Inspirado a cambiar por ella

Capítulo 4: Sembrando la semilla para algo mejor

A la semana siguiente, una reunión entre el director Horacio, el profesor de educación física Sebastián, y la profesora de inglés Lidia. Los estudiantes sienten la curiosidad propia de chicos de su edad cuando se enteraron de ello. Conocen a la profesora Lidia, una mujer amable y maternal que siempre ayuda u apoya a los estudiantes y Sebastián, es alguien muy liberal pero extrañamente muy responsable cuando se trata de los alumnos.

-Director ¿pasa algo? -pregunta Lidia. Se sienta frente al escritorio mientras acomoda su larga falda. Disciplinada pero glamorosa como pocas. Mientras, Sebastián solo observa y escucha. No quiere sacar un juicio erróneo ni tomar decisiones apresuradas.

-Los convoqué porque necesito respuestas y ustedes quizás puedan dármelas.

-¿Respuestas? -piensa Sebastián.

-Claro. En lo que podamos ayudarle.

Antes de continuar, Horacio se quita la chaqueta de lana y coloca debajo de la puerta. Su expresión de preocupación es evidente pero no llama mucho la atención. Siempre está alterado, nervioso, amargado y en ocasiones, un poco ebrio por el alcohol que a cuenta gotas ingiere por la mañana hasta el mediodía.

-¿Que hace? -se pregunta Sebastián. -Quizás no quiere que nos escuchen, pero ¿porque ahora? ¿qué sucede? -añade a sus dudas.

-¿Director?-exclama Lidia.

-Si, lo siento. Quiero que sean honestos conmigo. ¿Creen que sea débil?

-¿Disculpe? -reacciona Lidia, confundida.

-Es que...últimamente siento que mi autoridad ha sido completamente rebasada. Estos chicos, no han dejado de causar problemas. ¿A quién debo expulsar? ¿al origen de todo o a quienes lo hacen a diario?

En ese instante Sebastián enfoca su mirada sobre Horacio. Deja escapar una breve sed de sangre.

-Lo que dices ¿es verdad? ¿quieres expulsar a Luca? -se acerca Sebastián. Acomoda la silla junto a Lidia y se sienta. -Director ¿quiere arruinarle la vida a un chico que se esforzó mucho para mejor? -su semblante y expresión, demuestran que está muy serio y molesto. Incluso acaba intimidando al director y causando inquietud en Lidia.

-¿Qué quieres que haga? Yo no puedo pasar por arriba de esos mocosos. Sus padres son demasiado influyentes. Si se me ocurriera expulsarlos, al día siguiente yo dejaría de ser director y ellos reincorporados aquí. No hay manera de que salga bien ¿entiendes? -responde Horacio elevando la voz. Sus manos tiemblan, al igual que la voz. Está a punto de tener de un colapso.

-Director por favor, cálmese. -le pide Lidia para no llevarlo a una discusión violenta con Sebastián. - Estoy segura que esto puede hablarse de forma más calmada. Somos adultos y es nuestro deber hacerlo. -toma del brazo a Sebastián de manera más disimulada.

-Perdón. -Horacio se quita los lentes y raspa sus ojos.

-Horacio. -deja escapar Sebastián. El director mira al profesor y encuentra la mirada imponente de alguien que lo ha visto todo y ha hecho todo y carga consigo algo más que un plan de clase, exámenes o la confianza de los estudiantes sobre sus hombros. -Díganos lo que sepa y no ha contado sobre esos chicos. Si quiere que lo ayudemos entones confíe en nosotros.

-Ya saben que esos chicos son hijos del poder y la impunidad. -dice Horacio.

-¿Pero? -pregunta Sebastián.

-Hay algo más respecto a su historia familiar, algo más oscuro. Sus padres tienen conexiones con personas peligrosas y poderosas.

-No es algo difícil de creer puesto que son adinerados y aparecen en círculos de poder.

-Es por eso que tiene tanto miedo como para hacer algo ¿verdad? -dice Lidia.

-Si.

-¿Sabes? Según mi experiencia, el pez grande se come al pequeño. -exclama Sebastián. -Por esa razón es que temes y no puedes hacer nada. Aun así, hay peces que se comen a los más grandes.

Horacio escucha esas palabras y no parece nada a lo que diría un profesor de educación física. Tiene mucha experiencia en los aspectos más oscuro de las personas y el cómo actuar según la situación. Se llena de dudas acerca de quién es. Llegó un día con un curriculum vitae impreso y actitud confiada que lo sorprendió al director, y a la semana siguiente de la entrevista ya se encontraba trabajando con los estudiantes. Jamás le pidió que le cuente su historia personal ni nada.

-¿Que me propones hacer? -le pregunta el director.

-Nada. Esperar. -contesta el profesor.

-¿Esperar? ¿a qué esperar? -pregunta Horacio.

-El momento para que cumplas con tu función de directivo. Cuando lo hagas, será un lugar mejor esta escuela.

-No lo entiendo.

-Yo tampoco y solo tú podrás darte cuenta, no yo.

La reunión se termina con más dudas que certezas por parte del director. Los dos profesores abandonan la oficina. Lidia se detiene, antes de cruzar la puerta, y agacha para tomar el abrigo del director y se lo entrega en la mano.

Tras esto, Lidia aborda a Sebastián en el pasillo.

-¿Que fue eso? -pregunta ella.

-¿El que?

-Eso Sebastián. Obviamente el director está muy asustado y no ayudaste mucho con tu misticismo.




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