Instrucciones para restablecer el Destino

95 | Desfogue

Si renunciar a Gaby fue difícil para mí, hacer que Brenda se desenamorara de ese jerk lo fue aún más. Quitarme de encima la obsesión malsana que el haber ocasionado que mi amada esposa se apasionara por otro hombre provocó en mí, ni que se diga.

Brenda es quien me ha persuadido, por decirlo de algún modo, a venir a su consulta. Más por lo que ocurrió después que por cualquier otra cosa. Me avergüenza decirlo, pero, no existe otra forma de manifestarlo.

I’m a proud man, obviously, y creo que he repetido esto demasiadas veces como para tener que reforzarlo cada dos por tres. Me cuesta aceptar que el corpus mi vida amorosa se compone de una larga serie de errores que arrancaron la noche en que decidí dirigirle la palabra a una chica inocente de diecisiete años que acabó como mi esposa, azotada y nalgueada hasta el hartazgo por su nefasto marido que no la merece.

Y que ese hombre sea yo, no es de sorprenderse.

Me corresponde decirle ahora que nunca renunciamos al poliamor. No se podía, estábamos más allá de cualquier decisión coherente por esa época. Hablo como si me refiriera a un tiempo pasado, pero, en realidad, le hablo desde el here and now.

No estoy seguro de si Brenda se desenamoró del Rui ese. Ella dice que sí; yo debería, por mi parte, elegir creerle, pero me cuesta. Yet, I’ve been pretending all this time que lo ha olvidado, para no hacerme mala sangre conmigo mismo. Pero lo dudo en serio.

Estos días han sido de relativa calma, Brendita ha retomado sus rutinas y déjeme decirle que, solo hasta hace una semana, ni siquiera le hubiera podido decir cuáles eran. Ahora hasta puedo enumerarlas: levantarse muy en las mañanas a preparar nuestro desayuno, poner orden a la casa, hacer el laundry, el almuerzo, la cena, su rutina de ejercicios, de escritura, en fin.

Creo que ahora la conozco un poco más. Y la amo más, en consecuencia. Por mi parte, desengancharme de Gaby no ha sido nada fácil. El contacto cero, sí, doctora, eso funciona. Pero usted misma me ha hablado de la sombra, y cómo nos toma y nos traiciona en el momento menos esperado.

Reprimirme nunca ha sido para mí un buen negocio. Mi sombra es muy fuerte y oscura. Too much issues to hide. Más de una vez me vi tentado a llamarla, a buscarla. Más de una vez tuve que dedicarme a otras cosas para evitar esa tentación.

Y, al mismo tiempo, lo que me une a Brenda es tan poderoso que la ira que me genera solo pensar que Rui se la cogiera es tan enorme que me dan ganas de castigarla hasta la extenuación.

Pero, al parecer, mi Brendy está en paz con ese hecho. Le gusta, in fact. Y esa no es la idea. O tal vez, sí, ya no sé ni lo que pienso.

Decidimos otro tipo de acuerdos que comprometieran menos nuestros afectos. Los llamamos, no de forma tan eufemística como hubiera querido, nuestros respectivos desfogues. Bien, la palabra revelará un poco de la nefasta naturaleza de nuestras decisiones y de la forma en cómo pasamos de ser dos amantes esposos a un par de canallas dispuestos a cosificar a otras personas como mecanismo de liberación de nuestras personales obsesiones.

Mi Brenda y yo teníamos en mente dos objetivos puntuales: quitarnos de la cabeza, a como diera lugar, a nuestros respectivos vínculos alternos (entiéndase, a Gaby y a Rui); a cambio de eso, utilizaríamos los medios más y menos ortodoxos que la oferta de citas online pudiera ofrecer.

Sexo sin compromiso, sin ataduras, ocasional e intransferible. Cada uno por su lado, y con la única consigna de no poner en riesgo nuestra salud física, emocional y mental. Una quimera a toda prueba, pues, pero que nos planteamos en seguirla a rajatabla, hasta el día en que ese otro par de canallas que casi desbaratan nuestro matrimonio dejaran, por fin, de significar algo más para nosotros que un muy mal recuerdo y una pésima decisión.

Por lo que podrá inferir hasta ahora, se habrá dado cuenta de que la larga cadena de errores que he cometido ha sido también transferida a mi esposa, como partícipe de mis fallidas decisiones. Brenda, por su parte, aceptó sin poner objeciones, presa también, como estaba, de su maldito enamoramiento por el músico de pacotilla y su necesidad imperiosa de quitárselo de la cabeza.

Ella no dejaba de llamarlo enamoriscamiento. ¿Existe esa palabra, para empezar? Whatever. Enamoriscamiento my ass, por otra parte. My wife was so in love with that moron, que en ocasiones la pillé mientras lloraba despacito en el baño, con su celular en la mano, mientras se limpiaba las lágrimas antes de que rodaran por sus ojeras.

Mi Brendy sufrió mucho por aquel imbécil. Creo que el tipejo la ghosteó. Se necesita ser bien canalla para hacerle eso a una mujer como ella. Lo sé porque soy de la misma ralea que Rui y como conozco a los de su especie, lo desprecio más que a ninguno de los otros amantes de mi nena.

Ni siquiera doy crédito a lo que acabo de decir. Damn it!

Me hubiera gustado matarlo. Soñé que lo hacía unas tres veces. Presa de esa maldita elaboración subconsciente, más de una vez lo perseguí por El Pobre Diablo, La Liebre e, incluso, afuera de la casa de Gabriela.

Mi plan no era nada más que hipotético. Interceptarlo en la noche, en medio de una de las tantas solitarias calles de la ciudad y golpearlo de frente, no con mi puño, sino con algún objeto lo suficientemente duro como para quitarle la vida no tan rápido como mi yo diplomático hubiera deseado.




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