Instructivo para (des)enamorarme de ti

Capítulo 17: Una cita reveladora Parte 1

Shane

Jamás creí que diría esto, pero… mi velada obligada con Damon no estaba yendo tan mal. Era un tipo divertido, amable y contaba buenas historias. Hasta el momento descubrí que yo le recordaba a su ex, y por eso quería ganar esa cita conmigo.

Para él, organicé una salida en el bowling del centro. Un ambiente relajado, casual, perfecto para cumplir con la cita, sin entrar en la exageración romántica.

Esa exageración estaba reservada para mi cita con Keiry. El momento que más anhelaba de la noche.

Sonreí al recordarlo y al mismo tiempo, las dudas comenzaban a incrementarse en mi cabeza. Estos últimos días, la imagen de Keiry apareció en mi mente más de lo habitual, lo cual me desconcertaba porque Tammie solía ser la chica que acaparaba mis pensamientos. No obstante, el día del parque de diversiones, cuando en lugar de disfrutar estar con Tammie, me la pasé preocupado por mi amiga y su cita con Lexter, comprendí que dentro de mí las cosas estaban cambiando.

Ya no era solamente Keiry, mi mejor amiga, la niñita intensa y fantasiosa que ha sido parte de mi vida desde que tenía memoria. Ahora era la chica dulce, tierna, que siempre estaba ahí para apoyarme, para entenderme. La única con la que podía ser genuinamente yo, sin temor a ser juzgado.

Tammie, en cambio, era la chica nueva, popular y hermosa, la que no temía a nada porque su vida de influencer la hizo ser esa persona arriesgada y confiada que, al principio, tanto me atrajo. Sin embargo, si me preguntaran cómo describiría a Tammie y los sentimientos que tenía hacia ella, no podría hacerlo.

Y esa diferencia, de saber que con Keiry no tendría ni siquiera que pensar en la respuesta… era una señal clara que, al mismo tiempo, me aterraba.

—Planeta tierra llamando a Shayne Wayland —habló Damon, agitando su mano frente a mi rostro—. ¿Estás bien? De repente te disociaste.

Él entrecerró los ojos, examinándome con la mirada.

Agité la cabeza levemente, sonriendo.

—Sí, no pasa nada —respondí con simpleza, esperando que mis palabras fueran lo suficientemente convincentes.

Él tomó una bola violeta —la más fea del lugar, por cierto— y la arrojó con precisión, derribando todos los pinos de manera perfecta.

—¡Ja! Supera eso —me retó, con una expresión de orgullo plasmada en su rostro.

—Imposible, dejaste la vara demasiado alta —murmuré, acercándome al estante de bolas.

Él soltó una carcajada y negó con la cabeza.

—¿Entonces te he impresionado? ¿Están funcionando mis tácticas de conquista?

—Me has impresionado, pero tendrías que tener pechos y un hermoso cabello para conquistarme —señalé, poniéndome en posición para lanzar mi tiro.

—No es nada, lo soluciono con una operación y ya está —aseguró, mostrándose convencido de sus palabras.

Arqueé las cejas, haciendo una mueca de incredulidad.

—Estás demente —mencioné, lanzando mi bola, y sorpresivamente, los resultados no fueron tan malos.

Damon dio saltos en su lugar, para luego abrazarme.

—¡Ese es mi chico! —celebró y negué con la cabeza, riendo, pero recuperando la distancia.

—Espacio vital, Damon, por favor.

—Ay, qué sensible —se quejó con dramatismo, llevándose la mano al pecho—. Recibir un abrazo no te hace menos hetero.

—No, pero me gusta más cuando eres el tipo buena onda y no el intenso —recordé, tomando asiento y dejando que prosiguiera con su lanzamiento.

—Ser intenso es parte de mí.

Esta vez no le respondí y dejé que se concentrara en lo verdaderamente importante: el juego. Arrojó la bola, la cual rodó con un sonido seco, directo hacia los pinos… y esta vez solo derribó dos.

—Ok, eso no lo viste —dijo, llevándose ambas manos a la cabeza.

—Lo vi perfectamente —me burlé—. Y planeo recordártelo mañana, pasado y toda la semana.

Él volvió a reír, y por unos segundos, el ambiente volvió a la normalidad. Sin el coqueteo incomodo y forzado. La noche recién empezaba, pero mi cabeza ya estaba adelantada, corriendo hacia lo que vendría después.

La verdadera cita.

Solo pensarlo me aceleró el pulso. Esa sensación inquieta en el estómago —mitad nervios, mitad emoción— me acompañó hasta que dimos por terminado el juego y estaba seguro de que nada podría arruinarme el ánimo.

No hoy.

No con lo que me esperaba al salir de aquí.

— ✦ —— ✦ —— ✦ —— ✦ —

Me detuve frente a nuestra casa con ese cosquilleo extraño recorriéndome por completo y las manos sudadas, porque el momento que tanto deseaba por fin había llegado. Horas antes le envié un mensaje avisándole que pasaría por ella para que la cita se sintiera un poco más especial, más formal. No respondió, pero conociéndola —siempre puntual, siempre lista antes que yo— bajé del auto convencido de que ya me estaría esperando.

Antes de tocar, empecé a imaginar su rostro, iluminado por la emoción de saber que la llevaría a su restaurante favorito. Ese lugar cálido y acogedor donde probamos nuestros primeros tacos, y donde nació su obsesión por ellos.

Organicé todo con tanto detalle y esmero, que sabía que la velada sería perfecta para ambos… y tal vez, por fin, sería la oportunidad que necesitaba para darle un significado a lo que estaba cambiando entre nosotros silenciosamente.

Tomé un hondo respiro y toqué el timbre.

Sin embargo, la verdadera sorpresa me la llevé cuando la puerta se abrió y vi la figura de Tammie aparecer frente a mí.

Llevaba puesto un vestido largo y elegante, de color negro, ceñido a su cuerpo y con una abertura que descendía por su pierna. Su cabello suelto, con sus brillantes rizos perfectos, y sus labios de un rojo intenso y seductor. Si había algo que no se podía negar, es que Tammie era preciosa, y sin duda, en otras circunstancias habría sentido el impacto que ella suele provocar. Pero esta noche no era así.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.