Instructivo para (des)enamorarme de ti

Capítulo 22: El espacio entre la ficción y nosotros

Keiry

—¡Cumpleaños feliz, que seas muy feliz, porque si no lo eres, el cielo se hará gris! —canturreamos al unísono, entonando la versión especial de cumpleaños que siempre se cantaba en esta casa cada vez que alguien sumaba un año más.

Apenas eran las cinco de la mañana y ya todos estábamos despiertos, invadiendo la habitación de Shane con una enorme tarta de manzana con caramelo —su favorita, porque amaba las manzanas— coronada por dieciocho velas de colores y un muñequito con delantal y un balón de fútbol bajo el pie.

Amir lo había elegido como detalle especial tras la ola de críticas que Shane recibió por el video malintencionado de Lexter.

El video ya había sido borrado de la red, pero todos sabíamos que lo que llega a internet nunca desaparece por completo.

—¡Feliz cumpleaños a mi primogénito! —celebró el tío Oliver, quitándole las sabanas a Shane y levantándolo en un abrazo fuerte, de esos que te cortan la respiración.

Abrí la boca, sorprendida de ver la facilidad con la que su padre lo alzaba.

—Gracias, papá, pero si no me sueltas no duraré mucho tiempo más con vida —pronunció Shane con dificultad, y su rostro se tornó completamente rojo.

El hombre por fin lo liberó y él cayó sentado en la cama, despeinándose con una mano mientras intentaba recuperar el aire.

—Felicidades, Shane, sabes que Amir y tú son como los hijos que no tuve —manifestó papá, acercándose y dándole un abrazo.

Si no hubiera estado sosteniendo la tarta me habría cruzado de brazos, de manera berrinchuda. A falta de eso, recurrí a mirar la escena con celos, demostrando mi indignación.

—Y Keiry y Bridget como las princesitas que nunca tuve —intervino el tío Oliver, tras notar la expresión en mi rostro.

Se acercó a nosotras y nos rodeó con sus brazos.

Amir le entregó una cuchara plateada a Shane como si fuera un trofeo.

—Para que partas la tarta como un campeón —dijo, sonriendo orgulloso—. Yo escogí el muñequito.

—Gracias, hermano —respondió Shane, aún medio dormido, pero sin poder contener la felicidad que iluminaba su rostro.

—Quería recordarte que eres más que un par de comentarios vacíos en internet.

Yo avancé cuidadosamente con la tarta, ubicándome frente a él.

—Pide un deseo —murmuré y sentir su mirada sobre mí casi me hace tambalear.

Incluso recién despierto se veía tan apuesto, tan dulce. Moría de ganas de arrojarme a sus brazos, abrazarlo y no pensar en nada más. Solo disfrutar de su cercanía, de su aroma, de su tacto…

—Solo uno —añadió Bridget, asomándose desde atrás, con el cabello hecho un desastre y una diadema de cumpleaños que ni siquiera era suya.

Shane desvió la mirada y observó la tarta por varios segundos, en silencio.
Inhaló… y dudó. Su expresión se tornó seria, casi vulnerable, como si guardara la esperanza de que ese deseo que pediría se hiciera realidad.

Por un instante, sentí que iba a mirarme otra vez, pero no lo hizo. Bajó la vista, sopló las velas y todos estallaron en aplausos.

—¿Y qué pediste? —preguntó Bridget, saltando a la cama como si fuera suya.

—Si lo digo, no se cumple —contestó Shane, y sus comisuras se elevaron débilmente.

Me parecía extraña su actitud, pero preferí abstenerme de indagar acerca de aquel deseo que parecía ser tan importante.

—Bueno, hijo, son las cinco de la mañana así que no te entregaremos tus regalos a esta hora —empezó a decir el tío Oliver—. Pero esta noche, lo haremos y tengo una sorpresa muy especial para ti.

Shane ladeó la cabeza, mostrándose confundido.

—¿Una sorpresa?

—Ni preguntes, no te diremos —respondió Bridget, aunque en realidad, ella no tenía conocimiento acerca de la sorpresa.

Su mente infantil la haría caer en la tentación de revelarla y no podíamos darnos ese lujo. Como ustedes saben, ni la madre de Shane ni la mía, estaban en la ciudad. La suya hasta hace poco estuvo en un tour por Latinoamérica con su nuevo novio, sin embargo, hoy vendría a celebrar con nosotros el cumpleaños de su hijo. Y tenía la certeza de que Shane seria muy feliz al verla de nuevo.

—¿Entonces nos vemos en casa después de que presentemos la obra? —consultó y sentí culpa porque todavía no le había contado sobre el día que nos esperaba.

Específicamente, que yo sería el reemplazo de Tammie.

—Por supuesto que no, ¿Crees que compramos entradas simplemente para apoyar el evento? Nosotros iremos a ver esa obra —comunicó papá, palmeando su espalda.

—¿Qué? —solté de repente, porque pensaba que ellos no asistirían.

¿Tendría que besar a Shane frente a todo el instituto y no solo eso, frente a toda la familia?

Ellos pusieron su mirada en mí.

—Sí, todos —replicó Amir, entornando los ojos.

—Y más ahora que Keiry será la protagonista —finalizó mi progenitor y me cubrí el rostro con las manos por unos segundos, buscando ahuyentar la vergüenza que me consumía.

—¿Cómo? —Shane me miró sorprendido, pestañeando un par de veces.

—Sí, Tess me lo dijo, Tammie tiene un casting muy importante hoy con un tal Colin Blake y no podía aplazarlo por nada del mundo.

—¿Keiry será la protagonista? —volvió a preguntar mi amigo, con la incredulidad rebasándolo.

Probablemente estaba lamentando que fuera yo a la que tuviera que besar.

O eso creí hasta que liberó una risa baja, pasándose la mano por el cabello, despeinándolo aún más.

—Supongo que será un cumpleaños interesante —comentó y su semblante se avivó, exhibiendo ese aura que transmitía cuando algo lo emocionaba.

No… él no podía estar emocionado por eso. Seguro era producto de mi imaginación.

El tío Oliver les dio palmadas a todos, rompiendo la tensión.

—Bueno, bueno, Shane, dúchate; Keiry, tú también tienes que prepararte. ¡Hoy es un gran día!

Shane se puso de pie, aun sonriendo. Se acercó un poco más de lo necesario, inclinándose para tomar la cuchara que Amir le entregó y que había dejado sobre la cama al momento de pedir su deseo. Su hombro rozó el mío, un contacto mínimo, pero suficiente para que se me erizara la piel.




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