Instrucciones para restablecer el Destino

39 | El fin de la agonía (parte II)

Como una bala perdida. Creo que así me describiría si tuviera que hablar de los tres meses que dejé de frecuentar a Brenda. Y digo frecuentar, porque nunca dejé de verla. Sí, le dije que había cortado todo contacto con ella. Pues le mentí.

Ojalá tuviera ese nivel de autodominio.

Me sobrevino la ocurrente idea de utilizar mi Maserati para camuflar mi papel de stalker y vigilar su hora de salida y llegada a mi, digo, a su departamento, incluso dentro de mis horas laborables. Brendita no salía mucho, al principio. Una que otra escapada al supermercado, al centro comercial, a la farmacia, a dejar a Nath a algún lado o recogerlo y poco más.

Nunca sospechó que la vigilaba. Creí, durante todo ese tiempo, que me había camuflado bien. No contaba con lo llamativo que parecía mi auto nuevo. Pero funcionó mientras duró, doctora. Tampoco lo negaré.

Luego, apareció ese tipo, en aquel Peugeot, pavoneándose como si fuera la gran pendejada. Yo no podía dar crédito a lo que veía. ¿De dónde lo había sacado Brenda? ¿De alguna tienda de amenidades? Digo, sé que no debo referirme a la gente en esos términos, pero es que, really?, ¿acaso Brendy no podía aspirar a más y mejor? Me habría consolado un poco si sus perspectivas hubiesen sido más amplias. Pero mi nena no tenía amigos, you know, como los míos. Es más, ni siquiera estaba seguro de que tuviera amigos, a secas. Supongo que a ese tipejo lo conoció en la universidad.

En esa universidad local a la que asistía.

I mean, si la sacaba a pasear a esos sitios tan costosos, ¿por qué no…? Ah, mejor no digo nada. Seguro quería impresionarla. Lo que no sabía es que mi Brendita no se vende ni se compra. De lo contrario, se habría quedado conmigo. Not with that guy.

Tuve ganas de stalkearlo. Usted sabe, de seguirlo hasta su casa para saber en dónde vivía. Por cualquier novedad, me decía a mí mismo. Por si necesitaría ese dato, en el futuro. No lo hice porque me di cuenta de que acabaría en una clase de funny game que se me escaparía de las manos, en algún momento. Al menos así comprobé que me quedaba todavía algo de autocontrol.

En una de sus saliditas, el tipo cometió el atrevimiento de llevarla a uno de mis lugares favoritos, un bistró muy cozy en el downtown. Se trataba del negocio de un amigo, incluso, y Brendy lo sabía. No sé por qué aceptaba frecuentar con él los mismos lugares que visitaba conmigo. Supongo que para borrar mi huella. Esa noche fui un poco más allá. Por suerte, ella no se dio cuenta. Pero, quizás el tipo sí.

Me tomé la libertad de salir del auto y entrar al bistró, mientras mantenía una distancia prudente de donde ellos se hallaban. Fueron conducidos a una mesa en la parte de atrás, adonde yo no tenía acceso (para mi fortuna). Pero, igual, pretendería dirigirme al baño para ver en qué andaban esos dos. Y si Brenda me descubría, pues no sería la gran sorpresa para ella.

Déjeme decirle que eso nunca ocurrió, porque, por suerte, una amiga se interpuso en mi camino. Bueno, no tan amiga mía, pero sí de Brendy. Gaby, una colega de su maestría a quien conocí alguna vez en 2014. Era escritora, profesora de universidad y no estaba nada mal, excepto por su cabello.

I mean, debería peinarse.

Pero me salgo del tema, ¿por qué traigo a Gabriela a colación? Créame, doctora, que luego de lo que pasó con Nathaniel, esa mujer difícilmente quedará fuera de nuestras mentes. Y pues, porque en aquel tiempo, hice lo que no debía. Me lie con ella. Por despecho, ¿sabe? Me dijo que le gusté desde que me vio y que me había tenido ganas desde entonces. Que no creía en la monogamia y que un hombre como yo debería practicar el poliamor por el bien de la humanidad. Esa última frase me halagó lo suficiente como para darle chance, no una, sino varias veces. No diré cuántas, porque no las cuento. Un caballero no tiene memoria (para aquello que le conviene).

Se declaró pansexual y me hizo saber que, quizás, aquel también podría ser mi camino. No le di la razón entonces, pero tampoco lo descarté de inmediato. Cuando encaró la posibilidad de liarse con Brendy y conmigo al mismo tiempo me abrochó, doctora. Solo de imaginármelo, me ponía ahí mismo. Bajo esa promesa, continué frecuentándola.

Luego leí sus novelas y supe que lo que me había contado no se trataba de labia sin fundamento. That woman was hot (no sé por qué me refiero a ella en pasado). Ojalá mi Brendita pudiera escribir así, pero ella es, ¿cómo decirlo?, mucho menos explícita. Nada que ver con Gabriela, damn it!

Me había preparado una sorpresa por mi cumpleaños atrasado en su propio birthday. Algo bastante forzado, si se me permite opinar. Pero eso fue lo que dijo, y yo me imaginé alguna barrabasada al estilo pegging o algo por el estilo. Nada podía sorprenderme de esa mujer. Además, como andaba en proceso de desintoxicación de mi amada, y como tampoco tenía nada mejor que hacer, acepté. Lo que fuera, con tal de quitarme a ese enano de mierda de la cabeza, haciéndole el amor a mi mujer. La de verdad.

De modo que, cuando me dirigí a su casa, acicalado como para los Oscar, me encontré con que se trataba de una fiesta por todo lo alto. Con otra gente, vaya. No diré que no me decepcionó un tanto, pero, por otra parte, me tranquilizaba pensar que, al menos, tendría alguna opción de escabullirme si las cosas entre Gabriela y yo se tornaban escabrosas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.