—¿Por qué... carpinchos?
— Porque... así nos llamamos...
— ¡¿Y las mujeres que también somos parte del equipo?!
Todos los niños miraron a Lorenza. No paraba de hacer jueguitos con una pelota, un regalo reciente de Mew. La mirada emocionada de la niña pasaba casi compulsivamente de sus flamantes botines violetas a sus dos piernas ortopédicas. Aún temía que aquello pudiera ser solo un sueño.
— Y entonces..., ¿qué propones, Lorenza?
La voz de Gulf le llegó a todos desde el centro del grupo, que se habían desparramado, aquel lunes, en el medio del potrero. Una inmensa tela blanca, rectangular se hallaba desplegada sobre la tierra colorada. Gulf sostenía una hoja de papel en la que ya había plasmado algunos bocetos a lápiz.
— Propongo...— dijo Lorenza muy seria, deteniéndose por primera vez en muchos minutos— una x...
Todos miraron a Gulf. Gulf miró la hoja y garabateó algo en ella y la mostró al grupo:
CARPINCHOSX
Las risas y las burlas inundaron el grupo pero Lorenza no se dió por vencida.
—¡Gulf! ¡La x de inclusión!
Gulf por fin lo entendió. Volvió a escribir algo en la hoja y volvió a mostrarlo al grupo:
CARPINCHXS
— Muy ex..clusivo...— dijo uno— pero, ¿cómo lo leemos? ¿carpinches? ¿Carpinch..ecxs?
Las risas volvieron, incluso Lorenza se rió.
— Capibaras...— una voz retumbó cerca y el silencio fue absoluto.
Mew se sentó al lado de Gulf. Lo saludó con un dulce beso en los labios- hubieron algunas risas y algunos aplausos como siempre que veían Mew y a Gulf besarse-y luego dijo:
— Capibaras es otro nombre para carpinchos y no es necesario agregarle ninguna x. Es una palabra guaraní que significa "señores del pasto"... Porque un buen jugador... o jugadora...— Mew le guiñó un ojo a Lorenza— no es solo dueño o dueña del balón sino también del pasto. El pasto es su segunda casa.
—Mew, ¡qué lástima que no tengas hermanos!— dijo Lorenza suspirando— Perdón, entrenador...— dijo luego mirando a Gulf y poniéndose colorada.
Gulf no podía dejar de reír y tratando de continuar, preguntó:
—¿Ya han decidido los colores de nuestro equipo?
— Hicimos una lista...— dijo el más grande— como sugeriste y votamos. Pero la lista era demasiado larga y hay como veinte colores empatados.
Gulf volvió a reír, pidió silencio y miró a Mew.
—¿¡Qué!?
— ¿Por qué no nos ayudas a elegir los colores...?—propuso Gulf.
Mew observó primero a Gulf, luego a cada uno de los niños y niñas del grupo que lo miraban expectantes y en silencio. Luego sus ojos bajaron y subieron y finalmente, sonrió.
—¿Qué les parece que nuestra bandera tenga los colores de nuestro mundo? Rojo, como esta tierra que pisamos, verde como el color de aquellos techos...—dijo señalando las viviendas de Las Torres, el asentamiento donde la totalidad del grupo vivía— y blanco..., como este cielo que nos cobija. Los colores del mundo...
—¡Me gusta!
—¡A mí también!
—¡¡¡Votemos!!!
Todos y todas alzaron las manos y, entre aplausos, Gulf anotó los nuevos colores en su hoja.
—¡Por aquí...!— gritó Mew a un joven que caminaba hacia ellos.
Gulf lo reconoció de inmediato, era el mismo que la semana anterior los había seguido hasta el comedor de la parroquia y se mordió el labio al recordarlo. Sintió la mirada traviesa de Mew sobre él y se puso colorado.
— No te pongas celoso...— le susurró Mew— Ya te lo expliqué. Él juega en el equipo rival del triple F pero nos conocemos desde niños. Solo somos amigos.
Gulf sentía su rostro como un tomate candente.
—Hola...—el grupo entero lo saludó— Aquí está..., como lo pediste...— dijo el recién llegado y le entregó a Mew un largo papel enrollado.
Mew lo abrió con cuidado y lo extendió sobre el suelo para que todos y todas pudieran verlo. Era un croquis, con numerosos diseños cuidadosamente dibujados. Parecía, visto desde arriba, una pequeña ciudad.
—¿Qué es, Mew?— preguntó Lorenza.
— El mundo, Lorenza, este será desde ahora nuestro mundo...
Mew apartó a Gulf del grupo unos metros y le entregó un paquete.
—¿Qué es...? Te lo dije Mew, no quiero que me regales nada. Tú eres mi regalo.
—Tómalo como un pago por tu trabajo como entrenador capibara. Además, esto será parte de tu trabajo diario .
Gulf abrió el paquete y sintió que los ojos se le cargaban de lágrimas: un blog de hojas de dibujo de primera calidad y unos lápices acuarelables importados, completaban el regalo.
— Esto es para que dibujes nuestro mundo...— le susurró Mew señalando al grupo— y para que ese otro mundo...— dijo señalando hacia la ciudad opulenta— nos puedan empezar a ver. Porque amar... es también ver... Y cuando les vean, les amarán tanto como yo te amo a ti...
Esa misma noche, Gulf le mostró a Mew su primer dibujo en semanas. Ninguno de los dos pudo hablar. Se abrazaron Y lloraron en silencio. Y se quedaron dormidos, sabiendo que el amanecer traería para todos y todas un mundo nuevo...