Instituto de Elementos

Capítulo 37

Ese amuleto lo cambió todo. No solo en mi exterior sino en mi interior también. Al ponérmelo, un sinfín de imágenes y recuerdos se posaron sobre mi mente, recordé aquella primera vez que utilicé mis poderes, recordé un par de felices momentos con Julieta, recordé la primera vez que mis padres me llevaron al jardín de niños, y lo más importante que recordé, fue a mis padres; por alguna razón no pude recordar su rostro pero pude tener una imagen perfectamente clara del amor que nos profesaban a Julieta y a mí, recordé sus dulces voces y risas, sus caricias y besos, y su última promesa de amor eterno.

 

No fue eso lo único que vi. No solo pude dar vuelta atrás y ver las partes más memorables de mi pasado, sino que también tuve acceso a lo que parecía ser mi futuro. No eran imágenes ni visiones, eran sensaciones y sonidos; por un lado escuchaba risas y por otro llantos, por un lado sentía mucho poder y satisfacción y por otro mucho dolor y desesperación. Quería seguir explorando lo que el poder de ese amuleto le había obsequiado a mi cabeza pero al parecer aún no estaba preparada y tuve que volver a la realidad.

 

Al abrir mis ojos lo primero que vi fue a Raiza, con una inconfundible cara de alivio en su rostro.

 

—Oh Avril, ¿cómo estás?— me preguntó.

 

—Yo... Bien, creo— respondí.

 

Me puse de pie y pude notar que mi eterno dolor de cabeza ya no estaba, no sentía ninguna especie de dolor en mí, en ninguna parte de mi ser. Eso, y sentía mucha energía correr por mi cuerpo, sentía ganas de correr y gritar un montón, todo lucia más claro y vibrante, más genial.

 

—¿Qué fue todo eso?— pregunté sonriendo.

 

—¿Tú qué crees?— me preguntó Nate —Eres tú y tu gran poder, yo solo te ayudé a liberarlo... Bueno, nosotros— les sonreí —... Entonces, vendrás con nosotros ¿verdad?

 

Miré a mis amigos. Sus expresiones decían mucho y a la vez nada. Parecía que dijeran «anda, todo estará bien, no te preocupes» pero por otro lado sentía que decían «no nos abandones, por favor, no te vayas» no sabía cuál de las dos opciones era la verdadera, tal vez decían ambas, o tal vez no decían ninguna, así que ¿qué hacer?

 

—Yo... En verdad no lo sé. Porque, quiero ir con ustedes, créanme, lo que acabo de sentir fue lo más escalofriante y espectacular que he llegado a sentir en mucho mucho tiempo. Pero... Hay un montón de cosas que no me gustaría abandonar, como mis amigos y mi hermana, son muy importantes para mí— dije.

 

—Lo sé Avril, pero, aunque sonará un poco frío, puedes hacer más amigos, nosotros lo hicimos, e igual podrás seguir en contacto. Conocerás gente nueva, crearás nuevas experiencias y nuevos amores. Sobre tu hermana no hay de qué preocuparse, podrás tener vídeo llamadas siempre y cuando no comentes tu ubicación— comentó Tate —... Avril, amigos vienen y van pero eres tú quien decide cuándo y cómo.

 

Mire a Evan: —Hay personas que no encuentras dos veces— comenté.

 

—Hagamos esto: te daré dos semanas para empacar y pensar las cosas, volveremos pasado ese tiempo y si de verdad estas cien por ciento convencida de que no te quieres ir, no te obligaremos, pero vendrán cosas peores más adelante que probablemente lo harán. Esto es lo mejor para ti— dijo Evie.

 

—Bien, dos semanas me parece bien.

 

Me encerré en mi cuarto el resto de la tarde y miré el techo pensante por más de cinco horas. Mi cerebro nunca había estado tan confundido ni tan perdido. Voces, millones de voces; unas decían: hazlo y otras: no lo hagas. ¿A cuál de todas esas voces debía obedecer? No entiendo porque me veo siempre envuelta en una constante toma de decisiones.

 

Tres días, cuatro días, cinco, seis pasaron. Mi primera semana estaba a punto de terminar y lo único que había logrado hacer es tomar una maleta y dejarla abierta en el piso al final del día dos. Todos los días me quedaba mirándola sin estar muy segura de qué hacer, si cerrarla o llenarla.

 

El día siete llegó y finalmente pasó algo diferente. Raiza vino a decirme que dormiría con Matthew esa noche y que volvería la tarde siguiente. Evan se presentó a mi habitación cerca de las seis de la tarde. Tocó la puerta y sin duda lo dejé entrar, me saludó y tomó asiento junto a mí en mi cama.

 

—¿Cómo estas?— me preguntó.

 

—¿Cómo se supone que debo estar?— pregunté decaída.

 

—Confundida, creo.

 

—Si.

 

Se hizo el silencio por un par de segundos.

 

—Avril— lo miré —, hay algo que debo decirte y que debes saber independientemente de la decisión que tomes, esto es algo muy importante para mí y que créeme que me costará confesar— comenzó a preocuparme.

 

—Adelante.

 

—Tú— se aclaró la garganta —, bueno, sé que no nos conocemos hace mucho tiempo, ni hemos compartido muchos momentos, pero te has convertido en una parte muy, muy importante de mi vida. Eres una de las pocas personas por las que sin dudarlo ni una vez entregaría y sacrificaría mi salud y mi integridad, me has demostrado lo hermosa que puede ser la vida contigo en ella y has hecho de mis días los mejores. Por eso y muchas más razones Avril, yo te amo— su voz tembló un poco —lo hago y lo seguiré haciendo sin importar cuantas cosas pasemos, te amo y lo haré hasta el fin de mis días porque gracias a ti mi vida tiene un propósito. Y, estoy nervioso porque es la primera vez que confieso y siento esto por alguien pero temía que si no lo hacía ahora no podría hacerlo nunca. Así que si, te amo y nunca he estado más seguro de algo en mi vida.

 

—Oh Evan— lo besé —. Yo también te amo. Con toda mi alma y mi corazón.

 

Me aferré a él en uno de los besos más sinceros que se pueden dar. Hasta que un par de besos que contarían como prueba de amor sincero, se convirtieron en algo más serio, mucho más serio. Comenzó a besar mi cuello y acariciar mi cuerpo, nos recostamos en la cama y empezamos a despojarnos de nuestras prendas. Y creo que está de más explicar que pasó después.



#14966 en Fantasía

En el texto hay: instituto, romance, poderes

Editado: 08.06.2021

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