Insomnio para Dos

Capítulo 35: El Disfraz de la Verdad

Narra Tamara

El olor a crema hidratante y pintura de cara barata llenaba mi apartamento. Era Halloween.

—¡Quieto, campeón! Si mueves el ojo se te correrá el pus falso —dije, usando mi concentración habitual, esta vez no en un balance financiero, sino en los detalles macabros del disfraz de Lucas.

Lucas estaba transformado en un adorable zombie. Sus mejillas estaban cubiertas de sombra de ojos verde enfermizo, y las rasgaduras de su pequeña camisa estaban retocadas con pintura roja y espesa. Él se veía feliz. Yo me veía como su madre en la sombra, organizando el caos visual.

Llevábamos tres meses saliendo. Tres meses desde aquella noche en la sala, donde Agustín y yo intercambiamos la "complicidad" por el "potencial de ser compañeros." Tres meses de madrugadas sin insomnio (dormíamos juntos de vez en cuando, y las pesadillas de Agustín eran menos frecuentes cuando yo estaba allí), de cenas planeadas y de fines de semana en parques.

Pero aún no éramos una pareja oficial.

La reestructuración emocional que habíamos acordado esa noche se estaba llevando a cabo con la misma lentitud y seriedad que una fusión empresarial de alto riesgo.

Recuerdo la conversación:

"Vamos a tomar las cosas con calma, Tamara. Ya cruzamos la línea física, pero no puedo mentirte: necesito desmantelar mis muros poco a poco. Quiero estar seguro de que, cuando dé el paso, sea para siempre, por Lucas y por ti."

"Acepto la calma, Agustín," había respondido yo. "Pero cada paso debe ser hacia adelante. No hay retroceso. Yo enfrentaré el miedo al descontrol y tú enfrentarás el miedo a la felicidad sin Elena."

Y así lo habíamos hecho. Había desmantelado mi necesidad de controlar cada cita y cada conversación. Él había comenzado a hablarme de Elena sin culpa, no solo como la esposa que perdió, sino como la mujer que lo había enseñado a amar. Habíamos cambiado la intensidad física (la barrera se había levantado por completo, para nuestro inmenso alivio) por la intensidad emocional. El sexo era un acto de sanación, no de evasión.

Pero el fantasma de la duda persistía. La "oficialización" del título era la última casilla vacía, la que confirmaba que mi inversión de tiempo y corazón no terminaría en un nuevo abandono.

—¡Listo! El zombie más elegante de la guardería —dije, poniendo el último retoque de maquillaje.

Lucas se levantó, dando una vuelta dramática. —¡Papi va a alucinar!

Agarré mi bolso. Miré mi reflejo en el espejo. Yo también iba disfrazada, aunque mi disfraz era más sutil: la mujer que se permite estar enamorada sin tener un Plan Z en caso de desastre.

Salimos del apartamento y fuimos directamente a la puerta de Agustín.

Él abrió con el abrigo puesto, listo para el trabajo. Pero al vernos, se detuvo. Llevaba una camiseta naranja debajo del abrigo (su disfraz era una sutil referencia a "El Principito," que Lucas había elegido).

—El Dr. Zombie y su... ¿Madre Estratega? —preguntó, sonriendo.

—La Madrastra Estructurada —bromeé, riéndome.

En el coche, con Lucas charlando felizmente sobre dulces y calabazas, la rutina familiar se sintió completa. Éramos una familia, actuando como una familia, por el bien de Lucas. Pero la palabra "oficial" permanecía colgando en el aire, una pregunta silenciosa que solo el tiempo, y la valentía de Agustín, podrían responder.

íbamos camino a la guardería, llevando a nuestro pequeño zombie a su fiesta, sabiendo que, aunque habíamos conquistado muchos fantasmas en los últimos tres meses, el más difícil de vencer era el miedo que ambos cargábamos en nuestros corazones.




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