Entré a la biblioteca intentando apaciguar mi nerviosismo y, tal vez, admitía que tenía un poco de miedo. Shane dijo que posiblemente mi nuevo tutor no tendría la misma paciencia que él y lo que menos quería era verme obligada a decirle que, efectivamente, tenía razón.
Me sentí patética por pensar de esa manera, porque finalmente los tutores eran estudiantes igual que todos nosotros; no obstante, de verdad necesitaba dejar de depender de Shane en muchas cosas, él ahora tenía sus intereses puestos en otra persona y debía aprender a sobrevivir sin ser rescatada, en todo momento, por mi mejor amigo.
Tomé lugar en la primera mesa libre que divisé, dejé mis libros de Física y Álgebra sobre ella, y me senté, revisando la hora en mi celular. Me distraje viendo historias de Instagram, hasta que una voz masculina atrajo mi atención.
—Disculpa la tardanza, tenía entrenamiento de soccer —me informó y levanté la mirada, percibiendo su sonrisa coqueta.
—¿Lexter? ¿Tú serás mi tutor? —pregunté sorprendida, porque a la persona que menos me esperaba era él.
—Sí, pero si crees que no cumplo tus estándares puedo pedir que te asignen a ot...
—¡No! —me adelanté en responder—. Solo me parece extraño que tú, Lexter Reed, esté interesado en esto de enseñar.
Él dejó su mochila junto a mis libros, y juntó la silla hacia mí. Noté que llevaba los pantalones de los búfalos y una camiseta sin mangas, que resaltaba sus pectorales y sus brazos definidos. Unas gotas de sudor caían de su cabellera negra, resbalando por su frente, y sus ojos azules portaban una tonalidad más grisácea.
No pude evitar morderme el labio, mientras lo observaba sin reparo alguno. Y menos pude contener el recuerdo de nuestro beso. Definitivamente tenía la cabeza hecha un lío... y los sentimientos también.
—¿Qué pasa? ¿Quieres repetir lo de la fiesta? —cuestionó de manera perversa, acercando su rostro al mío.
Tragué saliva con dificultad, desviando la mirada.
—Por supuesto que no. Eso fue solo un reto y para que no te hagas ideas que no son, estaba tan ebria que por eso te correspondí el beso. Puede que te me hagas guapo, pero eso no significa que sea una mujer tan fácil —respondí, exagerando mi postura de fémina ofendida.
—Yo te besé porque para mí eras la más sexy del lugar, no porque te considere una chica fácil, Keiry —argumentó en su defensa, mientras sacaba sus libros de estudio.
—Ok, entonces nos estamos entendiendo —mencioné, mirándolo a los ojos por unos cortos segundos.
—Y podríamos entendernos mucho mejor si así lo quisieras —sugirió, continuando con su actitud coqueta.
Sus ojos se mantuvieron en mí de manera insistente y el calor se albergó en mis mejillas.
—Eres la persona menos favorita de Shane, Lexter. Claramente no funcionaría —aseveré, fingiendo que comenzaba a tomar los primeros apuntes de la tutoría.
En realidad, solo escribí la fecha en el primer renglón del cuaderno.
—¿Acaso tienes que pedirle permiso a Shane para salir con alguien? —cuestionó con escepticismo, arqueando las cejas.
—No, pero existen códigos de amistad que no se deben romper.
—¿Él te consulta a ti cuando quiere iniciar algo con una persona?
—Es diferente —mencioné, e iba a decir algo más, pero mi frase se quedó suspendida en el aire.
—No veo la diferencia. Él no te consulta a ti, tú tampoco tienes que hacerlo. Se supone que son mejores amigos, pero cada uno puede decidir por su cuenta. Son personas individuales, con derecho a sentir y a elegir lo que quieran hacer con su vida —concluyó, encogiéndose de hombros.
No supe muy bien qué responder, porque él tenía la razón. Shane podía actuar como lo considerara adecuado, después de todo nadie puede vivir por ti. Y así como él era libre de hacerlo, yo también.
Al notar que no respondí, Lexter cambió de tema, enfocándose en lo que nos hizo estar en este lugar.
—Bueno, empezaremos con Álgebra —anunció, abriendo el libro gigante y ubicándolo justo frente a mí.
—Genial —murmuré sin mucho entusiasmo.
—¿Qué tanto recuerdas de factorización?
—Que la odio —contesté sin pensarlo, y él soltó una risa breve que, por alguna razón, me hizo sonreír también.
Lexter giró el cuaderno hacia sí mismo y escribió una ecuación. Su letra era limpia, casi perfecta, y su voz sonaba relajada y segura, mientras intentaba hacerme comprender el tema.
—No es tan terrible como parece, ¿Ves? —comentó, sin apartar la vista del cuaderno.
—Eso lo dices porque a ti se te da fácil —respondí, recostándome en la silla.
—¿Qué te puedo decir? Me gustan los desafíos —añadió, levantando la mirada hacia mí.
El silencio que siguió fue breve, pero lo sentí largo.
—Supongo que con práctica me irá mejor —atiné a decir, rompiendo la tensión.
—Supongo —repitió con una media sonrisa.
Intenté ignorar sus "sutiles" insinuaciones, aunque en el fondo me gustaban más de lo que estaba dispuesta a admitir. Tal vez parte de mí solo quería dejar de girar siempre alrededor de Shane... y permitirme sentir algo distinto, incluso si era con alguien como Lexter.
—¿Y desde cuándo das tutorías? No sabía que tuvieras gusto por la enseñanza —retomé la conversación, revisando la solución de los ejercicios de muestra que él realizaba.
—No lo tengo, pero dar tutorías es una buena forma de resaltar tu perfil para las universidades —confesó—. Y respondiendo a la verdadera pregunta, desde hoy. Eres la primera alumna que acepté, así que siéntete honrada.
—Wow, tú me enseñarás Física y Álgebra y creo que yo tendré que darte unas cuantas clases de modestia —respondí, recostándome en el espaldar de mi silla.
—Soy el capitán del equipo de soccer y el Zeus de tu lista del Portal de los dioses, ¿Cómo esperas que sea modesto después de eso? —preguntó, elevando sus cejas y alzó los hombros con indiferencia.
Disimulé la vergüenza riendo ante sus palabras, y el resto de la tarde transcurrió entre fórmulas, risas y tonteos de parte y parte. Sorprendentemente, pasar tiempo junto a él no fue tan insoportable como imaginaba. A pesar de lo que Shane y él habían vivido estos años, no parecía tan terrible como mi amigo lo describía y poseía un encanto y humor despreocupado que, probablemente, me gustaría seguir conociendo.