Instructivo para (des)enamorarme de ti

Capítulo 2: Enojos y conexiones

Enojos y conexiones

—¿Quieres besarme?

Me atraganté con un cheeto, al escuchar la pregunta que le hizo mi hermanita Bridget a Shane. Empecé a toser, tratando de recuperarme del ahogo, y percibí la sonrisa avergonzada que se plasmó en el rostro del chico.

Desde que mi hermana cumplió nueve y empezó a desarrollar el gusto por el sexo opuesto, no paraba de "coquetearle". Le guiñaba el ojo, lo abrazaba siempre con cualquier excusa, le daba besos por toda la cara cuando jugábamos, y le escribía cartas. Una acosadora personificada en versión mini. No entendía cómo una persona tan pequeña podía ser tan desinhibida.

Shane fingió pensar la respuesta, mientras le daba un sorbo a su coca cola. Si existía una persona que amara la coca cola por encima de todo ese era él. Contrario a mí que no la disfrutaba en lo absoluto.

Él fijó su mirada en mí y desvié la vista, descontenta. Lo que hizo en la cancha me desagradó por completo y tenía que enseñarle que cada acción tenía su consecuencia.

Si me encontraba aquí con ellos se debía a que simplemente no tenía opción, vivíamos en la misma casa y no me moriría de hambre por evitar a la sabandija de Shane.

Shane alzó sus cejas con confusión y Bridget empezó a juguetear con sus trenzas, esperando que él hablara.

—No puedo besarte, Bridget. Estás muy joven para mí, cielo —replicó, acariciándole la cabeza.

Las palabras que siempre le decía, pero ella nunca entendía, o, dicho de otra manera, la persistencia era más fuerte.

—A mí me gustan mayores —contestó de vuelta mi hermana, asintiendo con orgullo.

Mi rostro de horror no se hizo esperar, y Amir —el hermano menor de Shane—, quien iba entrando en la cocina, frunció el ceño y abrió la boca, sorprendido.

—¿Qué? —preguntó en voz alta.

Bridget sonrió con inocencia, robándome uno de mis cheetos.

—Así dice la canción. Me gustan mayores siempre y cuando sean como Shane —se retractó, mostrándose muy segura de lo que decía.

Realmente lo que le sucedía a Bridget con Shane, les pasaba prácticamente a todas las chicas que lo conocían. Shane no era el galán número uno del instituto ni el más popular, pero su aspecto de niño bueno y seductor, acompañado de sus lentes que le lucían muy bien, causaba que todas se derritieran de tan solo verlo. Lo peor era que estaba consciente de eso. Sabía que tenía lo suyo, y aquello se convirtió en uno de los motivos por los cuales nunca se decidió a iniciar un romance de verdad.

Cambiaba de amigas, como yo de calzón.

Lo único que le brindaba la redención era que no las ilusionaba prometiéndoles un amor de telenovela. De manera directa les decía que no creía en los compromisos, que estaba muy joven para hacerlo. Y quedaba en manos de ellas aceptar o no el rato de diversión mutua.

—Es culpa de Keiry. Eso aprende la niña a causa de tus canciones libidinosas —me regañó Amir, al mismo tiempo en que sacaba la caja de leche de la nevera.

—¡Blasfemia! Mi gusto musical es exquisito —me defendí, volteando la cara como muestra de mi indignación.

Amir cumplió recién los dieciséis años, y aunque fuera casi dos años menor que su hermano y solo un año menor que yo, parecía recién estar entrando en la etapa de rebeldía que caracterizaba la adolescencia. Cualquier mínima situación lo ponía de malhumor y al haberse criado con nosotras, sentía que podía asumir el papel de hermano protector que no te deja vivir la vida.

Con Bridget lo comprendía por ser la más pequeña de la casa, ¡pero yo era mayor que él! No tenía sentido.

—No se preocupen, Bridget no estará con alguien mayor y mucho menos alguien que sea como yo, porque como Shane Wayland no hay dos —presumió el susodicho, acomodándose la gorra que llevaba puesta.

Lancé un suspiro de alivio y la mirada de Amir conectó con la mía, demostrándome que pensaba lo mismo que yo.

—Alabado sea el de arriba porque si hubiera dos tú, yo habría preferido ser adoptado por otra familia.

No pude evitar reír al ver la expresión de Shane por las palabras de su hermanito.

—Además, no te creas tan especial, amigo. Todos somos únicos y no hay persona igual a otra —agregué, complementando el ataque.

Esta vez no disimulé en demostrarle que estaba enojada con él. Haberme besado frente a todos fue lo más imbécil de su parte, y no iba a permitir que me usara para sus jueguitos basados en rivalizar con Lexter. Podíamos ser mejores amigos, prácticamente familia porque vivíamos en la misma casa y nos queríamos como eso, pero aquello no le daba el derecho de tomar decisiones que repercutían sobre mí.

—Uh, Bridget, creo que es hora de ir a jugar videojuegos. Estos dos tienen asuntos por resolver —comentó Amir cuando Shane y yo comenzamos un inesperado duelo de miradas asesinas.

Bridget le dio un beso en la mejilla a Shane y su mirada recayó sobre mí.

—No seas tan dura con él —me advirtió, entrecerrando los ojos y sin despegar la vista de mí hasta que salieron de la cocina.

—Bueno, suéltalo. ¿Por qué estás enojada? —consultó Shane, juntando su silla más hacia mí.

—¿Te parece poco que me hayas besado delante de todos sin mi consentimiento? —remarqué en la palabra “mi”, cruzándome de brazos.

—Te he repetido muchas veces que no coquetees con Lexter y menos frente a mí —contestó con descaro, alzando los hombros.

Juro que me entró un impulso repentino por golpearlo y no me abstuve. Le di una palmada en la parte trasera de la cabeza.

—¡Oye! —se quejó, acariciándose la zona.

—Eso es para que tu cerebro vuelva a funcionar. ¿Desde cuándo tú decides con quién puedo coquetear o no? ¡¿Qué mierda te pasa, Shane?! —instintivamente alcé la voz.

Su falta de carácter para admitir que se equivocó, me generaba urticaria.

—Soy tu mejor amigo y por ley no puedes meterte con el enemigo de tu mejor amigo. Eso es traición, eso te haría peor que una cucaracha rastrera que espera que te duermas para irse a meter en la alacena y...




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