Gulf se sentía frustrado. El taller de arte no era como lo había imaginado. ¿Por qué necesitaba directrices para dibujar? No tenía nada en contra de las técnicas pero sentía que limitaba su arte al pedirle que dibujara algo que despertara una emoción concreta cuando no la sentía. La asignación para el lunes siguiente era un dibujo que provocara desesperación, tristeza.
Gulf suspiró, preguntándose si debía abandonar el curso. Era el único que había encontrado. El único gratis, no podría jamás pagar un curso privado. A veces ni siquiera podía conseguir los materiales requeridos.
¿Quizá fuera preferible seguir dibujando sólo, encerrado en su casa?
Se dejó caer sobre la hierba silvestre que se dibujaba a lo largo del río y volvió a suspirar. Aquel era su lugar favorito: aire puro, el sonido tranquilizador del agua del río, siempre en movimiento y la única compañía de un sauce llorón que lo acariciaba cada tanto movido por la brisa de Noviembre.
"Este no es buen lugar para encontrar la desesperación...", pensó, "Aquí no encontraré motivación..."
Y fue entonces que los vio: los ojos más tristes del mundo lloraban a pocos metros de él...