—Me han dicho quién eres...Eres famoso. Lo lamento, no te había reconocido.— le dijo Gulf a Mew, mientras contemplaban el descampado vacío.
Ya todos los niños se habían ido a sus casas. Habían pasado las últimas dos horas jugando en aquel potrero con Mew en una portería y Gulf en la otra, riendo y disfrutando como hacía mucho Mew no se había sentido.
Gulf Esperaba una respuesta pero Mew no dijo nada.
—¿Estás... bien?— insistió Gulf.
— Esa niña, la de la silla de ruedas, ¿cómo se llama?
— Lorenza...
—Ellos le pasaban la pelota y esperaban pacientes a que ella la tomara con sus manos y la hiciera rodar de nuevo hacia otro compañero y...— pero Mew ya no pudo seguir hablando. Tenía sus ojos otra vez cargados de lágrimas.
Entonces sintió de repente uno de los brazos de Gulf rodeándolo y se conmovió aún más.
— No te traje aquí para que sientas lástima de ellos...
—Siento lástima de mí mismo...— dijo Mew de repente.
Entonces Gulf lo atrajo hacia él y lo abrazó con fuerza.
— Gracias...— susurró Mew.
— Gracias a ti... Los Carpinchos no van a poder dormir esta noche de la emoción ...Han conocido en persona al goleador Mew...
—Ya no soy más ese Mew... Éste es el único Mew que existe...
—Me gusta mucho...este Mew...
"Soy yo quien no podrá dormir esta noche...", pensó Mew, mirando sin poder evitarlo, la boca, tan cercana y tan tentadora, de Gulf.
Y no lo pensó. Rozó primero los labios de Gulf con los suyos. Y un segundo después, lo besó. Lo besó como como si fuera la primera vez que besaba, y como si fuera la última vez y como si el resto del mundo hubiera dejado de existir...