Instructivo para (des)enamorarme de ti

Capítulo 14: Búsqueda y castigos

Shane

Keiry y yo entramos en pánico al escuchar sus palabras. Ella lo agarró de la camisa, zarandeándolo con brusquedad.

—¿Cómo que no sabes dónde está Bridget, Amir? —exclamó con la voz quebrada.

—N-no sé, me descuidé un momento y le dije que no se moviera de ahí, pero cuando volví ya no estaba —explicó mi hermano, desesperado y mirando a todos lados, como si esperara que Bridget apareciera entre la multitud.

El ruido de los juegos y las luces parpadeantes hacían que todo se sintiera aún más caótico. Keiry se llevó las manos a la cabeza y apoyé la mía sobre su espalda, intentando transmitirle calma, aun cuando yo no la sentía.

—¡¿Y si se la robaron?! —gritó Keiry, viéndome con los ojos vidriosos.

—No, no —susurré, acariciándole el cabello—. Ella está bien y la encontraremos. Hay que dividirnos —expuse, recorriendo con la mirada a los cuatro.

—Yo voy contigo —se apresuró a decir mi amiga, todavía con las manos temblorosas.

—Nosotros iremos por ese lado y ustedes revisen la zona que lleva hacia la salida —señaló Tammie, con voz firme, y percibí que ellos también lucían preocupados.

Lexter se acercó a Keiry, tocándole el hombro con delicadeza.

—Todo va a estar bien, tranquila —mencionó y ella asintió con la cabeza, sin pronunciar palabra alguna.

Los tres se alejaron y tomé a Keiry de la mano, guiándola entre el bullicio del parque. Su tacto frío y las lagrimas que descendían por su rostro consiguieron apretarme el pecho. No soportaba verla así. Y menos soportaba la incertidumbre que aumentaba con cada paso que dábamos sin encontrar a nuestra pequeñita.

—¿Qué le diremos a papá? —preguntó Keiry cuando nos detuvimos junto a un stand de peluches gigantes.

Tomé su rostro entre mis manos, obligándola a mirarme.

—Nada —aseguré—, porque Bridget va a aparecer y regresará a casa con nosotros.

La abracé con fuerza, sintiendo su respiración entrecortada contra mi pecho.

Nos separamos y seguimos con la búsqueda, preguntándole a las personas y enseñando su foto. No supe cuánto tiempo transcurrió, pero cada segundo parecía una eternidad.

Hasta que, de pronto, una cabellera rubia se asomó a lo lejos, regresándome el alma al cuerpo.

—Mira quién está ahí —comuniqué, tocando la espalda de Keiry quien le mostraba a una familia la imagen de Bridget.

Ella llevó la vista hacia la misma dirección que yo miraba, y su rostro se iluminó.

—¡Bridget!

Salimos corriendo hacia la pequeña caseta, donde Bridget se encontraba sentada, tranquila y feliz comiendo palomitas caramelizadas.

—¡Hermanita, Shane! —chilló al vernos, agitándonos la mano como si no hubiera causado un episodio de terror colectivo.

Keiry cayó de rodillas frente a ella, abrazándola con tanta fuerza que casi le tiró el balde de palomitas.

—¿Dónde estabas? —preguntó con la voz entrecortada, besándole la cara una y otra vez.

—Amir me dijo que no me moviera cuando unas chicas llegaron a pedirle autógrafos y fotos, pero no pude resistirme cuando vi al señor de las palomitas —explicó, haciendo un gesto de disculpa—. Cuando regresé ya no estaba y un guardia de seguridad me trajo hasta aquí y me dijo que esperara hasta que localizaran a mis familiares.

Keiry y yo nos miramos con sospecha, intuyendo que eso no pintaba para nada bien.

—¿Localizar? ¿Te pidieron el número de papá? —consultó Keiry, con el tono de voz de quien sabe que le espera el castigo más épico.

Nos, en este caso.

—Sí. —Afirmó Bridget, sin imaginar la magnitud del problema en el que nos habíamos metido.

Keiry cerró los ojos e hizo una mueca de resignación, lanzando un suspiro. Cuando volvió a abrirlos, papá y el tío Benji, ya estaban allí.

Bueno… lo importante era saber que Bridget apareció.

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—¿De quién fue la brillante idea de llevarse a Bridget al parque de diversiones? —preguntó papá con voz autoritaria, mientras los tres manteníamos la cabeza baja… incluso Bridget.

Todos me señalaron sin dudarlo y no podía creer lo traidoras que eran las personas de esta familia.

El tío Benji se cruzó de brazos, mientras yo me dejaba caer en el sillón, derrotado.

Adiós celebración de cumpleaños.

—Keiry, estarás castigada un mes sin computadora, ni salidas. Irás de la casa a la escuela y de la escuela a la casa —ordenó mi tío, originando que la mencionada se cubriera el rostro con las manos—. Solo podrás usar la computadora para realizar actividades académicas y no te quito el teléfono nada más porque necesito comunicarme contigo.

Ella fue la siguiente en apartar un espacio en el sofá. La miré de mala gana, alejándome de su cercanía.

—Bridget, estarás castigada una semana por desobedecer lo que Amir te dijo. Tienes que aprender a seguir reglas —continuó su padre, y la pequeña hizo una mueca afligida—. No podrás salir a jugar en las tardes ni usarás mi celular ni la computadora de tu hermana.

—¡No se vale! ¡Ellos fueron los que me perdieron a mí! —rebatió Bridget, marchándose escaleras arribas, rompiendo en llanto.

Negué con la cabeza, y no supe si enojarme por su acusación o compadecerla.

Papá fue el siguiente en tomar la palabra.

—Shane y Amir, estarán castigados el mismo tiempo que Keiry: un mes. Igual que ella, no podrán usar la tecnología para nada que no sea netamente escolar, ni podrán salir por ahí a cometer estupideces.

—¡No! —gritó Amir, tomándose la cabeza como un completo desquiciado—. ¿Y mis campañas?

Papá se encogió de hombros, restándole importancia.

—¿Sabes que tendré que pagar una multa de mil dólares si incumplo el contrato?

—¡¿Mil dólares?! ¡Eso no es ni siquiera una cuarta parte de lo que te pagan! —protestó papá, abriendo los ojos con indignación.

—Así es el mundo de la moda —susurró Amir, con fingida resignación.




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