Instructivo para (des)enamorarme de ti

Capítulo 1: Fotografía y beso robado

El director Bolton golpeó la mesa con una larga regla de metal, causando un estruendo agudo que me hizo zumbar los oídos. Y no fui la única, Victoria se cubrió los tímpanos, haciendo un gesto de molestia.

—Una semana desde que comenzaron las clases y ustedes ya están perturbando la tranquilidad académica —mencionó de manera exagerada, con un timbre de voz chillón.

Ya veía por qué el profesor Lincoln tenía su peculiar actitud iracunda, se trataba del carácter que le había heredado su padre: el director.

—Oh vamos, Bolti, solo fueron un par de fotos; además, servirán para mejorar el ingreso de estudiantes a la institución —expliqué con convicción, aunque sinceramente mi mente seguía planeando cómo salir del problema.

Victoria me miró con una expresión de ¿qué haces? Moví mi mano con ligereza, indicándole que no se preocupara.

—Director Bolton, señorita Bowers —me corrigió el hombre, alzando las cejas. Se quitó las gafas y me observó por un momento, antes de continuar—. ¿Cómo se supone que fotografiar el trasero de los jugadores de soccer influirá en el ingreso de estudiantes?

—Si lo dice de esa manera, nos hace parecer unas pervertidas sexuales —musitó Victoria, formando una mueca.

—¡Exacto! —secundé—. Nosotras tomamos fotos de los jugadores y de sus traseros, mientras estaban practicando su excelso deporte. Y respondiendo a su pregunta, Bolti, cuando las chicas vean esas fotos, querrán venir a estudiar a este prestigioso centro educativo porque verán la calidad deportiva que tenemos —finalicé, asintiendo con la cabeza como si fuera la idea más revolucionaria.

Casi se me escapa una risita, así que me esforcé por mantener mi postura.

—¿Me quieren decir que ustedes fotografiaron a los jugadores y sus traseros para demostrar sus buenas condiciones físicas?

—¡Por supuesto! Usted entendió justo nuestro punto —intercedió mi amiga, señalando para demostrar que había dado en el clavo.

El director ladeó la cabeza, reflexionando. Luego, asintió.

—Ah, eso lo cambia todo, señoritas. —El hombre sonrió, demostrando que el plan le agradaba—. No olviden fotografiar también a los chicos de natación, eso sería un gran plus.

—Así será —contesté y choqué los cinco con Victoria, celebrando que se logró nuestro cometido de salir ilesas del castigo.

—Bueno, pueden regresar a clases. Les aconsejo que sean discretas, no queremos más quejas de estudiantes sintiéndose acosados —nos dijo, tomando asiento en su sillón.

—En realidad, fue Margot, Director Bolton. Los chicos no se sienten acosados por nosotras, sus novias son las que se enojan porque les tomemos fotografías —argumentó Victoria, buscando mantener nuestra buena imagen.

Sería humillante que nos llamaran las acosadoras de Haldenport y una vergüenza para nuestra especie femenina.

—Como sea, no quiero verlas de nuevo por aquí.

Mi amiga y yo asentimos y nos pusimos de pie, despidiéndonos y saliendo rápidamente de la oficina. No queríamos correr el riesgo de que las neuronas del director Bolton se dispararan y replanteara nuestra excusa sobre demostrar las buenas condiciones deportivas en el instituto.

—No puedo creer que Bolton no nos haya castigado, ¡Eres una genio, Keiry! —dijo la castaña, abrazándome de lado mientras caminábamos rumbo al aula de clases.

—Lo sé, querida, por eso somos mejores amigas —me jacté, guiñándole el ojo.

—Dionne va a estar dichosa cuando vea las fotos de Jonas. La tiene babeando desde que llegó al instituto —comunicó y como si lo hubiéramos convocado mentalmente, el aludido se hizo presente.

Se hallaba frente a su casillero sacando lo que parecían ser unos libros de estudio.

Dionne y Victoria llevaban el título de mis mejores amigas, y Victoria y Dionne además de eso, eran hermanastras. La madre de Victoria conoció al padre de Dionne en un crucero de solteros y se enamoraron perdidamente, lo que unió a las dos familias cuando ambas tenían siete años y el hermano mayor de Dionne, Jaden, tenía nueve en ese entonces. Él también formaba parte de nuestro grupo exclusivo de amigos, junto al último, pero no menos importante: Shane Wayland, mi mejor amigo, compañero de casa y el nerd atractivo del instituto.

Los tres chicos pertenecían al equipo de soccer, así que, por supuesto, ocupaban un lugar privilegiado en nuestro listado de los más apuestos del instituto en nuestra cuenta conjunta El portal de los dioses.

Jonas nos saludó con un leve movimiento de cabeza, y luego desapareció. A diferencia de nosotros, él cursaba último año.

Aceleramos el paso y llegamos finalmente al aula, donde el pánico me invadió cuando vi la pizarra llena de ejercicios de algebra.

—Ah, ya volvieron —pronunció con desgano la profesora Marie al vernos y sonreímos de manera forzada—. Les quedan 20 minutos para resolver el examen.

¿¡Qué?! ¡¿Cómo que examen?!

Llegué a la conclusión de que era hora de utilizar mi carta maestra: Fingir un desmayo. Claro, si me desmayaba, la profesora haría que me llevaran a enfermería, el resto de la clase se cerciorarían de que estuviera bien y cuando finalmente estuviera consciente, habría finalizado la jornada y ella estaría obligado a permitirme presentar la prueba en otro...

—Y ni se les ocurra lo del típico desmayo falso. Esa jugada me la sé de memoria —retomó Marie, justo cuando comenzaba a ponerme en posición.

¡Demonios! Los desafortunados nunca tenemos descanso.

—Pff, no íbamos a hacer eso, señorita Marie —respondió Victoria, negando con la cabeza y volcando los ojos.

Ella nos entregó las hojas donde debíamos resolver la prueba.

—¿Cómo lo supo? —le susurré, cuando nos dirigíamos a nuestros lugares. Victoria se encogió de hombros, mostrando una expresión de hastío.

Para nuestra fortuna nuestros amigos nos habían reservado puestos junto a ellos. Me senté en frente de Shane y Jaden, al lado izquierdo de Dionne y Victoria a su costado derecho.




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