Instrucciones para restablecer el Destino

69 | Hadid Anyways

Me siento culpable por hablar de Hadid estando ya casada con Jordan. Pero, en lo que a mí respecta, las personas jamás olvidamos a nuestros ex. Los dejamos de lado, como máximo, para que nos agarre una taquicardia luego, cada vez que los volvemos a ver. Me pasó con Jay y me ha pasado con todos, incluso con los menos trascendentes. Es más, si hubiese tenido chance, hasta creo que habría regresado con alguno a la primera oportunidad.

Así son las cosas.

No fue diferente con Had. Y a él le pasó algo parecido conmigo. Debo disculparme porque yo no soy así. Esta noche la nostalgia me ha cooptado tanto que me he dedicado a escribir sobre él, luego de ya no verlo por un buen tiempo.

¿Qué fue lo que ocurrió? Digamos que a Hadid le tuvo sin cuidado mi matrimonio con Jay o que, quizás, por tenerlo muy presente, decidió, a manera de venganza, ponérmelo difícil.

No sabía que Hadid tuviera problemas con el alcohol. Pensaba que, por sus creencias religiosas, era abstemio. Mi marido me hizo saber que su pal carecía de fe o que, al menos, él nunca tuvo noticia de que profesara alguna.

Bueno, eso explicaba mucho.  

¿Les ha pasado que, sin proponérselo, acaban memorizando el número telefónico de alguno de sus amantes?, ¿o de todos? A mí me pasa. Y me ocurrió con él. Y a él conmigo. De nada sirvió el ghosting del 2007. O eso fue lo que me dijo cuando llamó borracho, la primera vez y, por suerte, mientras Jordan estaba en el baño.

­–Por favor, borra mi número –le dije, en voz bajita, para que ni Jay ni Nathaniel me oyeran. Y mientras huía de la habitación, como si acabara de cometer un crimen.

–No puedo –respondió–. Me lo sé de memoria.

–Pues, olvídalo.

Lo que Had no sabía es que también reconocí su número a primera vista, al punto en que mi corazón saltó hasta el techo en cuanto lo vi reflejado en la pantalla del celular.

Por suerte para mí, soy demasiado tímida para ser yo la primera en llamar. Esa ha sido, quizás, la única función práctica de mi fobia social galopante.

La segunda ocasión no tuve tanta suerte. Era de madrugada. El timbre del celular despertó a Jay, que tiene el sueño más liviano que el mío. Fue él quien me levantó y hasta creo que me acercó el teléfono.

–Contesta –me dijo, mientras intentaba disimular su tono desafiante.

No pude, me habría matado antes de hacerlo. Colgué.

Jordan no hizo lo que cualquier marido celoso haría. Esto es, arrebatarme el celular, devolver la llamada y mandar a la mierda a su interlocutor. Solo me sugirió que apagara el teléfono mientras durmiéramos, o que, al menos, lo pusiera en modo avión, para evitar cualquier despropósito.

Se trataba de un consejo saludable para ambos. De modo que le hice caso.

Hay algo que no tiene sentido. ¿Qué ocurre cuando estás casada y, de pronto, alguien del pasado se cuela para aguarte la fiesta?, ¿qué se hace?, ¿cómo se reacciona? ¿Qué ocurre si eso te gusta?, ¿si le sigues el juego?

Hadid y yo comenzamos a chatear. Empezó de manera inocente. Con él ofreciéndome ayuda técnica para mover mis redes sociales que se hallaban un poco oxidadas. En el momento en el que Nathaniel se marchara a Harvard, por mi bien tendría que ocupar mi tiempo y energía en algo provechoso. Decidí buscar trabajo; pero, mientras, había que darse a conocer.

–Necesitas probar Instagram –me decía Hadid–. Facebook está desfasado.

–Pero no sé cómo se hace, y me da pereza averiguar.

–Yo te enseño.

Y me enseñaba. Instrucción por instrucción, por mensajes de texto y de voz, hasta que logré crear mi cuenta y ponerla a andar. Se lo agradecí efusivamente. Él aceptó con una cordial frialdad. Le agradecí ese gesto, de nuevo, y en silencio.

Mi oferta de servicios incluiría la escritura y corrección de estilo, dos de mis especialidades universitarias. Hablamos de eso también.

–¿Sabes? –le contaba–. Me gustaría escribir como Gaby.

–La he leído. Una copada para las escenas de sexo.

–Yo sería incapaz de escribir así.

–¿Por qué?

–Porque soy muy capitalina. O sea, una completa mojigata.

–No lo eres.

–Tú sabes que sí.

–Descubrí un antídoto para la mojigatería hace tiempo.

No nos digamos mentiras. Hadid era, a su manera, también un pacato. Uno que escondía su naturaleza cerril detrás de modales impecables y una herencia cultural y económica a dos tiempos ingente.

–¿En serio?, ¿cuál?

–¿Te has hecho, alguna vez, fotos íntimas?

–Mmm… una vez hicen u desnudo artístico para un exnovio, ¿eso cuenta?

–Separa el arte de lo que te estoy preguntando.

–Entonces, no.

–¿Te lo han pedido?

–Sí.

–¿Has aceptado?

–Solo para Jordan –era cierto, pero ni tanto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.