Fragmento de la sesión individual de terapia psicológica dirigida al paciente Nathaniel K.R.
Nathaniel: N.; Terapeuta: T.
Fecha: Jueves, 11 de octubre de 2018
T: ¿Cómo vamos esta semana, Nathaniel?
N: Pues, como las otras, supongo. Extrañando a la universidad y… bueno… otras cosas.
T: ¿Cómo qué?
N: Como la libertad, por ejemplo. Tú sabes, la independencia. El poder hacer nada sin necesidad de que alguien te vea mal por ello.
T: Hablas de tus padres.
N: De mi madre, al menos. Creo que a mi papá le tiene sin cuidado lo que haga con mi vida, la verdad.
T: ¿Y qué pasa con tu madre?
N: Parece que le fastidiara que pase el tiempo en casa, sin hacer mayor cosa. Pero… ¿es que acaso hay mucho que hacer?
T: ¿Y tus amigos?
N: Estoy castigado. Por lo del episodio de Yelena. Que supongo que papá te ha contado.
T: Entiendo. ¿Quisieras hablar de eso?
N: Por ahora, nop.
T: Está bien. ¿Y de qué querrías hablar, entonces?
N: No lo sé. ¿No se supone que tú debes preguntarme?
T: ¿Sobre el tema que quiera?
N: Sobre el que quieras. Igual, puedo ejercer mi derecho a veto, ¿o no?
T: Está bien. Háblame de tu madre, Nathaniel. De la relación que tienes con ella.
N: De mi madre… no pudiste elegir tema más difícil. Incluso más que el de mi papá.
T: Para eso mismo estamos aquí. Para ahondar en los temas difíciles.
N: Supongo que así es.
T: Pues, bien. Te escucho.
N: Es que tampoco sé por dónde empezar esta vez. Y como que la linealidad no me va bien, así que pido de antemano que disculpes si me porto un tanto digresivo.
T: No hay problema.
N: En realidad sí lo hay. El enorme problema que tengo con mi mamá. Y que es algo de lo que ya hemos hablado.
T: ¿Y me puedes recordar cuál es?
N: Que me abandonó… por mi padre. Me traicionó, pues.
T: Sí, lo hablamos hace un par de sesiones.
N: Renuncié al amor –y al respeto– que tenía por papá por congraciarme con ella, y mira cómo me pagó. Perdí un semestre en Harvard y asisto a terapia. Y, para colmo, ha dejado de quererme.
T: Dejar la universidad aparcada un semestre para asistir a terapia no es una pérdida de tiempo, si lo miras desde otra perspectiva. Por otro lado, me preocupa tu última declaración.
N: ¿Cuál declaración?
T: De que tu madre haya dejado de quererte.
N: No sé, ya no me trata igual que antes. Desde ese episodio con la amante scort de mi papá.
T: ¿Cómo era tu madre antes de eso?
N: Me amaba, doctora.
T: Explícate.
N: Pues… es que me cuesta ponerlo con palabras. O sea, no sé si tú seas mamá, pero, si lo fueras, entenderías de qué hablo. El amor de mi madre nunca fue incondicional, creo. Dependía de qué tan bien o mal me portaba y, pues, bueno, cuando se destapó mi… digamos… mala conducta… dejó de ser. Eso es todo.
T: Tal vez solo está un poco decepcionada.
N: La decepción es una forma de desamor también, ¿no lo crees?
T: ¿Cómo era tu madre contigo cuando eras niño?
N: Bueno… eh… mamá nunca se ha caracterizado precisamente por su abnegación. Es decir, me da la impresión de que jamás ha tenido una vocación de madre, en el sentido tradicional del término.
T: ¿Que es…?
N: No es de esas mujeres que lo dejan todo para criar a su hijo. Digo, ella podía hacerlo, contó con los medios para dedicarse en exclusiva a mi cuidado, pero decidió no hacerlo. Y no es que fuera nada de malo, me alegro de que haya podido estudiar y realizarse en ese aspecto y que yo no haya interferido con eso, pero… está claro que yo nunca fui su prioridad.
Además, está la historia de mi concepción, que es todo un rollo en el que evito pensar todo el tiempo.
T: ¿Has hablado con tus padres sobre las circunstancias de tu concepción?
N: Claro que no, ellos nunca me lo hubieran contado, supongo que para evitarme un trauma más en mi expediente. Fue mi abuelo Adam. Y se le escapó, no es que me lo haya querido soltar, voluntariamente.
T: Y, ¿qué piensas al respecto?
N: Pues que soy una moneda de cambio, ¿qué más?
T: ¿Has confrontado a tus padres al respecto?
N: ¿Para qué? Ya tienen suficiente con cargar con las consecuencias de sus actos.
T: ¿Qué te produce tener un papel tan protagónico en la vida de tus padres?