Instrucciones para restablecer el Destino

101 | Demasiados no

Planes, esos grandes desconocidos. Con una salud mental más que deteriorada y un matrimonio tambaleante, no podía considerar a aquel año de 2018 como el idóneo para ejercitar el siempre evasivo arte de la planificación. Pero se hacía necesario improvisar, por el bien de la relación con mi marido, y por la necesidad imperiosa de mantener a la raya a mis demonios personales y a mi excesiva sombra.

Jordan fue, como siempre, el de las geniales ideas para sazonar aquella olla de grillos salvajes en la que se había convertido nuestro casorio.

–Nena, no te has quitado de la cabeza a ese fulano ni yo a Gabriela, right?. Y el tiempo cuenta.

Claro que contaba, como contaban también las innumerables veces que me había atado a la cama, de espaldas, para azotarme desde que se aficionó a propinarme nalgadas. O contaba también como cuando me tomaba de sorpresa en la cocina, en la sala o en la lavandería, para someterme, en especial de espaldas, y castigarme con sus palmadas a mano abierta por cualquier pretexto de mierda como no haber dejado mi cepillo de dientes en su lugar o haber tendido la cama de la forma en la que a él no le gustaba.

No voy a negar que cometía aquellas faltas disciplinarias a propósito –algunas, no todas, que se entienda–, para poder seguirle el juego. Porque lo disfrutaba, no lo niego, pero ya me comenzaba a escocer la piel del trasero, que la tengo bastante sensible y empezaba a dejar de ser placentera, al menos aquella parte de la sesión sexual que le sobrevenía después.

–Lo que pasa es que tú no te has quitado las ganas de coger con cualquiera, Jordan –le respondí, para que supiera que no me engañaba ni por un segundo con eso de la supuesta renuncia voluntaria al poliamor–. Ni creas que no sé de lo que me hablas.

–Por eso mismo quería hacerte una propuesta.

«Otra de tus geniales proposiciones, que seguro acabarán jodiendo a nuestro matrimonio de por vida», eso pensé, pero no se lo dije. Debí hacerlo. No sé por qué todavía experimento ese tipo de deferencias hacia una persona que jamás había temido herirme con sus palabras porque, en primer lugar, creo que ni siquiera se daba cuenta de que lo hacía.

–Te escucho, para variar –era mejor vivir más que no vivir, en todo caso, aunque doliera.

–Eso implicaría cambiar las reglas de nuestro acuerdo previo de relación abierta.

–Pensaba que ya habías abandonado esa idea –mentí, como para hacerme la inocente y que eso le doliera–. Por lo visto, todavía te tenía algo de fe. Pero acaba de terminarse.

Come on, babe –respondió él–. Listen to me just for a second.

Su plan consistía en la misma mierda de siempre, pero en otra bacinica.

–No nos funcionó el involucrarnos con un vínculo en profundidad, don’t you think?

Acepté mi conformidad con su afirmación en silencio.

Well, ¿qué te parece si, entonces, a partir de hoy, decidimos no involucrarnos más?

La verdad, no sabía que eso podía hacerse o no a voluntad. Así que correspondía preguntar.

–Y eso, ¿cómo se logra?

–No es difícil, si te lo propones –dijo él. Claro, para alguien a quien le enseñaron a tomar distancia emocional sobre los acontecimientos y las personas no debería serlo. Sería un pecado de otro modo.

–No sé si sea lo mío, la verdad.

–No se pierde nada intentando.

–Salvo nuestra relación –para ser sincera, la de Jordan fue una declaración bastante desafortunada, considerando las circunstancias–. Pero eso no cuenta, right?

–Demasiados no en esta conversación, babe. Por tu bien, deberías cambiar de chip.

«Pobre hdp». Aunque dolía pensar en que tenía demasiada razón en lo que acababa de decir.

–Sí a todo, entonces. ¿Cuándo empezamos y cómo? –respondí, como para acabar pronto esa charla tan incómoda.

–Bien, se me había ocurrido que intentar con Tinder sería una buena opción. I’ve been doing some research and…

–No lo dudo ni por un segundo –por supuesto que había estado haciendo research, el desgraciado. ¿Desde hace cuánto?, esa era la pregunta.

No more don’ts, babe. Yo te enseñaré a usarlo, si quieres.

¿Y desde cuándo sabía usar un cuarentón esnob como él semejante aplicación para millenials? En serio, cuando yo iba, Jordan ya solía estar de vuelta.

–Ni siquiera me atrevo a preguntar de dónde obtuviste esa experiencia, Jordan –le respondí, mientras me tapaba los oídos–. Pero se te agradece.

Rayos, debería ser menos diplomática cuando lo amerita. Y esa ocasión lo demandaba.

El nuevo acuerdo quedaba más o menos así: una cita semanal como máximo. Siempre con personas diferentes. No tenía que ser sexual, necesariamente. Tan solo para refrescar nuestro cerradísimo círculo de conocidos.

En el caso de Jordan, que por su posición en la cadena alimenticia local se le haría eventualmente mucho más sencillo ligar a cualquier mujer que se lo propusiera en exclusiva con fines sexuales, se autoimpuso una restricción: si la primera cita acababa en sexo casual, cortaría vínculos de inmediato y pasaría a la siguiente.




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