Instructivo para (des)enamorarme de ti

Capítulo 7: Futuros posibles

Lexter tenía los brazos cruzados y su mandíbula tensa, observando al nuevo miembro del equipo, el cual intentaba torpemente adaptarse a nuestro estilo de juego. Entre todos los candidatos que presentaron la prueba para reemplazar a Winter, Noah resultó siendo el menos peor. No imaginábamos que conseguir un buen jugador de soccer en Haldenport fuera tan difícil.

A pesar de eso, me causaba lástima. No me parecía correcto que Lexter le metiera tanta presión desde el principio. Para que alguien mejore, primero tienes que permitirle creer que puede hacerlo.

Jonas le arrebató el balón a Noah, haciendo un pase en mi dirección, pero antes de que pudiera concretar mi jugada, Lexter hizo sonar el silbato.

El entrenador Clark no asistió al entrenamiento de hoy; su esposa lo llamó con urgencia para avisarle que su hija estaba en labor de parto.
Excelente noticia para él, desagradable para nosotros, porque eso solo significaba una cosa: Lexter con poder absoluto.

Todos nos agrupamos en medio de la cancha, esperando a que hablara.

—Noah —gruñó Lexter, con el ceño fruncido—, si vas a perder la pelota cada vez que alguien te respire cerca, mejor dedícate al ajedrez.

El chico bajó la mirada, nervioso, mientras Lexter seguía hablando:

—Esto no es una clase de educación física, ¿entendido? Aquí no venimos a “intentar”, venimos a ganar. Y si no puedes seguir el ritmo, házmelo saber para no perder el tiempo.

Su tono autoritario y esa naturalidad que tenía al hablar para humillar a los demás, consiguió ponerme de mal humor.

Desde que entré al equipo de soccer, Lexter ha cumplido a cabalidad el estereotipo de deportista arrogante y prepotente que se cree con el derecho de pasar por encima del mundo entero.

Recuerdo que en mi primer día no paró de burlarse de mi problema de visión, diciendo que los nerds iban en la biblioteca y no en la cancha. Y también recuerdo que, cuando el entrenador Clark me vio en acción, Lexter tuvo que tragarse cada una de sus palabras.

Nuestra rivalidad se consagró desde el primer segundo, y él detestaba que cuestionara sus decisiones como capitán.

—No será una clase de educación física, pero tu deber como capitán es incentivar a los jugadores, no ridiculizarlos —intervine con firmeza porque no podía soportar que tratara al nuevo de esa forma frente a todos—. Si no puedes hacer que estos chicos mejoren su rendimiento, tal vez lo que está mal no es el equipo… sino tu posición en los Búfalos.

Los murmullos no se hicieron esperar, así como las risas de los que, como yo, no sentían mucha compatibilidad con nuestro capitán. Él se acercó a mí con pasos acelerados y me dio un empujón que me tomó desprevenido.

—¿Y quién podría ser mejor capitán que yo? ¿Tú? —preguntó con ironía, lanzando una risa burlona.

Recuperé mi postura y percibí la mirada inquieta de nuestros compañeros. Empuñé las manos, procurando contener la rabia. Sabía que quería provocarme, que estaba buscando la forma de tener una excusa para sacarme del equipo y no le daría el gusto.

—Ni siquiera eres capaz de defenderte —prosiguió, con su voz cargada de desprecio.

—¿Defenderme cómo? ¿Golpeándote? —esbocé una sonrisa y apoyé una mano sobre su hombro—. Eso sería desperdiciar mi energía.

—Bueno, chicos, creo que ya es suficiente —intervino Jaden, colocándose en medio de los dos—. Estamos en entrenamiento de soccer, no en un ring de boxeo.

Lexter bufó y se marchó, rozándome el hombro con fuerza al pasar.

Justo en ese momento, Keiry apareció al borde de la cancha con un café en la mano, acompañada de Victoria y Dionne. Percibí que su mirada se detuvo en él, pero Lexter iba tan enojado que ni siquiera volteó a verla. Y fue inevitable para mí no recordar el gran momento apasionado que ambos compartieron en la fiesta. La forma en que las manos de Lexter se deslizaron por su cintura, acariciándola con una confianza que me resultaba insoportable.

Keiry valía demasiado para estar con un tipo tan idiota como Lexter. Solo imaginar la posibilidad me apretaba el pecho y me retorcía el estómago.

—¿Sucedió algo? —preguntó ella cuando estuvo lo bastante cerca—. Ten. —Le entregó el café a Jaden.

¿Quién, en su sano juicio, tomaba café caliente justo después de correr bajo el sol? Solo Jaden cometía esas locuras.

—No sé, pregúntale a Lexter. Después de su intercambio de salivas deben estar más unidos que nunca —repliqué con desinterés, tumbándome en el césped sin siquiera mirarla.

Keiry hizo una mueca de asco.

—Tú has intercambiado saliva con muchas más chicas y yo no te lo echo en cara —se defendió, manteniendo su expresión de desagrado.

—¿Será porque, a diferencia tuya, yo no me ando besuqueando con tus peores enemigas?

Victoria y Dionne se observaron entre sí, con una expresión que combinaba sorpresa y diversión.

—Jaden, ¿Qué te parece si nos cuentas sobre la nueva nieta del entrenador Clark? —preguntó Victoria, sujetándolo del brazo.

Jaden ladeó la cabeza y frunció el ceño, confundido.

—¿Y a ustedes qué les…

Antes de que pudiera terminar, sus hermanas lo arrastraron lejos de nosotros.

Keiry se sentó a mi lado y yo seguí mirando hacia otro lado, decidido a no cruzar su mirada. Ella tomó mi rostro, obligándome a verla.

—Por favor, Shane, ¿Convertirás esto en un drama? ¡Fue un simple reto! Lexter y yo no vamos a casarnos por eso.

Un simple reto que podía originar sentimientos que yo no estaba preparado para afrontar.

—¿Sabías que el 90% de amistades terminan porque no se llevan bien con las parejas de sus mejores amigos?

—El otro 10% sobrevive —pronunció, con una chispa de esperanza. Me levanté del suelo, demostrándole que su comentario no me caía en gracia—. Ya, ya, lo siento —concluyó, entrelazando sus manos y formando un puchero.

—No funcionará, si Lexter y tú empiezan a salir, será el fin de nuestra amistad. ¿Nos imaginas a ambos sentados en la misma mesa de la cafetería?




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