Gulf intentaba concentrarse. Pero le resultaba muy difícil despegar sus ojos de aquella mirada rasgada.
¡Eran los ojos más hermosos que jamás había visto!
Aún cuando Gulf percibían en ellos mucha tristeza. Recién cuando miró el estante que había llenado con las camisas y remeras que había estado doblando, se dio cuenta de que todas estaban mal dobladas e incluso estaban guardadas en el estante equivocado.
Cerró los ojos sintiendo que su rostro se encendía por la vergüenza. Balbuceó una prácticamente inaudible disculpa a una de las encargadas del local pero percibió que ésta no le prestaba atención. Al igual que a él, parecía resultarle difícil dejar de mirar a Mew.
— Terminé aquí por hoy...— dijo Gulf algo frustrado.
—¡Genial! Porque te tengo una invitación y no puedes decirme que no...— le susurró Mew y le sonrió de una manera endemoniadamente hermosa.
Gulf sintió que ya nunca más podría de dejar de mirar aquel rostro. Y no pudo evitar un sonoro suspiro, sintiendo su rostro encendido por la vergüenza...