Instructivo para (des)enamorarme de ti

Capítulo 21: Confesiones y reemplazos inesperados

Keiry

La noche anterior no pude dormir como hubiese querido. La imagen de Tammie besando a Shane se reproducía en mi cabeza de manera incesante, recordándome que definitivamente, no tenía oportunidad de estar con él.

Aun sabiendo eso, mi corazón se empeñaba en quererlo, y mi mente me hacía verlo en cada persona que pasaba a mi lado. Parecía como si Shane se hubiera convertido en una sombra que me perseguía a cualquier lugar que fuera, mientras yo solamente quería volver a verlo como lo que siempre fue: Mi mejor amigo.

Anhelaba esos días en los que su presencia no me hería, cuando estar cerca de él solo significaba reír hasta que me doliera el estómago… esos días donde solo éramos los dos, siendo esos amigos inseparables que se querían por encima de todo y donde el amor romántico no tenía cabida.

Lancé un suspiro de pesadez, caminando por el pasillo del instituto con ojeras, tratando de luchar conmigo misma y los sentimientos indeseados que me rebasaban.

Pero claro, estudiando juntos y viviendo en la misma casa, conseguirlo parecía tan inútil como enfrentarse a una jauría de leones hambrientos.

Porque ahí estaba él, frente a su casillero, con una capucha puesta y una actitud tan incógnita que me desconcertó. Pretendí acercarme para preguntar el porqué de su look tan misterioso, hasta que unos chicos pasaron mirándolo burlonamente.

—¿Nos preparas galletitas, Shane? —dijeron con un timbre de voz agudo, y levantando las manos con la palma abierta como queriendo que él chocara la suya con ellos.

Shane los ignoró y su mirada me demostró su incomodidad y rabia contenida.

—Hey —saludé, fingiendo que no había visto nada.

Él alzó la mirada apenas. Tenía los ojos cansados.

—Hola.

Me acerqué un poco más, intentando descifrar por qué parecía tan agotado. Shane no era de los que se apagaban así porque sí.

—¿Estás bien? —pregunté, apoyándome en el casillero de al lado.

—Sí… —respondió, aunque el tono decía lo contrario—. Bueno, no. Pero da igual.

—¿Qué pasa? —insistí.

Él soltó una risa seca, sin humor.

—¿No viste nada?

—¿Nada de qué? —fruncí el ceño, genuinamente confundida.

Shane cerró los ojos un segundo, como si esa respuesta le hundiera un poco más el ánimo.

—Los videos, los memes… Todo lo que subieron anoche.

Me quedé en blanco.

—No usé el celular —admití—. Me dormí temprano… bueno, intenté.

Él respiró hondo, apoyando la frente contra el casillero como si necesitara una pausa del mundo.

—Genial. Mejor para ti —murmuró—. Porque para mí fue una noche de perros.

—¿Por qué? —pregunté con un nudo extraño en la garganta, uno que tenía todo que ver con lo que había pasado en la cocina.

Shane me miró entonces. De verdad me miró. Y esa sola mirada me tensó por completo.

—Por esto nunca quise que nadie supiera que cocino —confesó, bajito.

Parpadeé, sorprendida.

—¿Tiene que ver con lo que te dijeron esos chicos? Eso de… las galletitas.

Él soltó aire con frustración, casi resignado.

—Lexter hizo un vídeo con un screenshot de la transmisión de Tammie, donde salgo con el delantal de cocina, le puso un gorrito de chef y una voz aguda de fondo diciendo “¿Quieren galletitas, niños?”.

Me llevé la mano a la boca, sin poder creer que la situación hubiera llegado a ese extremo. Me sorprendía lo hueca y estúpida que podía ser mi generación. ¿Qué de malo tenía que Shane cocinara? ¡Me parecía una desfachatez! La mayoría de chefs famosos que conocía eran hombres y no veía al mundo cuestionando eso.

—No puedo creer que Lexter haya hecho eso —mencioné, alzando las cejas y negando con la cabeza—. Y menos puedo creer que los demás sigan su jueguito. Me avergüenza que, a estas alturas de la vida, se siga promoviendo el bullying.

—Y todo porque Tammie tuvo la fantástica idea de hacer su transmisión y besarme para cumplir el capricho de su público. —Él lanzó una risa seca—. No sé si es peor que te “besen” por aparentar, o que te conviertan en un meme.

No me gustaba verlo triste y decaído, así que intenté suavizar el ambiente.

—Míralo por el lado bueno, al menos te hiciste viral en internet. No todos pueden presumir eso —señalé, encogiéndome de hombros.

Él esbozó una sonrisa diminuta.

—No quería hacerme famoso a costa de burlas. Siempre dejé que creyeran muchas cosas, justamente para evitar eso, para encajar. —Él rodó los ojos—. Ahora veo que fue muy tonto de mi parte.

Ladeé la cabeza, porque su forma de hablar me hacía sospechar que había algo más detrás, que no se refería solo al tema de su fascinación por la cocina.

—No sé por qué creo que no estamos hablando solamente de Shane el chef.

Él liberó un suspiro y sus ojos conectaron con los míos.

—Bueno, todos creen que muchas chicas han pasado por mi cama, pero no es así —pronunció en voz baja y sentí que se me secó la boca por la confesión.

—¿Cómo que no? Si yo misma veía con todas las chicas con las que salías y no precisamente a comer helado —dije, frunciendo el ceño.

—Exactamente, eso era lo que dejaba que creyeran todos, incluso tú. Se tiene la idea errada de que, si eres hombre, a cierta edad ya deberías tener sexo con alguna chica y que entre más lo hagas, más hombre serás.

—No entiendo, Shane…

Él se retiró los lentes y se frotó los ojos unos segundos, luego se los puso de nuevo y siguió hablando:

—Que sí salí con chicas, tonteamos, la pasamos bien, pero en realidad nunca he estado con ninguna de esa manera, Keiry.

Abrí la boca sorprendida.

—¿¡Nunca has tenido sexo?! —la pregunta salió en un tono más alto de lo que planeaba.

Shane me cubrió la boca con las manos, mirando a nuestro alrededor que nadie estuviera escuchando.

—Eso, Keiry —susurró con ironía desesperada—, dilo más alto para que terminen de aniquilarme diciendo que soy cocinero, virgen y que probablemente bateo para el otro bando.




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