Otra mujer salió de la casa de al frente, usando un traje formal que consistía en una falda de tubo y una camisa clara, lo único que desentonaba con su atuendo eran sus grandes zapatos deportivos. Recogió su cabello rubio en un moño desprolijo y se puso las manos sobre las caderas, observando la considerable cantidad de cosas que aun les faltaban por entrar.
No sabía cuánto tiempo llevábamos viéndolas entrar y salir cargando cajas, pero el intercambio de miraditas entre Shane y la tal Tammie no cesaba.
—Vas a gastarla de tanto mirarla —mencioné con hastío.
—Es verdaderamente hermosa —contestó él, ignorando mi actitud pesada.
—¿Y si vamos a jugar? Ya estoy aburrida —opinó Bridget y un bostezo se le escapó.
Le acaricié la cabeza y en ese momento, el auto de mi padre se detuvo frente a la acera. Él y el tío Oliver descendieron del vehículo. Sus miradas no tardaron en posarse hacia la otra casa, concentrándose en la ajetreada labor de las vecinas.
—Hey, ¿Una mudanza? —preguntó mi padre, acercándose a mí y depositando un beso en mi frente.
—No, Benji, simplemente están probando qué tan espaciosa es la casa, pero luego sacarán las cosas de nuevo y se irán —respondió Oliver con su característico humor sarcástico.
Saludó a sus hijos con un apretón de hombros y levantó a Bridget en sus brazos, besándole la mejilla. Bridget sonrió complacida, como siempre que la consentíamos.
—Gracias, Oliver —mencionó mi padre, mirándolo de mala gana y los chicos y yo nos reímos.
Tammie y la mujer se tomaron una fotografía y no estaba segura de si fue impresión mía, pero, la misma expresión de tonto que tenía Shane, se formó en el rostro de mi padre.
—Hay que ayudarlas, chicos —ordenó papá, en el momento en que las dos intentaron en vano bajar una caja gigante del camión.
—Claro —se apresuró en aceptar Shane—. ¿Por qué no se te ocurrió eso, Amir?
Amir se encogió de hombros, levantando las palmas de sus manos y arqueando las cejas.
Los cuatro hombres se acercaron a ellas, intercambiaron un par de palabras e iniciaron con la tarea de socorrerlas. Bridget me jaló la falda que llevaba puesta y puse mi vista sobre ella.
—Iré a ver tv —comunicó, bostezando otra vez.
—Más bien deberías dormir, creo que tu cuerpo te está enviando señales muy claras —repliqué, alzando las cejas y asintiendo con la cabeza.
La pequeña movió la mano con desinterés, manifestando que mi sugerencia le valía un cacahuate y se metió en la casa.
Cuando volví la vista otra vez hacia la mudanza, ya ni mi padre ni Shane cargaban cosas, el par de pillos conversaban animadamente con las dos mujeres, y los pobres Amir y Oliver realizaban el trabajo duro.
Medité si sería bueno acercarme para descubrir sobre qué iba el tema tan fascinante que los mantenía absortos y tan alegres; o si sería mejor entrar a la casa con Bridget y tirarme en el sofá para perderme en el adictivo mundo del internet. Tras unos segundos de duda, preferí irme por la primera opción.
Me fui acercando con desgano, como quien no quiere el asunto y cuando me detuve al lado de mi padre, lo escuché decir:
—¿Entonces eres terapeuta de pareja? Eso es asombroso.
No sabía por qué exhibía tanto entusiasmo con la profesión de la mujer. Mi madre y él llevaban divorciados muchos años y una terapeuta de pareja no les sirvió más que para decidir que dejar la relación era la mejor opción.
—Sí, pondré un consultorio en casa porque deseaba mucho tener mi propio lugar y así puedo estar más al tanto de la vida de mi hermana —respondió ella, sin quitarle la mirada de encima y pareciendo muy simpática.
Me aclaré la garganta, esperando que se percataran de mi presencia.
—Oh, mira, ella es mi hija mayor Keiry —la presentación de papá, y sus manos temblorosas, lograron aclarar mis teorías.
¡Ella le gustaba!
¡A Shane y a papá les gustaban las nuevas vecinas!
Sonreí con incomodidad, estrechando la mano de la mujer. Parecía ser más joven que Benjamin, pero se notaba que ya pasaba los treinta, lo cual me tranquilizó porque sería todavía más extraño y difícil de asimilar que mi padre se fijara en una jovencita.
—Un placer conocerte, Keiry. Mi nombre es Tess Daugherty y esta es mi hermana Tammie. —Nos soltamos las manos y ella tomó del brazo a su hermana, sacándola de la conversación con Shane y poniéndola a su lado. Justo frente a mí.
Cabellera rubia, con rizos despampanantes que caían con esplendor sobre sus hombros y espalda; ojos azules adornados con unas pestañas y un delineado de infarto; figura de reloj trazada con perfección; maquillaje impecable; una altura mayor a la mía; un atuendo salido de un cuento de princesas… Ya podía discernir por qué Tammie era la mujer soñada de Shane. Esa chica poseía todas las cualidades para ser la mujer de los sueños de cualquiera.
—Hola, linda, soy TammieD, pero supongo que ya debes saberlo. Todos lo saben —me explicó con una sonrisa que me pareció demasiado sobreactuada.
Nos dimos la mano e igual hice un amago de sonrisa.
—Sí, algo he escuchado sobre ti —comenté, relamiéndome los labios y afirmé con la cabeza.
—Tammie estudiará en nuestro mismo instituto, ¿No te parece genial, Kei? —se entrometió Shane, acortando la distancia entre los dos.
Puso una mano sobre mi hombro, ubicándose frente a la rubia.
¡Fantástico! Ya no sería Sweetie, como él solía llamarme, a partir de ahora sería Kei.
—Claro, espero que puedas integrarte bien. Ser nueva no es fácil, así que si neces…
Tammie no permitió que finalizara mi oración.
—No te preocupes, linda. Como te dije, soy muy popular y en cualquier lugar al que llego me resulta fácil hacer amigos. —Ella tomó la mano de Shane y la mía—. Ustedes son la prueba, recién me estoy mudando y ya somos amigos.
La pasión con la que hablaba esta mujer me parecía bastante inusual. Por un lado, me hacía sentir que me restregaba en la cara lo tan famosa y tan admirada que era; y por otro, pensaba que tal vez solo le salía ser de esa manera, sin ninguna doble intención.