. Lo que yo quería era observar, y viajar, ¡Venga ya! Iba a ir a Toulouse, debía aprovecharlo. Enfoqué de nuevo mis pensamientos en el virus. Buscábamos gente para intercambiar conocimientos, y aquellos conocimientos relacionados podrían formar otros, quizás lo mejor era escribirlos, como un libro, donde pusiera toda la información sobre el virus, todo lo que se supiera y pudiera resultarnos útil, de esta manera -gracias a él-, poder crear esas relaciones.
—Oye. —dije mirando a Daimon, que estaba atento a la carretera, con aspecto despreocupado. El aire que entraba por su ventana revolvía y despeinaba su oscuro cabello. Me miró con curiosidad esperando a que yo reaccionara, y no lo hice hasta que sonrió, porque me había quedado mirándolo; sobre todo pensando.
—¿Me estabas comiendo con la mirada? -Dios, no podía ser peor. Intenté respirar ocultando mis rojas mejillas, lo que fue difícil porque su sonrisa era burlona y divertida.
—No seas estúpido, solo me he quedado pensando. Para mi desgracia tú estabas enfrente. —Técnicamente no había mentido. No del todo.
—Lo tú digas, Gritona. —sonrió.
—Exacto, y yo te dije que no me llamaras así.
—Y yo te dije que lo dejaría de hacer cuando dejaras de chillar para todo.
—¡Bueno! Soy expresiva, ¿Algún problema?
—No. Así estás perfecta.
—Ah. —contesté con su inesperada respuesta—. A lo que iba, ¿podemos parar en la próxima gasolinera?
—¿Por qué? ¿Tienes la regla, o algo así?
—¡Que! ¡No! Créeme, si la tuviera ya lo habrías notado. —le amenacé—. De hecho, si la tuviera estarías captando la señal de la radio en uno de esos precipicios.
—Puedo imaginármelo. —contestó riendo.
—Quiero conseguir una libreta grande, para ir apuntando todo lo que sepamos del virus.
—¿Cómo un diccionario?
—Hmmm. —pensé—. Podría llamarse "virusario"
—Ese nombre suena fatal.
—¡Que va! En clase me enseñaron que el sufijo "Ario" significa "relacionado con" y estaría relacionado con el virus, por tanto, sería un virusario.
—Sigue sonando fatal, Gritona, deberías escoger uno mejor.
—¿Librario? —planteé.
—¿"relacionado con libros"? Para atender tanto en Lengua, ese título no tiene nada que ver con lo que intentas reflejar.
—Calla. —dije—. Que sí he buscado otro nombre ha sido porque has insultado al anterior.
—¿Insultarlo? No, Jane, he sido honesto ¡Es un hecho!
—¡Pues era un buen nombre, Daimon!
—Oh, venga, admite que no lo era.
Bueno, quizás tuviera razón. Probablemente, la tenía. Era un nombre de mierda, pero el significado era adecuado. Y además, admitir que no se equivocaba enfrente suya, no era una opción.
—¿Y si pongo el nombre del virus?
—¿Y cómo se llama el virus?
No pude contestar, primero porque no sabía la respuesta, segundo porque divisé lo que llevaba buscando media hora.
—¡Ahí! ¡Para! —exclamé.
Daimon, al ser mi reacción tan inesperada hizo caso, aunque para nuestra desgracia, en lugar de frenar poco a poco lo hizo de golpe, haciendo que la reacción fuera la obvia: por el impacto llevar todos nuestros cuerpos hacia adelante, y golpearnos con nuestros asientos al volver. Ella y John, que habían estado hablando en paz, dieron un grito asustados, e incluso mi corazón se aceleró angustiado, pese a que me esperaba lo que iba a pasar.
—Joder. —musité agitada.
—¿Joder? —contestó John—. Joder nosotros ¿¡Qué os pasa!? ¿Queréis matarnos o cómo va la cosa?
—Ups. —se excusó el conductor.
—¿Qué Ups, Daimon? La próxima vez ves poco a poco, o se nos saldrán las almas del cuerpo. -le riñó Ella.
—¡Exagerados! —exclamó. Yo no dije nada, estaba aún asimilando lo que acababa de pasar. Cuando lo hice, abrí la puerta y salí.
—¿Alguien baja? —pregunté.
—Voy contigo. —manifestaron Daimon y Ella a la vez.
—Bien.
Salimos del coche, dejando a John solo, el cual se había estirado en los otros dos asientos de atrás en cuanto Ella había salido. La gasolinera parecía haberse detenido en el tiempo, como todo lo demás, y la rodeaban coches llenos de polvo y suciedad.